Macron supera una nueva jornada de huelgas contra sus reformas
Era una prueba para Emmanuel Macron, y también para los sindicatos: el termómetro para evaluar si la temida calle francesa puede inquietar al presidente. La primera gran jornada de huelga y manifestaciones desde que en mayo de 2017 Macron llegó al poder movilizó ayer a decenas de miles de personas y afectó al funcionamiento de sectores como el transporte o la educación, pero el toque de atención de los sindicatos es insuficiente para frenar su programa de reformas.
El anterior intento de frenar un proyecto clave del presidente —la reforma laboral, en otoño— movilizó a decenas de miles de manifestantes, pero acabó pinchando y no logró impedir que la reforma se aprobase. Esta vez la partida no ha terminado; en realidad ni siquiera se ha jugado. Las huelgas y protestas de lo que algunos comentaristas habían llamado jueves negro son el prólogo del pulso que se escenificará a partir de abril, cuando los ferroviarios comiencen una serie intermitente de paros de tres meses contra la reforma de la SNCF, la compañía pública de ferrocarriles.
Más de 150 manifestaciones de
funcionarios —incluidos maestros, personal hospitalario y controladores aéreos— se celebraron en Francia para protestar contra la reforma de la función pública y otras medidas. Esta reforma prevé la supresión, hasta 2022, de 120.000 puestos para ahorrar 4.500 millones de euros. Los transportes —trenes y aviones— funcionaron a medio gas. Un 14,5% del personal educativo y un 35,4% de los ferroviarios siguieron la huelga. Francia no era ayer un país bloqueado ni en cólera contra el presidente reformista, pero sí se expresó un malestar difuso en varios sectores de la ciudadanía.
“Lo que me inquieta es que están destrozando el servicio público. No sólo la SNCF”, dijo en la marcha de ferroviarios en París Thierry Pin, antiguo trabajador de los ferrocarriles públicos, ya jubilado. “Estoy inquieto por nuestros hijos y por la sociedad que les dejamos”, añadió. La marcha confluyó en la plaza de la Bastilla con otra de funcionarios. La primera, con una nutrida presencia de manifestantes anarquistas, estuvo salpicada de incidentes violentos.
“Durante mucho tiempo fuimos un modelo para otros pueblos, y ahora nos lo vamos a cargar todo”, lamentaba Jean Thuiller, de 45 años, profesor en una escuela de Amiens, donde nació y creció Macron. Thuiller es pesimista sobre el futuro: “De un lado estarán los que logren una situación de comodidad y lujo, y del otro los que no habrán tenido esta suerte, la suerte de una buena educación, una buena salud, de un trabajo. Y estos no tendrán su lugar en la sociedad, serán marginales”.
Las manifestaciones de París congregaron a 47.500 personas, según el recuento de un consorcio de medios por medio de captadores de imágenes y un algoritmo. Los sindicatos dieron la cifra de 500.000 manifestantes en toda Francia, similar a la de la movilización del 13 de septiembre contra la reforma laboral. “Nos mantendremos firmes”, adelantó hace unos días el ministro de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire. Superar el escollo de la calle reforzaría la legitimidad para, como dice Macron, “continuar reformando con profundidad”.