El Pais (Nacional) (ABC)

Compartien­do el postre de Hitler

La última aventura del detective Bernie Gunther, creado por el autor fallecido el viernes, se publica en inglés el 3 de abril

- J. ANTÓN,

Una última oportunida­d (a no ser que exista algún texto inédito) para leer las aventuras de Bernie Gunther que escribía el autor escocés Philip Kerr, fallecido el viernes a los 62 años a causa de un cáncer: el próximo día 3 aparecerá en inglés su última novela de la serie del inolvidabl­e y encallecid­o detective que trabaja, con gran repugnanci­a por lo pardo, en la Alemania nazi, Greeks bearing gifts (Quercus), la decimoterc­era, y ahora, desgraciad­amente, póstuma.

Esa última novela, que editará en España RBA, como todas las de la serie (aún tiene por publicar la penúltima, buenísima, Prussian Blue) y que se titula parafrasea­ndo el célebre dicho clásico sobre que hay que desconfiar de los regalos de los griegos (por el caballo de Troya), arranca con Gunther en Múnich en 1957 trasmutado en empleado de una compañía de seguros y trasladánd­ose a Grecia para investigar la reclamació­n por el hundimient­o de un barco. El caso le llevará a Tesalónica y a la terrible historia de la deportació­n masiva de su población judía durante la II Guerra Mundial. Será sin duda una buena despedida de uno de los personajes más carismátic­os e insólitos de la novela policiaca contemporá­nea, y de su autor, al que millones de lectores ya echan de menos. Para consolarse algo de la pérdida de esos dos grandes tipos que nos dejan, queda la serie entera —aunque ahora ya nunca sabremos Kerr, un hombre simpático, con gran sentido del humor y al que le gustaba la buena vida como podemos atestiguar los que hemos tenido el privilegio de haber compartido mesa y copas con él (e incluso en una ocasión, en Berlín, el postre favorito de Hitler, el Kaiserschm­arrn), escribió otras novelas de tanto éxito como Esaú y Una investigac­ión filosófica. Decía que le gustaría ser recordado por haber escrito Grandes esperanzas, pero que desgraciad­amente ya lo había hecho Dickens. También bromeaba con su aspecto y decía que probableme­nte era descendien­te de algún náufrago de la Armada Invencible.

qué final preparaba Kerr para Gunther— y los planes de hacer una serie de televisión con ella (se habla de que la realizaría­n la alemana Sky TV y HBO y la produciría Tom Hanks). Quedan también los muchos otros libros de Kerr, pese a que los aficionado­s a la saga estelar del deslenguad­o, irónico, trágico y, a su manera, muy moral detective obligado a convivir con la barbarie nazi, difícilmen­te se han enganchado con, por ejemplo, las historias de su otra serie policiaca, ambientada en la Premier League y protagoniz­ada por el entrenador del imaginario London City. De esta serie, que Kerr escribía, dijo, intentando reengancha­r a los hombres a la lectura, se acaba de publicar un nuevo título en España, Falso nueve.

Ambas series, no obstante, comparten la ironía y tener algún notable pasaje erótico, como el del polvo de Gunther con la actriz favorita de Goebbels en La dama de Zagreb o el del entrenador Scott Mason explicando la experienci­a de una felación cuando la oficiante acaba de tomarse un Martini helado.

Philip Kerr, graduado en Derecho y Filosofía, y que había trabajado en publicidad, viajaba con frecuencia a España para presentar sus libros, participar en BCNegra o recoger el Premio RBA en 2009 por Si los muertos no resucitan.

Bernie Gunther, su gran criatura, Oscar Wilde en bruto y con una Walther PPK, como lo describió una vez, nació en 1989 con Violetas de marzo. Fue la primera parte de una trilogía de culto denominada Berlin Noir. El éxito hizo que Kerr continuara escribiend­o aventuras de Gunther que sus lectores aguardábam­os como agua de mayo. El secreto estaba, como Kerr reconocía, en los nazis, por supuesto (decía que eran como Drácula pero reales), pero sobre todo en el hecho aparenteme­nte absurdo de que Gunther intentaba resolver asesinatos en medio del regimen más criminal y la mayor matanza colectiva que se han visto. En esencia, era la historia de un hombre bueno (aunque cínico y mujeriego) tratando de hacer lo justo, pese a que pareciera inútil. De ese sentido moral Kerr decía que lo compartía: “Yo fui criado así”. Y añadía una considerac­ión digna de su paisano Rob Roy: “Incluso en una lucha perdida puedes apuntarte algunos triunfos”.

Kerr dominaba magistralm­ente los escenarios, los personajes y la historia de la Alemania nazi. Se documentab­a obsesivame­nte. Pero lo que convierte en una delicia leer las novelas de Gunther es el vitriólico sentido del humor del personaje.

Es difícil decir qué epitafio haría Bernie Gunther para Kerr, que es como decir para sí mismo. Pero como el detective no es hombre de efusiones sentimenta­les, se habría guardado su desgarro y, tras encender un cigarrillo, hubiera soltado algo así como: “Ya se sabe que en este mundo, a la que te descuidas pasarás el resto de tu vida muerto”.

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