Djokovic no se reconoce
Sin juego, físico ni confianza, el exnúmero uno llegará a la gira de tierra lleno de dudas: “Sigo enfrentándome a mí mismo”
Sin confianza ni soluciones, en medio de un tránsito hacia no se sabe muy bien dónde, Novak Djokovic continúa enfrascado en una búsqueda que va camino de perpetuarse. Cerca de cumplir los 31 años y después de medio curso parado como consecuencia de una vieja lesión en el codo derecho, el serbio busca y busca pero no se encuentra. Y, lo que es más preocupante, no ofrece pistas de que el hallazgo pueda producirse pronto. Si hace dos semanas cayó en la primera ronda de Indian Wells, esta vez el topetazo tuvo lugar en Miami, donde Benoit Paire le apeó en 67 minutos, por 6-3 y 6-4.
De nuevo, a Djokovic se le vio desdibujado: espeso a la hora de procesar el juego y devaluado físicamente, seguramente el mayor hándicap está en su interior, porque sigue sin haber indicios de ese tenista caníbal que no regalaba ni los buenos días. “Lo estoy intentando, pero esto no funciona”, admite el ganador de 12 grandes, que esta temporada únicamente ha disputado seis partidos y aterrizará en la gira de tierra batida (a partir del 15 de abril, en Montecarlo) con un déficit anímico de vastas dimensiones.
“Obviamente, no me gusta nada verme en esta situación. Yo quiero jugar lo antes posible a mi mejor nivel, pero debo asumir que en estos momentos eso es imposible”, aduce, incidiendo una y otra vez en que todavía es demasiado pronto para volver a verle a un nivel óptimo. Pide tiempo y paciencia Djokovic, que desembarcó en Miami con las buenas sensaciones que le producía el haberse entrenado por primera vez en mucho tiempo sin dolor. Sin embargo, el presente es crudo.
Después de someterse a una “pequeña intervención” del codo en Suiza, recortó los plazos de su reaparición y anunció su presencia en los dos primeros Masters 1000. En la atmósfera ya había escepticismo y sus dos apariciones todavía incrementan más las dudas. “Decidí jugar en Indian Wells y Miami porque quería comprobar si era capaz de competir con garantías”, expuso; “si hubiera estado seguro de no poder hacerlo no habría venido, pero lo estoy intentando. Desgraciadamente no tengo el nivel necesario”, admite.
Un discurso distinto
A comienzos de año, en Australia, las victorias contra Donald Young (63 del mundo), Gael Monfils (39) y Albert Ramos (22) se interpretaron como un esperanzador primer paso para ir recuperando el rumbo; luego chocó con Hyeon Chung (58), la revelación en Melbourne, de modo que aquella derrota se ligó al frenético ritmo del asiático y no tanto a una caída del serbio. Después, sin embargo, Nole ha ido de un ko a otro: primero contra Taro Daniel (109), y ahora frente a Paire (47).
Djokovic llegará a Montecarlo con un rodaje mínimo y la moral dañada. Preocupa su juego, su físico y su estado anímico, pero sobre todo el conformismo con el que asume los malos tiempos. En otra época, el discurso seguramente hubiera sido muy distinto y la reacción natural, la rebelión. Ahora, no. “No sé qué puedo esperar, realmente no espero nada. La vida sigue...”, expresa; “sigo enfrentándome a mí mismo, marcándome retos respecto a mi salud y mi tenis; trato de resolver las cosas, pero esto no funciona”.
Aunque no haya bajado los brazos, el mensaje de Djokovic alimenta la incertidumbre. El león que se hubiera revuelto en el pasado se encoge hoy día de brazos y no encuentra remiendos. Roland Garros se acerca y Djokovic sigue muy lejos del gran Djokovic. Hace tres años tocó el cielo (11 títulos) y en 2016 se liberó en París, pero el ejercicio pasado inició la cuesta abajo y este 2018 se le atraganta. La incógnita crece con el Nole más irreconocible.