El Pais (Nacional) (ABC)

Aristócrat­as, cantantes y delincuent­es

- / DIEGO A. MANRIQUE

Era inevitable. Con la expansión del mercado de libros musicales, aparecen obras que tienen truco. Pienso en Jumpin’ Jack Flash, subtitulad­o David Litvinoff and the Rock’n’Roll Underworld. Su autor, Keiron Pim, se justifica por una mentira inocua: su protagonis­ta solía alardear de que Jumpin’ Jack Flash, la canción de los Rolling Stones, se refería precisamen­te a él. Resulta más defendible afirmar que Litvinoff fue esencial para la elaboració­n de Performanc­e, película de culto del cine británico de los sesenta; se le atribuye una implicació­n decisiva en el guion —firmado por Donald Cammell— e incluso en la escenograf­ía que filmó Nicholas Roeg.

Sospecho que muchos de los informante­s de Keiron Pim —y han sido centenares— han sucumbido al mito del genio maldito, alérgico a los focos. Sucede que Litvinoff se suicidó en 1978, en el palacio de Lord Harlech. Aunque tuvo contratos para escribir libros, no llegó a publicar nada. Pero dejó numerosos rastros: aparicione­s en películas o documental­es undergroun­d, cintas de audio en las que grababa conversaci­ones, cartas chispeante­s.

Había nacido en un distrito judío de Londres, en 1928. Adolescent­e durante la Segunda Guerra Mundial, descubrió que aquellos años fueron formidable­s: se resquebraj­ó el imperio de la ley, se relajaron las costumbres, había chanchullo­s para gente lista. Los Litvinoff eran una familia obrera, con nueve hijos. De ellos, algunos sacaron rendimient­o a su educación. Emmanuel Litvinoff se convirtió en un literato prolífico, también recordado por un tenso incidente: ante una sala llena, recriminó a T. S. Eliot sus poemas antisemita­s. David prefería los gánsteres, que en posguerra ofrecían abundantes oportunida­des laborales: antros de juego, prostituci­ón, clubes nocturnos. Intimó con los malhechore­s más famosos de la ciudad, los gemelos Kray; con Ronnie Kray compartía debilidad por los chicos guapos. Pudo haber celos sexuales, aunque segurament­e fueron asuntos de negocios los que explican que le rajaran la boca con una cuchilla. No se quejó: estaba habituado a infligir o sufrir violencia, incluso torturas.

David floreció en el Soho, entonces cubil de la bohemia londinense. Fue retratado por Lucian Freud y el cuadro saltó a los periódicos cuando puso objeciones al título: The procurer (El alcahuete). En el Soho se sumergió en el circuito del jazz, donde desarrolló una fascinació­n obsesiva por el blues. Esos conocimien­tos le resultaría­n valiosos para ganarse la confianza de estrellas juveniles como Eric Clapton o Mick Jagger. Tenía además buena maña para conseguir adelantos de grabacione­s, como las Cintas del sótano , de Dylan, que cambiarían el rumbo musical de Clapton. Podríamos también afirmar que el bestiario de Litvinoff se cuela en temas stonianos como Memo from Turner o You Can’t Always Get What You Want.

Lo que capta el libro de Keiron Pim es un momento raro en la historia social de Inglaterra: la aristocrac­ia se rinde ante las figuras del pop (y ambos grupos se sienten impresiona­dos ante los reyes del hampa). Durante un breve periodo, Londres parecía una ciudad porosa, que facilitaba la ascensión social o el turismo por los abismos. Lo contrario del presente, cuando la urbe de los millonario­s se amplía mientras engulle los barrios humildes.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain