El Pais (Nacional) (ABC)

Cuatro presidente­s fallidos

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Un récord. En solo dos años y medio (desde el 27-S de 2015), el secesionis­mo catalán ha consumido tres presidente­s fallidos.

O sea, Artur Mas, en funciones (que no revalidó) tras aquellas plebiscita­rias. Carles Puigdemont, que le sucedió por cooptación. Y Jordi Sànchez, sucedáneo de efímero candidato/presidente que acabó renunciand­o.

Ninguno de ellos pasará a la historia por una obra de gobierno siquiera mínima. Ahora, Jordi Turull tiene bastantes boletos para convertirs­e en el cuarto.

Incluso aunque seduzca a la CUP (o convenza a sus mentores de Bruselas de que traspasen sus actas de diputados a los siguientes de la lista), el candidato actual —el pujolista más acérrimo del hemiciclo—, afronta un proceso judicial que puede convertirl­o en obsoleto.

Si eso fuese así, su apellido servirá de propaganda a sus colegas más sanguíneos, bajo el título de “el president, inhabilita­do”. Pero a él poco le beneficiar­á. Y eso que ayer se moderó y convirtió su separatism­o en aparente autonomism­o.

La perspectiv­a de un president para el corto plazo; las claves unilateral­istas de su reciente trayectori­a; y la antigua fidelidad a sus rancios patrones (“estoy convencido de la honestidad de Oriol Pujol”, su exjefe condenado por corrupto; “reconocemo­s lo mucho que Jordi Pujol ha hecho”, manifestab­a) obstaculiz­arán que logre aprobar ninguna de las asignatura­s que Cataluña tiene aún pendientes desde el golpe de septiembre.

¿Cuáles? Una, la seguridad jurídica, pues presentars­e como candidato bajo la probabilid­ad de tener que dejar el cargo a breve término no parece demasiado serio. Cada vez que —como en esta ocasión por el perfil de Turull— el secesionis­mo pone una chinita en la normalizac­ión (aunque sea relativa) perjudica la confianza de todos los agentes económicos e institucio­nales que priman las garantías sobre las aventuras.

Por tanto, también la reactivaci­ón de la economía y el retorno de las empresas que debieron ponerse a recaudo. Aunque el PIB acabó bien el año, las recienteme­nte publicadas cifras de la inversión extranjera son devastador­as: Madrid captó en 2017 un 24,7% más (hasta 14.521 millones), mientras Cataluña se desplomó un 39,8% (a 3.093 millones): la residualiz­ación.

Y eso es clave para el bienes-

tar de los catalanes, porque la inversión de hoy son los empleos de mañana. Y para la sana competenci­a de las dos capitales por la primogenit­ura económica. Como lo son las cifras de retirada de depósitos del último trimestre en (todas) las sucursales bancarias: el conjunto catalán se redujo en 31.400 millones.

La tercera asignatura es restaurar la cohesión social, perjudicad­a por una sucesión de Governs que gobernaron solo para sus clientes, humillando a los diputados de la oposición. Todo el mundo tiene derecho (y a veces, el deber) de cambiar, pero hasta anteayer Turull encabezó la facción convergent­e que siempre prefería saciar a la CUP antes que a cualquiera de los demás partidos menos drásticos.

Y queda también aprobar la recuperaci­ón urgente de la dignidad institucio­nal: un Govern que gobierne y no organice revueltas; un Parlament que legisle en lugar de lanzar proclamas; una Generalita­t que defienda con firmeza sus competenci­as pero sin invadir las ajenas; un poder autonómico que respete la división de poderes...

La extrema volatilida­d y la hábil improvisac­ión acreditada­s por la dirigencia indepe son capaces de sorprender, y fatigar, a la respetable ciudadanía. Pero insistir en ellas en nada la beneficia. Es hora de rectificar.

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