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EXTRA MUROS —
EL DIRECTOR DE LA ESCUELA TÉCNICA SUPERIOR DE ARQUITECTURA DE LA UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE MADRID REFLEXIONA SOBRE LAS PROMESAS CUMPLIDAS E INCUMPLIDAS DE LA PERIFERIA
Debería ser obligatorio para los estudiantes de Arquitectura ver ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, la película de Almodóvar de 1984. Esa monotonía de los bloques de la periferia que retrata, un tejido urbano degradado, contrasta con el ansia de Chus Lampreave por regresar a su entorno rural, más rico y más diverso: “Quiero volverme al pueblo”, repite. El genio del director capta la estrechez de esas viviendas en las que solo se podía hacer una toma de la cocina poniendo la cámara dentro del tambor de la lavadora.
Muchos son los mecanismos que, con más o menos acierto, se han intentado aplicar para solucionar este problema. Entre ellos, la variedad y diferencia que se ha pretendido en la arquitectura de alguno de los nuevos PAU (siglas de Programa de Actuación Urbanística) de Madrid. Muchos de estos intentos no siempre son bien asimilados por sus propietarios. De hecho, cuando hablan con los futuros habitantes de sus viviendas, los arquitectos se ven obligados a asumir que, puestos a elegir, estos prefieren una arquitectura de ladrillo más convencional frente a los intentos de cambiar el paisaje y de buscar una identidad a través de nuevas formas y materiales.
Precisamente, en las páginas anteriores se puede apreciar que nuestros vecinos franceses apostaron en muchas de sus periferias por una arquitectura de un gran impacto visual, por macroconjuntos de impostada monumentalidad. Corrían los años setenta, París estaba en plena efervescencia y en plena transición de su imagen hacia la modernidad (encarnada por el Centro Pompidou, de Piano y Rogers, de 1976), y se decidió apostar también por una imagen rotunda en sus barrios de las afueras. Es la arquitectura que recoge la serie de fotografías de este reportaje, Souvenir d’un futur (Recuerdo de un futuro). En ellas, el fotógrafo francés Laurent Kronental ha documentado la vida de los habitantes, muchos de ellos de avanzada edad, de los grandes conjuntos urbanos de la banlieue (la periferia) de París. Fotografió en paralelo el envejecimiento de los habitantes y de las arquitecturas. La decadencia, de una manera muy distinta a la esperada, de obras que ya no son el sueño de una modernidad estrepitosa que las llevó a ser la escenografía de películas como Brazil, de Terry Gilliam. Hoy son más bien los pecios, los restos del naufragio de un futuro que no pudo ser.
Muchos de estos edificios serán antes recordados como piruetas de autor que como soluciones brillantes al problema de proporcionar una vivienda digna a la población. Los complejos Les Espaces d’Abraxas y Les Arcades du Lac, de principios de los ochenta, son una muestra del desmesurado clasicismo posmoderno de Ricardo Bofill, que tuvo grandes adeptos en la Francia de la época. Otro proyecto, Les Arènes de Picasso (1984), lleva la firma de uno de los cofundadores del estudio de Bofill, Manuel Núñez Yanowski, que hizo en Noisy-le-Grand dos edificios cilíndricos rodeados de bloques curvilíneos que daban al conjunto el aspecto de una distopía futurista, o de un par de quesos camembert (como los llaman sus habitantes). Algunas de estas ruinas contemporáneas tienen ya su certificado de defunción: Les Damiers, un desarrollo de bloques en terraza de 1976, será derribado para construir las Torres Hermitage, una promoción de lujo que promete ser la más alta de Europa. Les Damiers queda como resto envejecido de un pasado no tan lejano, pero desplazado ya por la última ola especulativa.
No tengo muy claro que la arquitectura espectáculo sea la mejor forma de solventar el problema de la vivienda. Hay que buscar soluciones que generen un tejido más humano, con una escala adecuada, que integren las necesidades de sus habitantes y atiendan a la edad, al género y a la forma de vida. Hace falta combinar un diseño de pequeña y de gran escala que responda mejor a las necesidades de nuestra sociedad. Numerosos proyectos recientes intentan que la arquitectura contemporánea sea tan eficaz, por ejemplo, como la de los barrios reticulares de los ensanches de finales del siglo XIX. El proyecto del arquitecto Felix Claus para las nuevas periferias de Ámsterdam reúne gran variedad de tipos de casas, mezclando viviendas de promoción oficial y comerciales, tiendas y oficinas, en un intento de crear un tejido rico y variado. Es un proyecto tan nuevo como la isla artificial donde se ubica.
Las soluciones pretendidamente impactantes alivian la monotonía y evitan la repetición infinita de bloques pero, como digo, dudo que sean las más eficaces. Las imágenes de este reportaje, testigos de un glamur decadente y fotogénico, resultan cautivadoras en cualquier caso. Incluso aunque respondan a espacios que es mejor soñar que habitar.