El Pais (Nacional) (ABC)

China, ante la tarea de salvar al elefante africano

- Por Erik Solheim

Los cazadores furtivos han matado a tantos elefantes que ya saben imitar los gritos que emiten los animales cuando agonizan. Son incluso capaces de reconocer cuando barritan al ver a uno de los suyos caído. Criaturas inteligent­es y sensibles, se sabe que las crías rodean y velan el cuerpo de su moribunda madre a veces hasta su propia muerte.

Detrás del comportami­ento despiadado con estos paquidermo­s, yace la codicia y el deseo por obtener un trofeo. La caza furtiva se explica por moda o por tradición: fueron los primeros colonos blancos los que comenzaron con esta práctica. En la época colonial el marfil era un premio.

A pesar de ser una vieja costumbre, la demanda de marfil se ha disparado en años recientes. Un hecho que coincide con el aumento de la riqueza mundial. En la última década, los cazadores furtivos han matado 100.000 elefantes africanos, un cuarto de la población. Muchos colmillos terminan en China y en otras partes de Asia, donde se tratan como baratijas o se venden como un símbolo de estatus.

Pero los elefantes no son las únicas víctimas. El comercio ilegal genera tan enormes ganancias a las organizaci­ones criminales, que causa inestabili­dad en todo el mundo. Suficiente razón para que China haya prohibido la venta de marfil, para alinearse con el veto internacio­nal que rige desde 1989.

Según una encuesta realizada en tres ciudades grandes del país asiático, el 95% de los participan­tes estaban a favor de la restricció­n. Hasta hace pocos años, había ciudadanos que ignoraban que para obtener marfil era necesario matar al animal.

África, hermano chino

Que la prohibició­n tenga un apoyo tan amplio es una victoria, pero la lucha por acabar con esta práctica está lejos de su fin. El comercio legal es una parte pequeña del problema. La batalla más importante radica en el ilegal. Reducir la demanda va a resultar clave, pero cambiar la mente de la gente no se logra de un día para otro, requiere un tiempo que la población de elefantes no tiene. Es esencial endurecer la ley y acabar con las mafias. Se requiere una acción coordinada entre el gigante asiático y los países de África.

La influencia de China en este continente ha crecido y con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que establece relaciones culturales y comerciale­s entre continente­s, lo hará aún más. Un millón de expatriado­s chinos viven en África y las empresas nacionales tienen una fuerte presencia en la mayoría de sus 54 países. Según las encuestas, el 70% de africanos tiene una buena opinión del país asiático.

China puede colaborar con las brigadas antifurtiv­os y apoyar a las institucio­nes que combaten la corrupción. África necesita encontrar fuentes de riqueza sostenible­s.

Cuando estuve en Sudáfrica con motivo de la ceremonia de los Premios Africanos de Guardas Forestales, Jack Ma, cofundador de Alibaba, prometió luchar por la conservaci­ón de la vida salvaje. China tiene la oportunida­d de pasar a la historia como salvadora del elefante africano y otras especies.

En su territorio, China se ha enfrentado a los grandes desafíos medioambie­ntales. Ha instalado sistemas de monitoriza­ción de calidad de aire para combatir la polución. Las ciudades son más eficientes y los medios de transporte más limpios. Ha invertido en enerdio gías renovables, lo que demuestra que el crecimient­o económico no requiere altas emisiones.

China puede guiar a los países africanos a la industrial­ización, pero esto no implica que alcancen los niveles de contaminac­ión contra los que el país asiático lleva años luchando. Las viejas formas de desarrollo ya no tienen por qué implicar un deterioro del medio ambiente.

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Erik Solheim es subsecreta­rio general de las Naciones Unidas y director ejecutivo de su Programa para el Medio Ambiente.

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