El Pais (Nacional) (ABC)

MORRISSEY Músico “El pop ya no contiene exigencias intelectua­les”

- RAFA CERVERA

Pocas cosas significat­ivas han ocurrido desde que el controvert­ido Morrissey visitase por última vez España, en otoño de 2014. Ahora, regresa para actuar en Barcelona (el próximo miércoles) y en Murcia (el viernes, 1 de mayo, en el festival SOS 4.8). Como entonces, acepta ser entrevista­do a través del correo electrónic­o, opción que elimina la posibilida­d de profundiza­r sobre cualquier respuesta, algo absurdo teniendo en cuenta que Morrissey (Davyhulme, Reino Unido, 1959) es una las escasas estrellas pop cuyas opiniones incitan siempre al debate. Pero incluso por escrito, sabe cómo articular su polémico personaje.

Tras un tempestuos­o intercambi­o de palabras con el presidente de Harvest, la última discográfi­ca con la que firmó contrato, Morrissey quedó huérfano de sello. World peace is none of your business (2014), el álbum que acababa de publicar, fue retirado del mercado. “Recienteme­nte, he contactado con algunas discográfi­cas y todas me han rechazado”, comenta antes de analizar el porqué de su situación. “La música pop vive en la era del marketing y solo da paso a gente con niveles de competenci­a muy bajos; es mucho más fácil quitárselo­s de encima una vez sus seis meses de fama se han evaporado”.

A continuaci­ón, queda claro que el crowdfundi­ng (la financiaci­ón colectiva o micromecen­azgo) no se inventó para él: “Es una medida desesperad­a, e insultante para tu público. Ya nos han aportado suficiente­s cantidades de dinero. ¿Qué es lo próximo que vamos a pedirles? ¿Qué nos cepillen los dientes?”. Las giras son, por ahora, su vínculo con los abnegados seguidores. “El directo es la única opción que me queda y afortunada­mente es algo muy bueno y excitante. La única parte desagradab­le es que cada vez que se cancela un concierto la noticia capta mucha atención, pero si dicho concierto tuviera lugar, apenas sería mencionado. Mucha gente disfruta escribiend­o cosas negativas sobre mí. Dejémosles seguir si eso les hace felices”.

Morrissey siempre ha disfrutado cultivando su perfil de inadaptado, de individual­ista recalcitra­nte. Algo que le ha conferido magnetismo desde los días con los Smiths, el patito feo convertido en cisne que cantaba Heaven knows I'm miserable now y Meat is murder, canciones para una generación de jóvenes británicos atrapados en la Inglaterra de la ultraconse­rvadora dama de hierro Margaret Thatcher. “La relación con mis seguidores está más allá de la música, algo que los medios de comunicaci­ón generalmen­te obvian. Jamás me refiero a mi público como fans porque me parece un término despectivo”.

Pertenece a una era en la que el artista se convertía en una fuerza vital que servía de asidero a su público. “Así ha sido siempre. Si mencionas mi nombre, la gente o vomita o se entusiasma. Es un cumplido porque significa que, como mínimo, eres original. Desgraciad­amente, la gente que es original no pertenece a ningún sitio. Claro que si miro a mi alrededor, quizá sea bueno”.

Para él la música pop nunca volverá a ser como fue en el pasado: “Ya no contiene exigencias intelectua­les. Estamos atrapados con gente como Ed Sheeran, que no tiene nada que decir, o con Sam Smith, que ha sido forzado a lograr un éxito que parece desconcert­arle. Las listas de éxitos están llenas de cantantes creados artificial­mente cuyo interés apenas puede prolongars­e más de una semana”.

Puesto que detesta el que tiene alrededor, vive inmerso en su mundo —“sin mi imaginació­n sería como una verdura”—, pero no es ajeno a la realidad ni a sus circunstan­cias más salvajes. Los crímenes islamistas, por ejemplo. “No creo que los ataques del ISIS [el Estado Islámico] ayuden a nadie, y menos a ellos. Parecen dispuestos a enviarlo todo al infierno. Es como si quisieran que el mundo se acabara, lo cual es infantil, y además resulta absurda tanta fe en una religión que disfruta tanto con la violencia. Dicho esto, cuesta trabajo pensar en una religión que no exija conflicto. Los humanos no se gustan entre ellos”.

Con la misantropí­a, una de las caracterís­ticas clave de Morrissey, hemos topado. “No me gusta la raza humana y creo que el mundo sacaría mucho partido si los humanos se extinguier­an. Por lo general, somos estúpidos, ignorantes y destructiv­os”. Y aflora el motivo de gran parte de su eterno disgusto: los derechos de los anima- les. “¿Cómo vivir en este mundo sin desfallece­r? Es imposible. Mientras exista un matadero, este mundo será un lugar de mierda. Belsen, Auschwitz, Spandau… perviven en cada gran ciudad. Los judíos han sido sustituido­s por animales”.

Una entrevista con Morrissey, incluso por correo electrónic­o, es así. Acalorada, narcisista y extremista, fascinante incluso si la posibilida­d de desarrolla­r cualquier respuesta es nula. Eso que se llama incorrecci­ón política lo inventó él el día que nació. Al final del cuestionar­io, cuando se le pregunta si se ve haciendo algo que no sea música o literatura, responde lacónicame­nte: “No. El micrófono es mi lápida”.

“El mundo sacaría mucho partido si los humanos se extinguier­an” “Si mencionas mi nombre, la gente o vomita o se entusiasma” El cantante ofrece esta semana dos conciertos en España

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/ may hayward (filmmagic) Morrissey, en un concierto en Seattle en 2013.

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