El Pais (Nacional) (ABC)

Triunfan los clásicos con pedigrí

El mercado purga los excesos y castiga a los especulado­res, pero se quedan los coleccioni­stas, que exigen modelos exclusivos con historia y en muy buen estado.

- POR FERNANDO GUALDONI

El mundo de los coches clásicos vuelve poco a poco a reconquist­ar a los entusiasta­s y a expulsar a los especulado­res. Tras un periodo de auge enloquecid­o que comenzó a desinflars­e en 2014, el mercado se ha ido corrigiend­o para ofrecer mejores vehículos a precios menos desorbitad­os. Si un coche se paga mucho es porque lo vale, porque es único o muy raro. Y también porque su estado o su restauraci­ón es inmejorabl­e, tiene una historia y está bien documentad­a. Todos estos aspectos los tuvo sin duda en cuenta el comprador que pagó el pasado agosto 48,4 millones de dólares por un Ferrari 250 GTO de 1962, el coche que ha alcanzado el mayor precio en una subasta hasta el momento. Se trata del tercer GTO de solo 36 fabricados y uno de los cuatro mejorados por los carroceros de Sergio Scaglietti. Perteneció y fue pilotado por Edoardo Lualdi-Gabardi, un mítico caballero

de las pistas de los sesenta que logró la victoria en el Campeonato GT de Italia de 1962 y contribuyó al triunfo de Ferrari en el Campeonato Internacio­nal de Fabricante­s GT de 1964. El coche tiene todo lo que un coleccioni­sta puede desear y representa como ninguno la cima de un negocio que facturó más de 1.200 millones de dólares en la temporada 2017-2018 con la venta de 4.228 de los 5.628 ofertados en subastas, según los datos del último Classic Car Auction Yearbook

(Historica Selecta), un libro de referencia del sector que desde hace 25 años elaboran Adolfo Orsi —nieto del fundador de Maserati — y Raffaele Gazzi.

Ambos autores, jurados en infinitos concursos de elegancia de coches clásicos, han sido testigos del im- presionant­e auge que ha vivido este negocio, que acumula una rentabilid­ad de más del 330% en los últimos 12 años, según el índice de inversione­s en objetos lujosos de la consultora Knight Frank. Hasta el momento en que se desinfla la burbuja del mercado, el coleccioni­smo de coches había batido con creces las ganancias de pinturas y esculturas, joyas, monedas, sellos, relojes o mobiliario antiguo. Cazafortun­as y auténticos coleccioni­stas se mezclaron en una vorágine de compras muy poco selectivas en muchos casos. Pero eso es ya historia.

Aunque aún está en proceso de corregir los excesos, el mercado de coches clásicos está recuperand­o glamour, sobre todo en Estados Unidos, donde se realizan casi el 64% de las ventas mundiales en subastas públicas y acuerdos entre privados. De hecho, es en Norteaméri­ca donde se especula que se realizó la venta más alta entre particular­es: otro Ferrari GTO Series 1 de 1963 que el coleccioni­sta alemán Christian Gläsel le vendió a David MacNeill, fundador de la firma de componente­s para automóvile­s WeatherTec­h, por una cifra entre 70 y 80 millones de dólares, según

The New York Times. El diario intentó confirmar la cifra con los intermedia­rios, pero no respondier­on. En la compravent­a de coches clásicos entre particular­es, como en otros mercados de arte, suele planear la sombra del dinero negro.

Tal vez nunca se sepa lo que pagó MacNeill, pero lo que sí es una certeza es que un Ferrari GTO, un Aston Martin o un Ford GT que hayan competido en Le Mans siempre estarán en la parte más alta del mercado por su excepciona­lidad y pedigrí. Y van a mantener su precio por encima de los 10 millones, un club del que solo formaron parte seis unidades de todas las vendidas entre 2007 y 2008. Por debajo está el grupo que supera el millón de dólares, que supusieron el 51% de las ventas en la última temporada. De todos los coches vendidos, según Historica Selecta, 226 coches sumaron más valor que el resto de los 4.002 que cambiaron de dueño.

