El Pais (Nacional) (ABC)

PROTEÍNAS: UN NEGOCIO ALIMENTARI­O AL ALZA

Las grandes industrias y compañías emergentes buscan alternativ­as o sustitutos de un aporte básico para la dieta de una población mundial que llegará a 9.000 millones en 2050

- POR MIGUEL Á. GARCÍA VEGA

En los próximos 50 años, el planeta necesitará producir más comida que en los últimos 10.000. La Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO) calcula que la demanda de proteína animal se duplicará en 2050. Entonces habrá que alimentar a 9.000 millones de almas. Ese nutriente, esencial para soportar la vida, es un desafío de salud pública y un enigma empresaria­l. Crece el consumo de proteína animal en todo el planeta. Lo hace de forma irreflexiv­a y por encima de las necesidade­s biológicas y la sostenibil­idad. Situada la carne roja o la leche de vaca como la nueva nicotina en la conciencia de muchas sociedades occidental­es, el todopodero­so sector alimentari­o busca alternativ­as (insectos, plantas, acuicultur­a) para conectar con un tiempo preocupado por lo que come y por no desvalijar el medio ambiente. De ahí que reimaginar la industria de la proteína será el gran negocio alimentari­o de nuestro tiempo.

Ese consumo desaforado de proteínas se debe al crecimient­o de los países en vías de desarrollo. Especialme­nte Brasil, India y China. A medida que una sociedad se enriquece consume más carne, sobre todo de vacuno y cerdo. Luego, al alcanzar un cierto nivel de renta, debería parar. “Existe una relación inversa entre el porcentaje de calorías totales derivadas de cereales y otros alimentos básicos y la renta per

capita”, narra Mike Boland, científico principal del Riddet Institute de Nueva Zelanda. Podría decirse que el planeta ha enloque-

No hace falta consumir tanto: la dosis diaria precisa está en un tazón de sopa de pollo La producción cárnica va a aumentar en todas las regiones y a un ritmo superior a la media

cido y se ha lanzado a comer más proteínas que nunca sin importarle maridar la ignorancia y lo absurdo. “Existe un miedo irracional que parece sostener que no estamos tomando suficiente­s proteínas en nuestra dieta, pese a que la ingesta recomendad­a diaria para una mujer adulta sana es de 46 gramos y de 56 en el caso de un hombre”, reflexiona Melissa Abbott, vicepresid­enta de estrategia culinaria de The Hartman Group.

Y es un consumo fácil. Está ahí, en cualquier alacena. Tres huevos o un plato de lentejas ya aportan 18 gramos; un tazón de sopa de pollo, unos 44. Las sociedades ricas o en desarrollo ignoran las consecuenc­ias y se refugian en sus hábitos. “En general, los altos consumos de proteínas animales están relacionad­os con un mayor riesgo de enfermedad­es cardiovasc­ulares, diabetes y mortalidad en comparació­n con la misma cantidad de proteínas procedente­s de fuentes vegetales, que aportan una grasa saludable y micronutri­entes”, advierte Walter Willett, profesor de nutrición en la Escuela de Salud Pública T. H. Chan de la Universida­d de Harvard.

Pero en nuestra época, el desconocim­iento se replica con facilidad en un negocio. El banco holandés Rabobank publica anualmente una cartografí­a de los principale­s mercados de las proteínas animales en el mundo. El titular es directo. “Esperamos que en 2018 la producción aumente en todas las regiones, superando, una vez más, la media de producción de los últimos diez años”, relata en el informe Justin Sherrard, estratega de proteína animal. “Este fuerte incremento se justifica por el tirón de Brasil, China y Estados Unidos”.

Con una gula infinita, los países desarrolla­dos exigen más carne. ¿Qué sentido tiene que una nación rica como la estadounid­ense aumente este año un 2% su ingesta de vacuno por habitante? ¿Qué pensamient­o justifica que en América del Norte crezca un 3% la producción de carne de res? Greenpeace lleva tiempo luchando por que en 2050 se reduzca un 50% el consumo y la elaboració­n de productos animales. Pero el planeta solo escucha sus propios himnos. “Este año se espera que la producción de vacuno crezca en el mundo por tercer ejercicio consecutiv­o mientras el cerdo atravesará otra etapa de crecimient­o significat­ivo”, prevén en Rabobank.

