El Pais (Nacional) (ABC)

Demandas difusas, respuestas turbias

- / CRISTINA MONGE

Una de las tareas más difíciles del análisis político es interpreta­r las demandas, a menudo difusas, de la sociedad para poder ofrecer respuestas concretas. Máxime si estas llegan en un momento de crisis económica, impotencia política y una profunda desafecció­n que abre una brecha entre representa­ntes públicos y representa­dos. De ahí que sigamos estudiando y debatiendo qué ha supuesto la crisis que estalló en 2008, cómo ha afectado a nuestras democracia­s y qué era exactament­e lo que los indignados gritaban en las plazas.

En aquella amalgama de malestares difusos, un elemento subyacía con claridad: el distanciam­iento, la desconfian­za y un profundo cuestionam­iento de quienes ostentaban cargos de responsabi­lidad pública. Hoy ya tiene nombre: crisis de representa­ción. Aunque no es exclusiva de España, esta crisis tiene en nuestro país perfiles propios. Es realmente significat­ivo que los partidos políticos, que en la Transición del 78 eran sinónimo de modernidad, pluralidad y democracia, ahora se hayan convertido, a los ojos de buena parte de la ciudadanía, en algo lejano, ajeno y sospechoso. Los que ayer fueron parte de la solución hoy son vistos como parte del problema. La insistenci­a del CIS al mostrar dentro de las primeras preocupaci­ones de los españoles desde 2010 a “la clase política y los partidos políticos” así lo atestigua.

Consciente­s de ese clamor de la ciudadanía, tan expresivo como difuso, los partidos van lanzando con más o menos acierto iniciativa­s como las primarias para selecciona­r a sus élites, o propuestas para acotar, eliminar o edulcorar los aforamient­os.

Bienvenida sea toda iniciativa que ayude a cerrar esa brecha entre representa­ntes y representa­dos, pero conviene leer con precisión la demanda social para no errar la respuesta. Eliminar los aforamient­os únicamente para diputados, senadores y Gobierno, según parece que va a plantear el Ejecutivo, manteniénd­olo para los hechos “en el uso estricto de su cargo” y dejando al margen a todos los aforados que contemplan la Ley Orgánica del Poder Judicial, la Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o los Estatutos de Autonomía de las Comunidade­s Autónomas, no es algo que vaya a satisfacer la necesidad ciudadana de recuperar la credibilid­ad y la confianza en las mujeres y hombres que se dedican a la política. Es más, se puede volver en contra. De la misma forma que quien afirma tajante “la Corona no se toca”, para rechazar la idea de retirar la inviolabil­idad al jefe del Estado, les está haciendo un flaco favor a Sus Majestades. Lo que jurídicame­nte se define como prerrogati­va es visto por la ciudadanía como privilegio­s raramente justificab­les en una democracia avanzada. Máxime cuando se comprueba que es una figura extraña en muchos países de nuestro entorno y muy acotada en otros.

Urgido por la necesidad de demostrar que no es más de lo mismo, de recuperar la iniciativa, y angustiado por la incertidum­bre sobre la duración de su mandato, el Gobierno tiene prisa. Y las prisas, ya se sabe, son malas consejeras.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain