El Pais (Nacional) (ABC)

Madrid, no tan Buenos Aires

La capital recibe a miles de hinchas argentinos en el puente más largo de España, aunque su presencia solo se notó en la parte más turística del centro

- MANUEL VIEJO, Madrid

Por Buenos Aires no se ve ningún argentino. Dicen que han venido miles, que van con remeras rojas y blancas o amarillas y azules. Pero no. Por este rincón madrileño, ni rastro. “No hay más seguridad que otros días”, dice la vigilante de este metro de Vallecas que lleva el mismo nombre que la capital argentina, donde la final entre Boca y River ni existe en los bares cercanos. “No me interesa. No lo pondremos”, cuenta un camarero de la cafetería El Pernil. “No tenemos reservas. Pero hay carne muy buena”, dice Antonio Roizo, cocinero de la Parrilla El Alto. Por no haber argentinos, no hay ni en República Argentina. Las únicas banderas que se atisban en esta plaza son las españolas de los balcones. “Aquí está todo tranquilo”, dice el vecino Alejandro Rodríguez, de 49 años. “Me gusta el fútbol, pero no voy a ver el partido”. Como en los dos restaurant­es cercanos. En El Viso: “Porque es peligroso”. Y en el UVAL: “Me parece bien que la final la traigan aquí, pero todo esto se vive por el Bernabéu y por Sol”. Los argentinos en Madrid no están ni en Buenos Aires ni en la República Argentina, los que han venido a la final de la Copa Libertador­es están en el centro. Como todos.

Madrid está abarrotada desde el jueves. La final más larga ha coincidido con el puente más largo de España. Y parece, por los comentario­s recogidos en Sol, que todas las comunidade­s se han alojado aquí: “Qué de gente por favor, no se puede ni caminar”. Da igual la hora. Son las cuatro de la tarde. “Mira, estos son los argentinos que han venido”. Un grupo de River se hace una foto debajo del reloj de Sol.

Los de aquí, en cambio, huyen. “Como buen madrileño hasta el 10 de enero no vuelvo al centro”, dice Javier Ortega, de 53 años. Madrid ha acogido de sopetón la final de las finales de Argentina. Desde que se anunció el evento muchos de sus habitantes viven con un “y si…” en el pecho. “¿Y si pasa algo?”, “¿y si hay un atentado?”, “¿y si se pegan?”. Son las 11.00 en el Paseo del Prado. Acaba de concluir una carrera popular. “O estás por aquí, o no te das cuenta de la final”, dicen los madrileños Rubén y Amelia, de 29 y 26 años, tras finiquitar los cinco kilómetros disfrazado­s de Papá Noel. Muy cerca, La Maja Desnuda espera a más argentinos de lo habitual: “Es mi primera vez en España y tenía que venir al Prado”, cuenta el bonaerense de Boca Santiago Pela, de 35 años, que viene con su padre al partido.

Por Gran Vía se camina con mate, con bufandas, con banderas. Y con bolsas de Primark, claro. Por Carretas nadie se acuerda de que pasaban coches. Por Montera las tiendas de regalos castizos hacen el agosto vendiendo camisetas del encuentro a 20 euros. Y por Nuevos Ministerio­s, al Metro se le llama subte:

— ¿Algo bueno de la gente de River?

— Nada, qué van a tener, son de la B [Segunda División].

Estos cuatro amigos de Boca acaban de llegar a la Castellana. Les recibe un despliegue de seguridad de 4.000 efectivos con miles de compatriot­as cantando: “La Copa Libertador­es es mi obsesión, tenés que dejar el alma y el corazón. Ya vas a ver, no somos como los putos de River Plate”. Les esperan cuatro barras de bar con 80 camareros listos para servir 4.000 litros de cerveza Mahou a 7,50 euros. No. No hay Quilmes. “Dale, dale, dale, dale Boca…”. Tampoco hay asados, ni empanadas. Solo perritos calientes o bocatas de jamón a cinco euros. Hasta las 17.30. Después, al estadio.

Reventa

En los alrededore­s del Bernabéu la reventa está a 300 euros. “Las que quieras”, ofrece un señor de unos 50 años, al lado de la puerta de acceso a la prensa. El paseo hasta Plaza de Castilla recuerda al de la avenida bonaerense 9 de julio: “Al cobarde de Tevez lo mandaste a la tele, a pedir por favor que el partido no se juegue, están todos cagados, están muertos de miedo, porque saben que si juegan los cogemos de nuevo”.

Los argentinos que han venido a ver la final se dividen. Los que viven aquí están encantados: “Es una vez en la vida”, cuenta Dani Riobóo, de 42 años; “compré la más barata [80 euros]”. Los de allí, no tanto: “Pésimo, pésimo”, opinan Lucía Sima, de 27 años, y Fernando Tormo, de 31. “Nos jodieron”.

A 10.000 kilómetros de distancia de Buenos Aires, en plena Castellana, lo más cercano a la capital argentina era un churro relleno de dulce de leche. La boliviana Marioli Levia, de 33 años, preparó este manjar por la mañana en su cafetería Kini, al lado del metro de Plaza de Castilla. “Vinieron a desayunar muchos. Lo echarían de menos”.

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/ ÁLVARO GARCÍA Fiesta de los aficionado­s de Boca en Nuevos Ministerio­s en la mañana del domingo.
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/ SANTI BURGOS Fan zone de los hinchas de River en Plaza de Castilla.
 ?? / Á. GARCÍA / GETTY ?? A la izquierda, un seguidor de Boca con una bandera gigante. A la derecha, hinchas de River.
/ Á. GARCÍA / GETTY A la izquierda, un seguidor de Boca con una bandera gigante. A la derecha, hinchas de River.
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