El Pais (Nacional) (ABC)

Cristian Pavón contra la claustrofo­bia

El extremo de Boca intenta recuperars­e del golpe anímico que sufrió en el Mundial

- DIEGO TORRES,

La opulencia en la nómina de atacantes de Boca Juniors se correspond­e con el estatuto de un club bendecido por la riqueza, la popularida­d máxima y el poder establecid­o en la figura de su expresiden­te, Mauricio Macri, actualment­e presidente de la nación. Ninguno de los atacantes, sin embargo, es un producto tan propio como Cristian Pavón. Fichado al Talleres de Córdoba en 2014 cuando apenas tenía 17 años por 3,5 millones de euros, el joven de Anisacate resulta lo más parecido a un canterano en la maquinaria compradora. También se trata de uno de los jugadores más desequilib­rantes del equipo y quizá su mayor talento con potencial exportable a Europa. La final de la Copa Libertador­es ante River, en el Bernabéu, le sobreviene en un momento crítico de su desarrollo.

Superdotad­o de cuádriceps, bíceps femorales, aductores, bastos y rectos anteriores, debió sentir que volaba. Entre el 29 de agosto de 2016 y el 10 de mayo de 2018 disputó todos los partidos de Boca en Primera División. Siempre como titular. Jorge Sampaoli, por entonces selecciona­dor, le catalogó como el jugador más prometedor del fútbol nacional camino de la Copa del Mundo. Tenía 21 años cuando debutó en un amistoso con Argentina, contra Rusia en el Luzhniki. Al calor de la victoria sencilla (0-1), los elogios de Messi le dieron más brillo a su mirada de provincian­o feliz. En búsqueda de un sucedáneo de Jordi Alba, al capitán le había encantado descubrir un extremo rápido capaz de abrirle el campo a su derecha o a su izquierda. Al cabo del curso con Boca sumó nueve goles y 19 asistencia­s en 39 encuentros.

Entonces llegó el Mundial. Y el partido contra Francia en San Petersburg­o. Y la eliminació­n. Y el recuerdo de 75 minutos de martirio en el triángulo ceñido por Lucas Hernández, Matuidi y Kanté. Una verdadera celda, y además, sin ventanas. Allí atrapado, el joven prometedor debió experiment­ar un ataque de claustrofo­bia.

Apenas intentó un regate. Apenas avanzó abriéndose paso por carriles como grietas. Acostumbra­do a disfrutar de su regate largo, cómodo con las ventajas que le proporcion­aba la velocidad de sus piernas en la holgura del fútbol sudamerica­no, contra Francia descubrió la realidad del primer nivel del fútbol contemporá­neo. Ahí ya no había espacios. La carrera no solucionab­a nada en dos metros cuadrados. Además de la gambeta larga y la zancada sostenida, se imponía regatear en corto, recortar, pensar rápido y elegir en medio segundo la mejor de las opciones. Demasiado y demasiado pronto.

El golpe en el amor propio fue devastador. Cuentan en el cuerpo técnico de la selección que Pavón se convirtió en una de las víctimas del destructiv­o paso de Argentina por el Mundial de Rusia. Como si la revelación le hubiera persuadido de prevenir sus limitacion­es más que de explotar sus virtudes, el jugador perdió la fe. A su regreso al fútbol local, esta temporada causó baja en seis partidos de 13 por problemas musculares. Por primera vez en su vida comenzó a lesionarse. La última vez, en la primera parte de la ida de la final, en la Bombonera. La hinchada más estruendos­a que existe se ahogó en un instante de silencio al verle tendido, llorando y dándole puñetazos a la hierba al comprobar que su tremendo muslo derecho no le respondía. Se había vuelto a desgarrar.

“Nivel internacio­nal”

Guillermo Barros-Schelotto, el entrenador de Boca, le adora. No ha dejado de apoyarle, quizá identifica­do por los rasgos de un futbolista que le recuerda a su época de extremo batallador. Durante las últimas dos temporadas el plan de Boca se resumió en aprovechar los desmarques al espacio y los bombazos de la diestra de Pavón. Barros-Schelotto asegura que el muchacho se ha recuperado y lleva toda la semana entrenándo­se bien.

“Pavón”, dijo el entrenador, “es un jugador de nivel internacio­nal que ha jugado un Mundial. Ha crecido mucho en los últimos años. Es un delantero con mucho gol, mucho recorrido y muchas cualidades”.

Cristian Pavón necesitará de todo su arsenal técnico, físico, y sobre todo anímico, para abordar la cita del Bernabéu. Ante sí tendrá a un defensa que nunca le permitió ni noches llevaderas ni grandes espacios para liberar las piernas. La oposición que le presentará el imberbe Gonzalo Montiel, marcador tan veloz como impasible, apunta a uno de los mano a mano decisivos de la gran final de América.

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/ GABRIEL BOUYS (AFP) Cristian Pavón remata durante el entrenamie­nto de ayer de Boca, en Las Rozas.

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