AL ‘DUXIANQIN’ LE QUEDA CUERDA PARA RATO
El futuro del salterio, un instrumento tradicional de la cultura Jing, está asegurado gracias al maestro Su Chunfa.
SuChunfa marca el ritmo con el pie y mueve suavemente la cabeza mientras rasga una cuerda amarrada a una base de madera. La música étnica fluye por el aire. El maestro, de 63 años, logra evadirse cuando toca el duxianqin o salterio de una cuerda, un instrumento tradicional de la etnia Jing, cuyos antepasados emigraron de Vietnam hace unos 500 años y se establecieron en las islas Wanwei, Wutou y Shanxin frente a la costa de Dongxing, región autónoma Zhuang de Guangxi.
Cuando le visitamos en la aldea Wanwei de Dongxing, Su se olvida de nuestra presencia. Solo nos presta atención una vez que concluye la pieza con el duxianqin. El salterio de una cuerda se convirtió en patrimonio cultural inmaterial nacional de China en 2011.
“Es increíble que una cuerda produzca una gama de melodías tan amplia”, cuenta Su. El
duxianqin es una parte indispensable de la vida de los Jing, que viven en la zona costera y se ganan la vida con la pesca. Tocan y cantan en su tiempo libre cuando vuelven de faenar en el mar y es típico en las bodas.
Un sonido milenario
El duxianqin se remonta al siglo VIII y es popular en países del sudeste asiático como Vietnam y Myanmar. Su lo toca desde los 5 años. “A mi familia le gustaba mucho, lo que hizo que desde pequeño me viera atraído por este instrumento”, dice. “Antes ayudaba a mi tío en su trabajo como ganadero y aprovechaba para aprender con él a tocar”. Cuanto más dominaba Su el instrumento, mayor interés despertaba en él.
Al cumplir los 11 años se convirtió en discípulo de un maestro local junto con cuatro de sus amigos. Todos lo dejaron al poco tiempo, incapaces de aguantar el duro y repetitivo entrenamiento. Para hacer sonar el duxianqin se necesita tirar de la cuerda mientras se controla el tono con el extremo del instrumento, que se asemeja a un palo y con el que se ajusta la tensión en el hilo. “Se basa en la sensibilidad de la mano y se necesitan años de práctica. Lo difícil es tocar con precisión y rapidez”, dice Su.
Su fue el único que aguantó el curso entero. Después de dos años de estudio, empezó a ofrecer conciertos junto con otros artistas de la etnia Jing. Este virtuoso empezó con recitales en su barrio hasta que dio el salto a la municipalidad de Shanghai y las provincias de Guangdong y Guizhou, en las que se convirtió en una sensación.
“La gente disfrutaba mucho. Es una excelente manera de mostrar la cultura Jing al mundo exterior”, explica con orgullo. Su da clases a estudiantes locales desde la década de los noventa. “Había muy pocas personas que lo tocaran en ese momento. Mi maestra me pidió que continuara con el legado del duxianqin”.
Al principio iba a las escuelas locales y enseñaba a tocarlo gratis. Pero el número de sus estudiantes creció. Por sus manos han pasado cientos de jóvenes. “Ya puedo estar tranquilo. Tengo muchos alumnos que lo tocan con solvencia”, afirma.
En la región existe una decena de academias en las que aprender a tocarlo. Su Chunfa ayuda con el envío de instrumentos y revisa cómo se imparten las clases cada vez que visita una de estas escuelas.
En 2008, su compromiso con el arte y la cultura locales le valió el título de director de Hating, un espacio en el que los Jing se reúnen y organizan fiestas. Bajo su mandato, el tradicional Hajie anual, o festival de Changha para los Jing, ha ido a más con el paso de los años.
El festival tomó forma en 1511, durante la dinastía Ming (1368-1644), pero dejó de celebrarse en la década de los sesenta antes de restablecerse en los ochenta. Tiene lugar el noveno día del sexto mes del calendario lunar chino. Este año cayó el 21 de julio. La actuación de Su fue un estupendo colofón al resto de bailes y cantos, los rituales de sacrificio de animales y las celebraciones de las cosechas de la temporada.
Para hacer sonar el
duxianqin se ha de tirar de la cuerda mientras se controla el tono con el extremo, similar a un palo