Terrorismo
¿Se puede ser al mismo tiempo un matemático brillante, un ecologista convencido y un terrorista? Se puede. Es el caso real de Theodore Kaczynski, apodado Unabomber (University and Airline Bomber, es decir, Terrorista de Universidades y Aerolíneas), individuo que entre 1978 y 1995 envió 16 paquetes bomba con el resultado de tres muertos, 23 heridos y, probablemente, una de las psicosis colectivas más mediáticas de Estados Unidos. En el pasado diciembre, Netflix estrenó la muy interesante producción de Discovery Chanel Manhunt: Unabomber, que narra la persecución y captura de Kaczynski, un ermitaño de Montana que trajo de cabeza al FBI y muy especialmente a su analista Jim Fitzgerald.
Descubrir la destreza narrativa de la industria televisiva estadounidense es innecesario, pero en el caso de esta serie sí se debe destacar el afán de los guionistas por mostrar sin apriorismos a Unabomber, un ser inteligente que encuentra en el terrorismo su plataforma para transmitir su mensaje, y es precisamente el análisis del lenguaje escrito de su amplio Manifiesto el que conseguirá aportar las pistas para su detención. Lo llaman lingüística forense, y encontró en el agente Fitzgerald a su mayor abanderado.
Kaczynski consideraba que la irrupción de la tecnología coartaba la libertad individual al mismo tiempo que la revolución industrial sin medida acabaría con el planeta. Dos hipótesis verificables. Su terrible error fue optar por el asesinato como método divulgativo, pero la serie huye del maniqueísmo, sin ocultar la crueldad de la opción elegida. Son las consecuencias de sus atentados lo que justificará la cadena perpetua sin revisión en una celda de aislamiento de una cárcel de máxima seguridad y no sus análisis teóricos, una disección de la sociedad desarrollada actual que cada vez resulta más verosímil. Una excelente serie protagonizada magníficamente por Paul Bettany y Sam Worthington.