El Pais (Nacional) (ABC)

Facebook pierde la inocencia

Una fuga de datos causa la peor crisis en la poderosa empresa y su valor en Bolsa cae un 14% en una semana Zuckerberg nunca había anulado la sesión de preguntas de sus empleados

- R. JIMÉNEZ CANO,

Cuando Mark Zuckerberg asumió su ya habitual reto de Año Nuevo sonaba fácil. Tres meses después, parece una profecía. Ahora no se proponía aprender chino, o visitar los 50 Estados de EE UU. En 2018 se propuso arreglar Facebook. Sonó extraño, pero tras conocerse el escándalo de Cambridge Analytica por la fuga de datos de 50 millones de usuarios cobra mucho sentido.

Facebook es una empresa bicéfala. En lo que flaquea Mark, le complement­a Sheryl. El tándem Zuckerberg-Sandberg, número uno y dos, acapara casi todo el poder. Él es un genio técnico y un gran estratega. Ella la reina del marketing y la mujer más influyente de Silicon Valley.

¿El pecado de Facebook? Mala gestión de los datos. Estos días ha salido a la luz una conversaci­ón entre Zuckerberg y un compañero de residencia cuando estudiaban en la Universida­d de Harvard. Zuckerberg decía que le sorprendía que la gente comparties­e con él tantos datos con solo poner un formulario y pedir que lo rellenase para entrar en su invento.

Han pasado 14 años y la sensación de que las cosas no han cambiado. Se vuelve a acceder a datos que los usuarios comparten voluntaria­mente sin demasiada dificultad. La diferencia es que ahora esos datos pueden modificar elecciones, agitar manifestac­iones o cambiar la opinión de la sociedad con respecto a temas candentes. El sueño de cualquier publicitar­io, un campo abierto al nanotarget­ing propagandí­stico.

El germen de este escándalo se remonta a 2007. Cuando Facebook quería dejar claro que era una nueva raza dentro del entonces competido espacio de las redes sociales. Lo demostraro­n abriendo su API, su interfaz de programaci­ón de aplicacion­es. Esto permitía jugar a cuidar la granja, al scrabble o compartir una presentaci­ón online en tiempo real. Las aplicacion­es de terceros se conectaban a este gran almacén para recabar datos que no eran necesarios para cumplir con lo que ofrecían al usuario. Una vez instalada, campo libre para perfilar y cocinar, páginas personales convertida­s en objeto de mercado publicitar­io. Un bisturí para que cada dólar invertido en un producto e idea se muestre al proclive a comprar o votar lo que desea el anunciante.

Soledad Antelada, investigad­ora de cibersegur­idad en el Berkeley Lab, no cree que los usuarios vayan a modificar su conducta: “Lo bueno es que despierta las conciencia­s sobre la privacidad y ahora la gente puede tener más cuidado. Instagram también es de Facebook, WhatsApp también. ¿Cómo nos comunicamo­s ahora si dejamos de usar estas aplicacion­es? Es responsabi­lidad de las empresas cuidar los datos de los usuarios pero no nos olvidemos que de esta informació­n las plataforma­s sociales hacen su negocio”.

En diciembre, Alex Stamos, el jefe de seguridad de la informació­n (CISO por sus siglas en inglés, uno de los puestos de más responsabi­lidad en Silicon Valley), alertó sobre la gestión de la crisis de la trama rusa. Quiso ser más transparen­te. Su equipo fue reducido. Pasó de 120 empleados a solo tres. Esta semana quiso dimitir. No pudo. Segurament­e salga en agosto. Todo quedó en un cambio de puesto.

Ethan Zuckerman, director de Medios Cívicos en el MIT, cree que la responsabi­lidad no es solo de Facebook: “El mal uso de datos no es un fallo o un error, sino que es una de las caracterís­ticas del servicio. Y se ha convertido en una plaga para nuestra cultura”.

Sin filtracion­es

La semana horrible de Facebook se ha llevado por delante el 14% de su valor bursátil (58.000 millones de dólares). Las convulsion­es internas no tienen precedente. Por primera vez Zuckerberg no apareció en el all hands, como llaman a la reunión semanal en la que cualquier empleado puede preguntar lo que desee al fundador. Arriesgado, pero típico en Silicon Valley. Google y Twitter, con su tea time, también las mantienen. El código interno y el respeto por la misión colectiva han hecho que no se filtren las conversaci­ones. Un matiz importante es que los empleados son también inversores de la compañía. Parte de lo que ganan, además del salario, es en forma de acciones. En alguna ocasión anterior, cuando los empleados se quejaron por no poder convertir sus opciones sobre acciones en dinero en metálico por la dilatada salida a Bolsa, Zuckerberg dio un discurso relatando su capacidad para retrasar la gratificac­ión en su adolescenc­ia y cómo considerab­a que era uno de los rasgos que habían modulado su personalid­ad de éxito.

Peter Thiel, todavía miembro del consejo de Facebook, es quizá el personaje más turbio de esta historia. Venerado, temido, admirado y denostado a partes iguales, juega a ser el villano de Silicon Valley. Es el único perfil relevante de Silicon Valley que ha apoyado explícitam­ente al presidente Donald Trump. Le donó un millón de dólares vía Super PAC Make America Number 1, una organizaci­ón que pagó 231.352 dólares a Cambridge Analytica.

FB nació con un lema: “Muévete rápido. Rompe cosas”. Zuckerberg tenía razón. En 2018 toca arreglar Facebook.

 ?? / T. A. (EFE) ?? Agentes del Comisionad­o de la Informació­n registran la sede de Cambridge Analytica, ayer en Londres.
/ T. A. (EFE) Agentes del Comisionad­o de la Informació­n registran la sede de Cambridge Analytica, ayer en Londres.

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