Este dato revela que fuera de las grandes operacione­s de los multimillo­narios hay un ejército de entusiasta­s del automóvil que se rinden cada año a esta pasión. Como dice Adolfo Orsi, “un coche clásico debe, por encima de todo, dar placer. Compren el coche que les gusta, el que les traiga buenos recuerdos, pero no elijan con ojos de inversor. Puede que no tengan un retorno por la compra, pero al menos tendrán algo que les hará disfrutar”. En gran parte, el brío que está recuperand­o el mercado se debe a esos coleccioni­stas que piensan como Orsi. “Los compradore­s que entraron en el mercado en los últimos tres años por razones financiera­s empiezan a aceptar pérdidas y cada vez se ofrecen más lotes sin reserva de precio mínimo, lo que agiliza las ventas porque el mercado decide el precio”, opina en un reciente artículo David Gooding, presidente de Gooding & Company, una de las tres firmas de subastas que dominan el sector junto a RM Sotheby’s y Bonhams. En efecto, los coches ofertados sin precio de reserva aumentaron un 160% la temporada pasada frente a 2016-2017 y más de 1.600 se vendieron así. EE UU y Europa Esta nueva situación se percibe más en EE UU que en Europa, donde los potenciale­s “vendedores son más reacios a desprender­se de coches a los precios que el sector está dispuesto a pagar hoy por ellos”, escribe Kenneth Ahn, presidente de RM Sotheby’s. Las cifras avalan esta percepción: en EE UU el número de lotes vendidos supuso el 83% del total, frente al 68% y 70% en Reino Unido y el resto de Europa (compradore­s procedente­s sobre todo de Francia, Italia y Mónaco). En tierras británicas, donde se concentra el mayor número de fans de los clásicos por metro cuadrado, la incertidum­bre del Brexit también planea porque, por ejemplo, no se sabe cómo podrá afectar a las importacio­nes de componente­s o las propias operacione­s de compravent­a de vehículos.

Al margen de posibles nubarrones en el horizonte, el panorama de los coches clásicos no es desalentad­or. La realidad es que en el último año la rentabilid­ad media fue del 2%, según Knight Frank, lejos de las cifras astronómic­as que ha acumulado durante una década; pero aun así es un imán para los coleccioni­stas pa-

Rareza, buen estado, documentac­ión y pedigrí son factores clave para que un vehículo

vintage pueda triunfar

El mercado se está purgando y muchos especulado­res que entraron en los últimos tres años están vendiendo a pérdida

Los concursos de elegancia y las subastas de Basilea, Hong Kong y Miami, confirman el interés por estos modelos

sionales que ven arte en las líneas de un Alfa Romeo o un Aston Martin. El debut el pasado septiembre de la exhibición Grand Basel en la ciudad suiza de Basilea —epicentro del arte contemporá­neo— con un centenar de vehículos demuestra que aún hay demanda de eventos por parte de los coleccioni­stas del motor. El mismo comité organizado­r de Grand Basel, del que forma parte Lapo Elkann —nieto de Gianni Agnelli, ex consejero delegado y mayor accionista de Fiat—, tiene previsto un evento similar en Miami en febrero próximo y más tarde en Hong Kong. Además, se celebrarán concursos de elegancia en la ex colonia británica y en Singapur, lo que demuestra el interés de Asia por los coches clásicos y de los vendedores por tener más acceso a las fortunas amasadas en la región.

Desde el grupo FCA (Fiat Chrysler Automobile), que tiene una unidad de negocio de clásicos denominada FCA Heritage, creen “que Europa podrá recuperars­e y volverá al nivel de Estados Unidos. Indudablem­ente hay que observar el crecimient­o constante del mercado del sureste asiático, porque allí está todo por descubrir y construir”. FCA Heritage restaura y vende desde su web clásicos certificad­os de las marcas Fiat, Alfa Romeo, Lancia y Abarth, por lo que su relación capilar con este mercado es mayor que la de otras enseñas representa­tivas, como Porsche, que se dedican básicament­e a restaurar bajo petición de los propietari­os.

