El Pais (Nacional) (ABC)

El mundo es mucho peor sin Rafael Azcona

-

Su amigo José Luis García Sánchez, guionista, director de cine, llamó. “Tenías un gran amigo que se llamaba Rafael Azcona”. Había muerto el escritor, el guionista, el inigualabl­e ser humano que había nacido en Logroño en 1926. Y desde entonces el mundo ha andado mucho peor. El mundo sin un hombre así es, pase lo que pase, un mundo más desgraciad­o.

No hubo despedida; la familia, Susi Youdelman al frente, los dos hijos, la hermana, siguieron el dictado del gran tímido, el hombre que marcó el humor, el cine y la amistad con un sello del que se hizo solo una copia, la suya. A veces hay gente cuyo vacío no se rellena jamás. Este vacío dura ya 10 años y los que lo trataron, familia, colegas, amigos, sienten que el aviso de José Luis es una marca de la que no se ha borrado ni una letra.

No hubo velatorio, pero hubo escalofrío. ¿Cómo será el mundo, nuestro mundo, sin él? En lo que se refiere al mundo que lo rodeaba, en el mismo barrio y en el mismo bar, se acabaron las tertulias que él dominaba con su sentido común de pocas palabras. Allí presidía conversaci­ones que solo hallaban horizonte cuando él ponía en orden a aquellos amigos suyos, entre ellos David Trueba, Manuel Vicent, José Luis Cuerda, Ángel Sánchez Harguindey, el citado García Sánchez, Jordi Socías, Manuel Gutiérrez Aragón… o los que pasaran por allí.

Era el primero que llegaba; era también el único que prestaba atención a las mujeres invitadas; era el más educado, el más informado. Y era el amigo de todo el mundo. Era capaz, por ejemplo, de quitarse sueño para buscar versos inencontra­bles en la época sin Google (hubo esa época) y llevarlos, andando a veces, a la casa de quienes los precisaran para sus propios trabajos.

Azcona era el que decía “sí” o “tal vez” a proyectos imposibles, en los que desgastaba ganas y energías por las que no facturaba jamás. Y era el que hablaba bien de todo el mundo, aunque en el pasado hubiera habido entre él y otros fracturas insalvable­s. Fue un maestro de la amistad y una muralla contra la intransige­ncia o el fanatismo. Era el que preguntaba de manera que su curiosidad no fuera ni utilitaria ni ofensiva. Y era una alegría verlo, porque desprendía ese valor de la simpatía: ser capaz de regalarla.

Además, Azcona transmitía una autoridad tranquila, confortant­e: sabías que su consejo, aunque fuera apresurado, no lo daba sin haberlo pensado. Era solícito y discreto, un republican­o que no alardeaba ni de estar vivo. Era el último en irse de aquellas tertulias. Por delicadeza.

Lo conocí porque Fernando Trueba, con el que hizo cine y amistad formidable­s, me dijo que no era cierto que fuera un hombre encerrado. Lo llamé a su teléfono, me respondió y de ahí en adelante hicimos libros (sus Cuentos completos, por ejemplo, su estupenda narrativa breve; ahora, por fortuna, la editorial Pepitas de Calabaza está publicando casi toda su obra), hicimos conversaci­ones (Harguindey dirigió un espléndido encuentro entre él y Vicent, Memorias de sobremesa, búsquenlo) y amistades, En todas partes, Azcona el Desapareci­do fue Azcona el Esperado.

Ese mundo llamado Azcona se acabó cuando García Sánchez dijo aquello, ya no está aquí Rafael Azcona. Desde entonces, han crecido sus libros (gracias a Pepitas de Calabaza, gracias al empeño de Susi, su viuda), su cine ha crecido en aprecio. A él le daría rabia saber que ahora es un mito. Él solo quería ser una persona capaz de recorrer Madrid para encontrars­e, al borde del Retiro, a un amigo al que abrazar. Fue una suerte imborrable haberlo conocido. El mundo es peor sin él, y esta es una verdad tan grande y horrible como la certeza de que no está.

 ?? / FERNANDO VICENTE ?? Rafael Azcona.
/ FERNANDO VICENTE Rafael Azcona.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain