Los lugartenientes
Aunque Xi Jinping controla todas las llaves del poder, se ha rodeado de un grupo de hombres de confianza que le acompañarán durante su mandato.
Wang Qishan.
A sus 69 años, el antiguo presidente de la Comisión Central para la Inspección de la Disciplina (CCID, el brazo policial del Partido Comunista) debería haberse retirado. Que no lo haya hecho y que haya sido nombrado vicepresidente, muestra la confianza que Xi guarda a quien ha sido su mano derecha desde su llegada al poder. Aunque tradicionalmente el puesto estaba casi vacío de contenido, no cabe duda de que Xi le reserva responsabilidades importantes. Los analistas apuestan por la supervisión de las relaciones internacionales y de la campaña contra la corrupción.
Yang Xiaodu y Zhao Leji.
El primero, de 64 años, encabezará la Comisión Nacional de Supervisión (CNS), que vigilará el sector público para evitar casos de corrupción o de incumplimiento de las órdenes centrales. Zhao, miembro del Comité Permanente —el órgano de mayor jerarquía dentro del Partido Comunista—, se mantendrá en el puesto que ocupaba, aunque las quinielas le adjudicaban la presidencia de la CNS. Tanto Yang como Zhao, de 61 años, tendrán que colaborar estrechamente con Wang Qishan, antiguo amo indiscutible de la CCID.
dijo Xi en una visita a los principales medios estatales en 2016.
Junto a la fuerza, también recurrió a la épica. Su lema del “sueño chino” abarca una poderosa “narrativa moral”, en la que tras un siglo de abusos por parte de Occidente el PCCh está haciendo justicia y “finalmente, China quedará restaurada como una poderosa nación” en el mundo, explica Kerry Brown, director del Centro Lau de Estudios Chinos en la London School of Economics.
La lucha contra la corrupción y el discurso optimista le han granjeado una fortísima popularidad en China, donde el nivel de vida sigue creciendo y donde el ciudadano medio —a diferencia de Europa— tiene la convicción que el día de mañana será aún mejor que hoy. “La mayor parte de la gente vive como quiere”, explica Brown, “la política les aburre, y finalmente ven un líder agasajado en el exterior. Les gusta el aura que ahora rodea a China”.
Sin embargo, incluso entre ciudadanos que se declaran fervorosos partidarios, el que haya eliminado el límite de mandatos genera muchas caras de incredulidad. Al fin y al cabo, Deng instituyó esos límites para evitar que se repitieran los excesos del maoísmo y la posibilidad de un líder perpetuo.
Xu, una administrativa de 34 años, se encoge de hombros. “No quiero ver a un viejo perpetuarse en el poder, desde luego. Pero si Xi necesita más tiempo para arreglar los problemas del país, y los arregla, ¿por qué no dejarle?”.