Francia se atrinchera ante otra jornada de protestas de los ‘chalecos amarillos’
París, la Ciudad de la Luz, la capital de los museos, de los teatros, la urbe de las grandes avenidas y bulevares, será hoy una ciudad fantasma, parapetada y cerrada a cal y canto por miedo a una nueva jornada de violencia con el anuncio de otra marcha de los chalecos amarillos, la cuarta, hacia la capital francesa, símbolo del poder central rechazado por este movimiento de protesta ciudadana. Un total de 8.000 miembros de las fuerzas del orden patrullarán la capital, y unos 89.000 se desplegarán en todo el país.
El principal destinatario de la cólera ciudadana, el presidente Emmanuel Macron, guarda un silencio que no ha roto desde su regreso de Argentina el domingo. El presidente de la Asamblea Nacional, Richard Ferrand, aseguró que Macron hablará sobre esta crisis. Pero lo hará “a comienzos de la semana” que viene para no echar más leña al fuego antes de la jornada ya de por sí tensa de hoy.
La cuestión no es tanto cuántos chalecos amarillos llegarán hasta París a manifestarse, sino el modo en que lo hagan. La cifra de participación en las protestas ha ido disminuyendo con las semanas y los días, pero no así los actos violentos que los han acompañado. El principal problema sigue siendo la morfología misma de un movimiento que carece de líderes claros o incontestables y que no responde a ninguna de las características tradicionales de las protestas sociales.
El ministro del Interior, Christophe Castaner, consideró que “varios miles de personas” se manifestarán hoy en París, algunos de ellos “ultraviolentos”, dijo. La fiscalía de París anunció ayer la apertura de una investigación “por provocación a la comisión de un crimen o delito” y por “organización de una manifestación ilegal” a uno de los iniciadores del movimiento de los chalecos amarillos, Eric Drouet, que esta semana llamó a “entrar” hasta el palacio del Elíseo durante una entrevista en la televisión.
Pese a los llamamientos a la calma de Gobierno, diputados,
autoridades locales y hasta sindicatos, la tensión es máxima y las fuerzas del orden han recibido orden de desplegarse masivamente. Alrededor de 8.000 policías y gendarmes en París, 89.000 en toda Francia, han sido movilizados para evitar que el “Acto IV”, como han denominado los manifestantes este nuevo sábado de protestas —el tercero de envergadura— vuelva a degenerar en escenas de caos, de vehículos en llamas y barricadas incendiarias, monumentos vandalizados como el Arco del Triunfo el sábado pasado y centenares de arrestos. Una docena de vehículos blindados de la gendarmería estarán desplegados
en París, un gesto inédito que muestra la seriedad con que se toma la situación un Gobierno desbordado por la cólera ciudadana, que no ha aplacado ni el anuncio de la suspensión, durante todo 2019, de la tasa del carburante que fue el detonante de un movimiento que ahora reclama más alivio fiscal y una mejora de su poder adquisitivo.
Durante todo el día de ayer, los comercios de algunas de las avenidas en la “zona de mayor riesgo” —prácticamente todo el centro, desde el Arco del Triunfo a la plaza de la República, punto de llegada tradicional de las manifestaciones— taparon sus escaparates con planchas de madera o incluso de metal.
No solo se protegían tiendas de lujo o bancos, blanco preferente de los disturbios del sábado pasado, sino también supermercados y cafés. “¡Cerramos! ¡Menuda locura!”, comentaba la cajera de la cafetería Nostrum, próxima al Arco de Triunfo, sobre el dispositivo previsto para la que normalmente debería haber sido una intensa jornada de trabajo, tan cerca de la Navidad.
Unas puertas más arriba, la tienda de Apple también confirmaba su clausura total durante la jornada, conforme al llamamiento hecho en este sentido por las autoridades. Aunque conlleve una gruesa factura: mil millones de euros de pérdidas en ingresos desde el comienzo de las protestas, hace un mes, según la Federación del Comercio y de la Distribución, citada por Reuters.