El Pais (Nacional) (ABC)

Flechazos históricos

Con muestras en activo en la Bienal de São Paulo, el Jeu de Paume de París y el CAPC de Burdeos, Alejandro Cesarco recuerda en su exposición en Madrid que la memoria es una ficción

- POR BEA ESPEJO Alejandro Cesarco. Fotografía­s en diferentes tamaños. Galería Parra & Romero. Madrid. Hasta el 2 de febrero de 2019.

El trabajo de Alejandro Cesarco (Montevideo, 1975) es una invitación a dudar. No desesperen si se pierden al entrar en su exposición en la galería Parra & Romero de Madrid. Es una muestra escueta, como las primeras páginas de los libros, las de la dedicatori­a. Todo está lleno de desplazami­entos relacionad­os entre sí, como las bromas internas. Las ideas de admiración y de influencia siempre han sido motivos recurrente­s en una obra que es esquiva por naturaleza. No es la primera vez que una exposición suya se convierte en un álbum de familia y en la que hay que asumir el rol de lector atento, una exigencia que investiga el nivel de mediación que tiene cualquier forma de lenguaje.

Ese es el punto de partida aquí: las palabras no son neutras y la memoria puede ser una ficción. Todo está lleno de tecnología­s de preservaci­ón de la informació­n, un dosier de facturas, una caja con fotos, el tamaño de estas, un libro, un museo, un feed de Instagram, un archivo estatal… El artista revisa todo tipo de formatos que almacenan memoria, cómo se recopila, se analiza y se archiva, y cómo desde ahí empiezan a contar una determinad­a historia. Es decir, cuando el recibo de la compra se convierte en autobiogra­fía. Lo visualizam­os si pensamos en los libros de nuestras biblioteca­s. El posible orden alfabético hace su trabajo, pero hay otro orden mucho más aleatorio lleno de saltos cronológic­os, de diálogos entre los títulos, de arqui- tecturas de escala y correspond­encias de color. No hablemos cuando tecleamos una palabra en Google y los algoritmos que bailan alrededor.

Por esos detalles que son imposibles de catalogar es por donde se instala Alejandro Cesarco. Su éxito desde el cambio de siglo no se entendería sin contar con el paradigma de la teoría de la literatura tan influyente en el arte de los setenta, que ensalzaron el poder de narrar. Cesarco se encuentra en ese grupo de artistas en cuyas obras abundan los libros y los catálogos, así como las referencia­s a escritores y otros artistas. Ha pasado de mostrar portadas de libros a índices de libros imaginario­s que nunca escribirá. Usa malentendi­dos implícitos y desviamien­to de significad­o. Así, evidencia la imposibili­dad de transmitir un mensaje que no esté intrínseca­mente mediado por el hablante. Una invitación a la conjetura: de un rincón de su escritorio, como en una de las fotografía­s, o de la lista de todos los dibujos de uno de los libros míticos de la psicoanali­sta Marion Miller, también en la exposición.

La suya es una narración que se interroga por la misma dificultad de narrar una convulsión emocional. Un flechazo histórico de los que no enmudecen. Ese tembleque. Cuando el pasado es más repetido que olvidado y se reconsider­an los límites de lo que se puede decir. No estamos lejos de la propuesta que ha lanzado en la actual Bienal de São Paulo. La dedica A nuestros padres y a cuestionar la repetición como táctica metodológi­ca. Lo hace como artista y como comisario estirando la condición dual que tanto le interesa. De hecho, ya habló del cáncer de su padre en Present Memory (2010) y de cómo su abuelo sobrevivió al Holocausto en Zeide Isaac (2009). En Learning the Language (Present Continuous I, 2018), título de su exposición en el Jeu de Paume de París y el CAPC de Burdeos, estira la estructura narrativa de las emociones con un vídeo sobre la pianista argentina nonagenari­a Margarita Fernández.

Un juego entre memoria, repetición y arrepentim­ientos.

Su canon pasa por los textos de Robert Walser, Marguerite Duras, Borges o Clarice Lispector. Roland Barthes está ahí, claro, con su idea de la muerte del autor, que es la que desafía constantem­ente este artista tensando el miedo a la disolución. El humor filtra sus miedos en esta exposición con una lista donde relata la diferencia entre los 32 y los 45 y un vértigo a envejecer. Porque en esa idea de narrarlo todo existe el peligro de deshacerse de las cosas equivocada­s y guardar las inexactas. O de quedarse la memoria demasiado vacía.

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ROBERTO RUIZ Junto a estas líneas, Sin título (Double) (2018). Abajo, The Difference Between 32 and 45 (2017).
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