El ‘annus horribilis’ del automóvil
Ala deriva y desbordado por los acontecimientos.
A priori, 2018 cerrará como un buen año para el automóvil en España, con más de 1,3 millones de matriculaciones (+8%), 1,55 millones con comerciales e industriales. Y se volverán a rozar los tres millones de producción, así que seguiremos en el segundo puesto europeo y, quizás, en el octavo mundial.
Pero estos resultados no pueden ocultar un ejercicio nefasto para el futuro de la industria en España, que puede estar viviendo su canto del cisne ante los retos que le vienen encima. Y 2018 pasará a la historia como el año de las derrotas de un sector que supone el 10% del PIB nacional.
Si el dieselgate y otras secuelas, incluido el escándalo de Carlos Ghosn, han dilapidado la credibilidad de la industria, la inoperancia con que ha afrontado la criminalización del diésel, justo cuando se han resuelto sus carencias y aporta ventajas en las emisiones de CO2, ha sido patética. El resultado es una derrota humillante que afectará al empleo en las fábricas, pero también al medio ambiente, con más gases de efecto invernadero.
Pero si alguien creía que sacrificando los diésel acababa el problema, el efecto ha sido el contrario: tras cobrar la pieza, la ofensiva pasa ahora a todos los motores térmicos, con pena de muerte para 2040. Y la respuesta del sector ha sido similar, un comunicado temeroso de Anfac, la asociación nacional, y ausencia de propuestas alternativas que rebatan el relato negativo contra el automóvil. La consecuencia: confusión total en los clientes —ya no dudan si comprar diésel, sino cualquier coche de combustión— y caída de las ventas.
El futuro del automóvil es eléctrico sí o sí, pero exige tiempo. Hay que multiplicar la producción de electricidad verde, desplegar infraestructuras de carga, bajar el coste de las baterías y aprender a fabricar coches eléctricos competitivos, salvo si se acepta pagar su sobreprecio. Entre tanto, deberán convivir con las tecnologías actuales, así que ponerles fecha de caducidad solo sirve para cancelar las inversiones y renunciar a más mejoras en el futuro. En resumen, otro mal negocio para el planeta.