El Pais (Nacional) (ABC)

Nadie quiere ver a Cifuentes muerta, solo escrutada

- Berna González Harbour

Increíble que haya que aclarar obviedades, pero la ministra de Defensa nos ha colocado en esta tesitura: Dolores de Cospedal, también secretaria general del PP, ha atribuido a los que exigimos lógicament­e una claridad sobre el expediente académico de Cristina Cifuentes y sobre la gestión de una universida­d que pagamos todos, la Rey Juan Carlos, un deseo de ver muerta a la presidenta de Madrid. Sí, es cierto, lo dice en su tuit, léanlo: “No todo vale en política. Las actuacione­s de estos días contra @ccifuentes son mezquinas, machistas y miserables. Parece que a algunos les gustaría conseguir lo que no consiguió un accidente de tráfico mortal. Retomando sus palabras de ayer: a seguir todavía con más fuerza”.

Además del guiño interruptu­s al feminismo que intenta hacer Cospedal al recurrir al victimismo fácil de la mujer atacada frente al enemigo machista —y que no cuela— el tuit y esta situación, están llenos de insultos ya no a la inteligenc­ia, sino a los ciudadanos.

Cifuentes, autoerigid­a en bandera de la honestidad frente a la corrupción extendida en su partido, firmó un acuerdo de investidur­a con Ciudadanos que la obliga a dimitir en caso de falseamien­to del currículo o del expediente académico. Y todo indica que va a tener que dimitir y que, en todo caso, está quemada. El escándalo desvela suficiente­s irregulari­dades en torno a un máster de notas cambiadas, con un trabajo final que nadie recuerda, con profesores fantasma que estaban o no estaban y una extraordin­aria desmemoria que resulta insultante para tantos universita­rios que trabajan denodadame­nte por culminar los suyos.

Un viejo homólogo de Cospedal, el ministro alemán Karl Theodor zu Guttenberg, dimitió fulminante­mente en 2011 de su cargo por acusacione­s de plagiar el 20% de su tesis doctoral. Dos semanas antes era el político alemán más valorado, con un 70% de apoyos, pero eso no importó. La sociedad alemana fue capaz de someter a escrutinio a sus gobernante­s y Merkel tuvo que sacrificar en segundos a su mayor activo.

Las crisis y escándalos no penalizan necesariam­ente a quien los protagoniz­a, sino a quien no sabe o no logra gestionarl­os bien. El ministro de Industria José Manuel Soria tuvo que dimitir no exactament­e por los papeles de Panamá, que recogían actividade­s de empresas familiares radicadas en paraísos fiscales, sino por los errores que cometió en sus explicacio­nes.

La exigencia de escrutinio, ministra Cospedal, es lo que nos salva como democracia. La necesidad de limpieza, de aclaracion­es, de transparen­cia y honestidad no implica machismo, miseria ni deseos de ver muerta a la presidenta.

La crisis del máster de Cifuentes coloca también a Ciudadanos ante su prueba más difícil desde que vive un importante auge en las encuestas: si el acuerdo de investidur­a que firmó con el PP de Madrid se incumple, tendrá que exigir su dimisión. Y sin tardar mucho. Han sido firmes con la exigencia a la senadora Pilar Barreiro. También deben serlo con Cristina Cifuentes. A la que nadie quiere muerta, por Dios, solo sometida —como todos— al cumplimien­to de sus compromiso­s y al escrutinio de la ley.

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