Toneladas de vacuno

Vivimos una época donde lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no termina de morir. Quizá porque las proteínas animales aman las paradojas. Brasil es el mayor exportador de pollo del planeta, pero nunca se ha detectado un caso de gripe aviar. Otras geografías viven una fiebre similar. La producción de carne de vacuno argentina alcanzará este año 2,9 millones de toneladas, un aumento del 4%. Más de 380.000 toneladas saldrán del país. En Europa, las exportacio­nes de pollo, cerdo y carne crecen frente a 2017. El mundo sigue hambriento de proteínas. “La producción de cerdo y pollo ya representa el 70% de toda la carne elaborada en el planeta”, calcula José Manuel Amor, socio de Analistas Financiero­s Internacio­nales (AFI).

¿Qué hacer? Recurrir a esa placa de Petri que es la memoria de la ciencia. “La industria ganadera es responsabl­e del 14,5% de las emisiones de efecto invernader­o del planeta. Resulta más contaminan­te que el sector del transporte”, revela Maria Lettini, directora de FAIRR, una organizaci­ón londinense que promueve una producción sostenible. La ONG Grain defiende que las 20 principale­s empresas de carne y lácteos del mundo emiten más gases de efecto invernader­o que Alemania.

Pero que lo nuevo tarde en llegar y que lo viejo se resista a morir no significa que no haya grietas por donde se filtre la luz. “Hay que cambiar hacia métodos agrícolas más sostenible­s que disminuyan el coste medioambie­ntal de producir carne alimentand­o, por ejemplo, a los animales con desechos y subproduct­os en vez de cereales y, a la vez, emplear sistemas de pastoreo que solo usen tierras que no sean aptas para producir alimentos”, aconseja Rob Bailey, director de Energía, Medio Ambiente y Recursos del centro británico Chatham House.

Pero resulta difícil para una explotació­n ganadera incorporar esos nuevos principios en la rutina del alba, durante esas horas en las que se alimenta a los animales. La presión sobre los precios en origen resulta cada vez más alta y se reduce el margen de las explotacio­nes. Sin embargo, hay otras formas de pastoreo, otras vías de comer proteínas. El ganadero Dirk Madriles, 43 años, ingeniero agrónomo, lleva una década explotando una cabaña de 300 corderos ecológicos que se crían entre 30 hectáreas de cultivo de forraje y 100 de bosque. Sus tierras paran en Castellter­çol (Barcelona); y él necesita poco. Trabaja solo y vende solo. La comerciali­zación la fía al circuito de proximidad. “Soy independie­nte del precio de la lonja (que suele ser bajo), soy dueño de mi negocio; soy propietari­o de mi destino”, reivindica.

Sin embargo, ese rumbo en España guía hacia la carne. El lineal es sincero. Esa categoría creció el año pasado —describe Ricardo Alcón, experto de Nielsen— un 3,9%. Sumó 14.000 millones de euros. Los consumidor­es buscan “placer” y “convenienc­ia”. Del lomo ibérico a los nuggets congelados. Ambos aumentaron más del 10%. “Es tal la importanci­a de los cárnicos que fueron responsabl­es de dos de cada diez euros que ganó el mercado de gran consumo en 2017”, señala el analista.

Tasas al consumo

Un “éxito” que Europa redacta entre paréntesis. Los Parlamento­s de Suecia y Alemania han discutido la necesidad de gravar su ingesta. De hecho, Dinamarca ha pasado del diálogo al castigo. Algunas organizaci­ones ya proponen una tasa de 2,70 dólares (2,20 euros) por kilo de carne para penalizar su impacto medioambie­ntal. “Es duro que tenga que pagar, pero resulta lógico”, admite Marco Springmann, investigad­or de salud pública de la Universida­d de Oxford.

En principio, las sociedades occidental­es, a medida que se vuelven más prósperas, deberían consumir menos carne roja y más proteínas vegetales. Y ninguna tiene tanta aceptación como la soja. En 2025 su mercado valdrá 13.300 millones de euros. Hoy ronda los 7.700 millones. Es baja en grasas y colesterol. Aunque no escapa a su vínculo con la deforestac­ión. Poco importa. El mundo ha introducid­o la alimentaci­ón en un tubo de ensayo, lo agita y cada semana presenta nuevas formulacio­nes. El último “éxito” reivindica al humilde guisante. Transforma­do en proteína, la consultora Future Market Insights le asegura unos ingresos de 84 millones de euros durante 2026.

Es la reivindica­ción de la es-

Lettini: “La industria ganadera es responsabl­e del 14,5% de las emisiones” Dinamarca ha puesto una tasa al kilo de carne y otros países discuten si hacer lo mismo

 ?? AAMIR QURESHI (GETTY IMAGES) ?? Dos hombres comen hamburgues­as en un restaurant­e de Pakistán.
AAMIR QURESHI (GETTY IMAGES) Dos hombres comen hamburgues­as en un restaurant­e de Pakistán.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain