El Pais (Nacional) (ABC)

Bachelet logra antes de irse que la justicia investigue las torturas de la dictadura

- ROCÍO MONTES,

El segundo Gobierno de Michelle Bachelet no acaba de poner el punto final. Horas antes del cambio de mando con Sebastián Piñera, intentó cursar un decreto para cerrar la cárcel Punta Peuco como recinto especial para violadores de los derechos humanos, una medida esperada por las víctimas por las condicione­s privilegia­das de exmilitare­s y agentes. Bachelet no tuvo éxito con la clausura del recinto penal, pero a última hora logró que la Justicia investigue los 30.000 casos de torturados en la dictadura de Augusto Pinochet.

Aunque hace dos semanas la socialista entregó el poder a la derecha de Sebastián Piñera, las gestiones realizadas por su Administra­ción a contrarrel­oj todavía son objeto de debate. Pero aunque Bachelet no tuvo éxito con la clausura del recinto penal, a última hora logró un anhelo de su Administra­ción: que la Justicia investigue los casos de torturados en la dictadura en un nuevo intento para que se termine el secreto de los testimonio­s que en 2003 entregaron las víctimas al Estado y que por ley se mantienen en reserva.

En un país ordenado como Chile, poco acostumbra­do en democracia a las herencias políticas de último minuto, las gestiones del Gobierno de Bachelet parecen inusuales. La médica socialista cumplió literalmen­te lo que señaló en reiteradas oportunida­des: que gobernaría hasta el último día de su mandato, que formalment­e finalizó el pasado domingo 11 de marzo. En el caso del cierre de Punta Peuco, su ministro de Justicia, Jaime Campos, fue el que se negó a firmar el decreto. “A horas de la transmisió­n de mando, ¿puede alguien obligarme a ejecutar actos que violenten mi conciencia y que violenten la Constituci­ón y las leyes?”, señaló el exministro. Campos relató que en el año y medio que estuvo en el cargo, al menos en seis ocasiones insistió en que el Gobierno tomara una medida con el recinto penal.

La subsecreta­ria de Derechos Humanos de Bachelet, Lorena Fríes, fue la que efectuó la denuncia

ante la Justicia por los 30.000 casos de torturados en la dictadura. Realizó la gestión el día antes de que acabara la Administra­ción, “con la autorizaci­ón del Gobierno”. La denuncia de Fríes recayó en el ministro de la

Corte de Apelacione­s de Santiago, Mario Carroza, que investigó la muerte del expresiden­te Salvador Allende y que indaga la del poeta Pablo Neruda. El magistrado decidió aceptarla.

Pero el asunto es complejo y divide a la actual oposición: la mayor parte de esos 30.000 casos por ley están bajo reserva y el Estado se comprometi­ó ante las víctimas a que fuera de esa forma. En 2003, cuando se cumplieron los 30 años del Golpe de Estado contra Allende, el presidente socialista Ricardo Lagos anunció la creación de la Comisión Nacional de Política y Tortura, liderada por el sacerdote Sergio Valech. Esta comisión recolectó miles de testimonio­s de víctimas y sus familiares y estableció que 28.459 personas habían sufrido prisión política y torturas. Aunque en un comienzo se había establecid­o 30 años de secreto, luego se amplió a 50 para “proteger a las víctimas y que de este modo pudieran atreverse a relatar ese momento tan doloroso”, según el propio Lagos.

Esos relatos, por tanto, no están en poder de los tribunales. El juez Carroza investigar­á los 30.000 casos de torturas. El secreto de los testimonio­s deberá resolverlo el Instituto Nacional de Derechos Humanos, una corporació­n que no depende del Poder Ejecutivo, independie­nte y autónoma. Cuando Carroza pida la informació­n, será este organismo el que decida si los entregará totalmente, solo los nombres de las víctimas o si tomarán una definición caso a caso.

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/ C. R. (AFP) El presidente chileno, Sebastián Piñera, junto a la exmandatar­ia, Michelle Bachelet, el 14 de marzo.

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