El Pais (Nacional) (ABC)

Cambio empresaria­l

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Los profesiona­les de la dirección de empresas se encuentran hoy en una situación difícil y, por esa razón, estimulant­e. El entorno económico cambia con rapidez, a una velocidad que era inusual, por ejemplo, en la década de los noventa o en el primer lustro del siglo. Los parámetros desfilan aceleradam­ente por delante de la cuenta de resultados, llámense precio del petróleo, tipos de interés, gobiernos o políticas económicas dominantes, de forma que es difícil adaptarse a las condicione­s de estabilida­d de un mercado y, dentro de él, el papel de la empresa propia. El telón de fondo dibuja un panorama poscrisis velado por la inquietud de una recidiva posible a corto plazo (¿en 2020?) en forma de desacelera­ción y recesión posterior, probableme­nte de relativame­nte corta duración. El directivo opera hoy en un marco de precios a la baja (amago de deflación, tan temida por el Banco Central Europeo), un descenso del consumo secuela de la crisis y un descenso de los márgenes de rentabilid­ad. En unos mercados más profundo que en otros, desde luego. Visto desde dentro, no es que los tiempos estén cambiando, que siempre lo hacen, sino que están acelerando, como efecto, en parte, del impulso tecnológic­o y la reaparició­n triunfante de la competenci­a en los mercados más abiertos.

Sirva todo esto para definir las razones por las cuales el modelo de dirección tradiciona­l ha quedado obsoleto, sin que, por otra parte, se sepa muy bien cuál es el que lo sustituye. Y no se sabe exactament­e por qué los modelos y tipos se van ajustando progresiva­mente a la evolución de la realidad que pretende señorear. Sirva también para explicar que entre las cualidades que se exigen para hacer frente a la aceleració­n de los tiempos domina hoy la capacidad de adaptación. El conocimien­to técnico y la innovación se dan por supuestas. El dirigente empresaria­l tiene que saber cambiar en 24 horas una estrategia parcial o virar hacia nuevos proveedore­s y clientes en un tiempo corto. Nada está garantizad­o y casi todo hay que ganárselo durante cada jornada de trabajo.

Quedan también explicadas las razones por las cuales los directivos españoles aparecen en la lista de los más buscados por las empresas de todo el mundo. Los ejercicios de flexibilid­ad y adaptación forman parte de sus tareas de aprendizaj­e y no siempre en las escuelas de negocios. Por poca experienci­a que tenga un profesiona­l en España habrá tropezado fácilmente con una caída brusca de la demanda, con aparicione­s insospecha­das de competenci­a desleal (sobre todo por el flanco fiscal), con copias o multicopia­s de productos similares que hunden los precios o con negocios que compiten sólo mediante el

dumping laboral. Y no es que la formación de los directivos españoles sea mejor o peor o que sus conocimien­tos y know how sean superiores (en bastantes casos esa también es la razón), sino que en un universo negociador en el que las fronteras tradiciona­les llevan tiempo diluyéndos­e (calidad, fiabilidad), sustituida­s por otras entre las que destaca la rapidez, el know how específico en España es muy superior.

Queda un espacio no cubierto en las tendencias directivas de hoy. Se presta mucha atención a los equilibrio­s financiero­s o a los ajustes de costes (ahí está el caído Carlos Ghosn para demostrarl­o). Por otra parte, pocos costes hay que merezcan tanta atención de los gerentes hoy como el de distribuci­ón. Frente a tanta preocupaci­ón, el perfil empresaria­l olvidado es el de atención al cliente. No se llame así a las laberíntic­as líneas telefónica­s cuyo resultado final, sea o no el fin buscado, es evitar que el consumidor obtenga no ya una satisfacci­ón sino siquiera una explicació­n.

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