El exasesor de seguridad de Macron minimiza su relación con el presidente
Alexandre Benalla afronta en el Senado la controversia por su cargo en el Elíseo
Ninguna cercanía personal ni trato de favor. Una mera relación laboral con el presidente francés, Emmanuel Macron, y ni siquiera de máxima responsabilidad. Alexandre Benalla, el exasesor de seguridad del Elíseo y antigua sombra del mandatario, trató ayer de alejar toda sospecha sobre su otrora jefe, cuyo Gobierno superó dos mociones de censura tras revelarse que Benalla agredió a manifestantes cuando acompañaba a la policía como observador en las protestas del 1 de mayo.
“Jamás he sido ni policía ni guardaespaldas del presidente”, aseguró ante la comisión investigadora del Senado creada tras estallar el escándalo en julio, cuando se supo que seguía trabajando en el Elíseo pese a su actuación.
Solo después de que el diario Le Monde revelara la identidad de Benalla, el Gobierno anunció el despido del que estaba considerado como uno de los hombres de confianza de Macron, siempre a su lado desde la campaña, en desplazamientos oficiales y privados.
No fue suficiente. El caso generó un duro pulso entre el Ejecutivo, que intentó minimizarlo como una “tormenta en un vaso de agua”, y la oposición, que lo consideró una auténtica “crisis de Estado” que cuestionaba la ejemplaridad proclamada por Macron. Una pugna que desembocó en la presentación de dos mociones de censura contra el Gobierno que, pese a su fracaso, demostraron el grado de crispación política. Esta redundó también en sendas comisiones investigadoras en la Cámara baja y el Senado, paralelas a la abierta por la justicia en torno a los incidentes del 1 de mayo.
La comparecencia ante los senadores de Benalla, de 27 años, había generado una enorme expectativa. Una de las grandes dudas era si iba a guardar silencio, pero Benalla comenzó disculpándose con los senadores, no eludió ninguna pregunta y se definió como víctima de un “ensañamiento” mediático y político.
Ninguna de las preguntas giró en torno a su controvertida actuación el 1 de mayo, ya que habría supuesto una injerencia en el trabajo de los magistrados de la investigación judicial. Pero los senadores estaban más interesados en el papel de un joven como Benalla en el Elíseo, donde gozaba de privilegios como un coche oficial o una vivienda en un lujoso recinto normalmente reservado a altos funcionarios. Benalla también logró un permiso de armas.
Durante las casi dos horas y media de interrogatorio bajo juramento, Benalla rechazó categóricamente la imagen de hombre de confianza de Macron y se definió como un “jefe de orquesta” encargado de cuestiones de seguridad, pero de forma logística. Sobre el arma que portaba, argumentó que lo hacía para su protección personal, respuesta que irritó a los senadores presentes. Los de República en Marcha, el partido de Macron, no asistieron.
“Para ser un mero ‘jefe de orquesta’ no hace falta ni llevar armas ni estar tan cerca del presidente”, dijo el líder del partido de centroderecha UDI, Jean-Christophe Lagarde. El senador Pierre Charon, de Los Republicanos, calificó las respuestas de Benalla de intento de “echar una cortina de humo” sobre los hechos.