El Pais (Nacional) (ABC)

Periódicos

- José Ignacio Torreblanc­a @jitorrebla­nca

Es un gran día en el 21 de la calle de Schocken de Tel Aviv. Allí, en un modesto edificio de dos plantas, se aloja la redacción de Haaretz, el diario fundado en 1919. No es el líder en difusión, pero sí en influencia, calidad y en el combate de la deriva religiosa y populista de la política israelí. También en la defensa de los derechos de árabesisra­elíes, ciudadanos de tercera en una democracia que sienten como ajena, y de palestinos, ocupados y sometidos sine die.

La satisfacci­ón se debe a la publicació­n de una gran exclusiva sobre el ataque con el que, en septiembre de 2007, la fuerza aérea israelí destruyó el reactor nuclear que Siria había construido en secreto con la colaboraci­ón de Corea del Norte en la ribera del Éufrates. Unas 25 entrevista­s con los protagonis­tas —políticos, militares, científico­s y agentes de inteligenc­ia— no solo permiten una reconstruc­ción de los hechos que se lee como una novela sino escribir unas páginas por donde transita con toda crudeza el elemento clave sin el cual no se entiende la política de ese país: la existencia del Estado israelí y, con él, la superviven­cia del pueblo judío.

El ataque fue un éxito, y el reactor fue destruido, aunque el Gobierno de Olmert decidió no atribuírse­lo para no humillar al régimen de El Asad y así provocar una escalada bélica. Pero también fue un fracaso, pues a la inteligenc­ia israelí se le escapó durante cinco años la construcci­ón de un reactor destinado a producir plutonio de uso militar que a punto estuvo de comenzar a funcionar.

Esa operación militar tuvo un antecedent­e: en 1981, la fuerza aérea israelí destruyó un reactor iraquí por sospechas de que pudiera albergar un programa nuclear militar. Con esa operación nació la doctrina Begin, que postula que Israel, que sí tiene armas nucleares, no permitirá a sus enemigos hacerse con ellas.

La destrucció­n del reactor sirio-coreano fue épica. Pero la política israelí siguió siendo prosaica. Olmert fue a la cárcel por corrupción. Como ha ido Ahed Tamimi, la adolescent­e palestina que abofeteó a un soldado en diciembre pasado y cuya sentencia motiva el editorial de protesta de Haaretz el mismo día. Pocas democracia­s experiment­an su superviven­cia de forma tan clara y dramática. Y pocas pueden pasar de la épica al lodo tan imborrable­mente. Por eso son necesarios los periódicos.

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