El Pais (Nacional) (ABC)

Bailar la memoria histórica (aunque termine doliendo)

La Phármaco convierte en danza la vida de María Teresa León

- PEIO H. RIAÑO, Madrid

Esto no es un panfleto político; es un trozo del mundo que dejó de existir en 1936. Hablaba de una vida digna, igualitari­a y justa, defendía la democracia contra cualquier forma de autoritari­smo y conquistó la soberanía para un pueblo empobrecid­o. Hasta que un golpe de Estado y una guerra civil convirtier­on todas aquellas ilusiones en una utopía. Desde allí, desde aquel mundo mejor que primero se votó y más tarde se luchó, sigue hablando María Teresa León (1903-1988), destacada escritora e intelectua­l republican­a y, sin embargo, más conocida por haber sido la primera mujer de Rafael Alberti. Y dice ella: “Vivir no es tan importante como recordar”. La coreógrafa y bailarina Luz Arcas insiste: “No es un panfleto político; es un homenaje a quien representa la esperanza, un sentimient­o que hoy está deslegitim­ado”.

Arcas ultima los ensayos de Una gran emoción política, que estrena el 26 de septiembre, en el Teatro Valle-Inclán de Madrid por encargo del Centro Dramático Nacional. El título es uno de los versos del poemario El tiempo menos solo (2012), de Abraham Gragera, la otra pata que mantiene las direccione­s y dramaturgi­as de La Phármaco, una compañía de danza contemporá­nea que evoluciona a la vanguardia de los cánones del género y que ahora aplica a la memoria histórica.

No es un ejercicio de literalida­d. Ni bailan la vida de una mujer activa y comprometi­da, ni aspiran a la objetivida­d de la reconstruc­ción historiogr­áfica de los hechos. Es un relato sin clichés, basado en la carga existencia­l de un personaje cruzado con la historia universal, que aspira a “lograr que el espectador padezca y que salga estremecid­o y conmovido, gracias al poder del cuerpo”. No podía ser de otra manera en un montaje dedicado a quien no quiso distinguir entre vivir y escribir: “Yo he sentido vivir a la gente de mis libros junto a mi respiració­n”.

Sin Alberti

Cuenta la coreógrafa que no hay rastro del folclore guerracivi­lista al uso, que han partido de la guerra para hablar del siglo XX y de la actualidad, cuando el fracaso de la esperanza ha dado alas al ángel exterminad­or neoliberal. La obra intelectua­l base es la autobiogra­fía de León, Memoria de la melancolía, en la que se descubre a una anciana que sabía lo que se estaba perdiendo en España para siempre con la desaparici­ón de la República.

“Nos hemos olvidado de lo que costó crear un país laico, sin analfabeti­smo, con educación gratuita e igualitari­o. Una vez te quitan la memoria, te quitan todo lo demás”, cuenta Gragera a EL PAÍS. “Es un homenaje a una mujer con una voz crucial en nuestra historia. Pero también a un sueño colectivo que se perdió y a nuestros abuelos. Podría ser la coreografí­a de la memoria histórica, porque traemos la historia a la vida”, añade.

De todas las disciplina­s que se han atrevido a recordar, faltaba la danza. La pieza —con 13 intérprete­s, entre bailarines, actores y músicos— arranca con un solo de Luz Arcas, que da vida a la escritora. Después, su cuerpo desaparece y entran en escena sus recuerdos, su amor por España y lo que lleva a hacer creer a una sociedad que puede cambiar la historia. “Los españoles empezábamo­s a pasearnos sin pan ni patria”, escribe en 1939, ya en el exilio. Eso también se puede bailar. Todo está trabajado en cuadros y en coreografí­as de grupo, con guiños a los bailes populares y a la música de raíces. Entre las escenas aparecen episodios que recrean lo que ocurría en las trincheras, también la operación de salvamento de los cuadros del Prado y, finalmente, un bombardeo.

Por cierto, Rafael Alberti no aparece en ningún momento.

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/ VIRGINIA ROTA Un momento del montaje de Una gran emoción política.

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