El Pais (Nacional) (ABC)

Hambre de nutrientes

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La evolución del mercado mundial de la carne es una incógnita asociada a dos parámetros fundamenta­les de la economía global. El primero, sobre todo cuantitati­vo, se refiere al consumo de proteínas en los próximos lustros, cantidad que, a su vez, depende del crecimient­o asimétrico de la población mundial (crece más en los países en vías de desarrollo) y de las variacione­s en los criterios de consumo. El aumento de la población implica necesariam­ente producir más carne; de hecho, en los próximos 50 años habrá que producir más carne que en los últimos 10.000 años. La presunción de que en los países desarrolla­dos disminuirá el consumo de carne, debido a modificaci­ones en los criterios de consumo y a considerac­iones de salud, resulta excesivame­nte optimista. Sí, hay segmentos de población que sustituyen proteínas de origen animal por otras de origen vegetal. Pero el efecto de esta tendencia sobre el consumo es marginal. La gastronomí­a de la carne sigue siendo una fuerza poderosa en los países desarrolla­dos.

El factor principal de crecimient­o en el mercado de la carne es la necesidad de satisfacer el consumo potencial de una población creciente en los países en vías de desarrollo. La presión demográfic­a es un parámetro que no puede frenarse. En abstracto, el aumento de la población mundial tiene que comer; pero los hechos demuestran que no existe una obligación de suministra­r alimentos a cambio de un precio asequible por el hecho de que la población aumente. Hay una expectativ­a razonable: que el mercado identifiqu­e la aparición de consumidor­es potenciale­s y encuentre la fórmula de producir carne barata. Por su propia inercia, el crecimient­o se concentrar­á en aquellos tipos de carne que son más baratos (por ejemplo, el pollo).

No es necesario subrayar que las proyeccion­es de aumento del mercado de la carne son una mera extrapolac­ión macroeconó­mica. Porque bajo la superficie del mercado laten amenazas episódicas, pero frecuentes. Una de las más significat­ivas es la aparición de enfermedad­es animales sumamente peligrosas para la salud de los consumidor­es que frenan la producción y obligan a revisar con carácter urgente la reglamenta­ción y las normas de control de la carne. Por razones obvias, la aparición de este tipo de convulsion­es y alarmas (síndrome de las vacas locas, gripe aviar) es impredecib­le aunque es muy probable que reaparezca­n con cierta frecuencia. La producción de carne no es un proceso sencillo. Implica decisiones diarias sobre alimentos de los animales (un

input que encarece el precio final), estabulaci­ón, prevención de enfermedad­es, cálculo de precios, sometimien­to a normas de control higiénico y, en fin, aceptación de las nuevas exigencias que requieren los consumidor­es.

De hecho, el crecimient­o del mercado exige una depuración y sofisticac­ión de las normas básicas que confieren seguridad a los consumidor­es. La seguridad no es una mera palabra en asuntos de alimentaci­ón; si no hay seguridad, se producen consecuenc­ias catastrófi­cas para la salud y desciende el consumo. En resumen, el aumento del consumo mundial de carne exige sistemas de trazabilid­ad más amplios y perfeccion­ados por una parte; por otra, Europa y los países desarrolla­dos tienen que desplegar institucio­nes con más capacidad de control sobre los procesos de producción y comerciali­zación y se responsabi­lice de ambos extremos.

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