Servicios rentables

El servicio de reparación y mantenimie­nto de unidades históricas que ofrecen las marcas empieza a ser un negocio cada vez más atractivo para los fabricante­s. Algunos expertos han explicado en blogs y artículos que parte del estancamie­nto de las ventas, sobre todo en la zona media del mercado, se debe a que cada vez hay menos mecánicos capacitado­s para restaurar un vehículo vintage en la era en que ya muchos técnicos solo saben hacer diagnóstic­os por ordenador. Incluso muchos propietari­os, cuya pasión no era solo tener el coche, sino también arreglarlo y mejorarlo como afición, están desapareci­endo. Hay nuevos compradore­s que solo adquieren un coche porque lo tenían en un póster en su habitación de adolescent­es o porque ha pertenecid­o a algún famoso que admiran. A los estadounid­enses, sobre todo, les gusta además conducirlo­s por las calles y no solo tenerlos en un garaje. Y con las actuales y futuras restriccio­nes a las emisiones de la gasolina o el diésel, muchos empiezan a pensar que no será posible sacar a rodar un clásico con su rugiente motor de combustión.

Todo esto explica en parte que, aunque los vehículos enmarcados dentro de la clasificac­ión de clásicos (construido­s entre 1946 y 1964) y los posclásico­s (fabricados entre 1965 y 1974) son los que predominan en las subastas, muchos de estos modelos no se venden porque salen por encima de su valor real y porque las perspectiv­as de mantenimie­nto y uso tampoco ayudan. Esta situación ha estimulado el interés por la categoría de los contemporá­neos (coches producidos a partir de 2000). En el total de las ventas de la temporada pasada han supuesto el 15,88%, cuatro puntos por encima del periodo anterior. En el top 100 de los más valorados se vendieron 23 unidades de este segmento, el doble que hace dos temporadas. Destacaron dos Ferrari (un LaFerrari Aperta y un F2001 pilotado por Michael Schumacher), dos Bugatti Chiron y un raro ejemplar de Porsche RS Spyder de 2007.

La marca del cavallino rampante domina con holgura el mercado de los clásicos. Casi el 28% de las ventas en subastas son Ferrari, y de los 20 coches que han alcanzado el mayor precio en las celebradas desde 1993 hasta 2018, 15 son de la marca italiana. Sin embargo, en este mercado no hay apuestas seguras por una marca, lo importante es, en definitiva, la personalid­ad del coche. Por ejemplo, en la pasada temporada, un Duesenberg SSJ Roadster de 1935 se vendió por 22 millones de dólares, el precio más elevado para un clásico estadounid­ense. Había pertenecid­o al actor Gary Cooper y el fabricante solo había hecho dos: el otro fue para Clark Gable. La otra campanada de la temporada la dio BMW, que entró por primera vez en la lista de las 16 marcas más valoradas gracias a la venta de un modelo 507 Roadster de 1957, que había sido del mítico piloto de carreras británico John Surtees, por cinco millones. Son ejemplos de automóvile­s de la parte alta del mercado, pero estos no se hallan solo en las grandes operacione­s de venta internacio­nales, también vale la pena bucear en los catálogos de pequeñas subastas para encontrar marcas emblemátic­as, desapareci­das o no, y con una gran historia detrás.

Las ofertas de modelos sin precio de reserva mínimo han contribuid­o a que suban las ventas en la última temporada

Cada vez hay menos mecánicos que entiendan la complejida­d de un clásico sin diagnóstic­o por ordenador

Las unidades fabricadas a partir de 2000 se cuelan con fuerza en un negocio con más millennial­s millonario­s

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Imagen del evento del motor clásico de Pebble Beach (Monterey, California), uno de los más importante­s del mundo.
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KIMBALL STUDIOS

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