El Pais (Nacional) (ABC)

“Con la gimnasia la guerra desaparecí­a”

LARISA LATYNINA Exgimnasta, ganadora de 18 medallas olímpicas

- ELEONORA GIOVIO, Madrid

“Recuerdo los sótanos en los que nos escondíamo­s en los bombardeos”

Hasta la aparición de Michael Phelps nadie había ganado más medallas olímpicas que Larisa Latynina. La gimnasta rusa se colgó 18 (nueve de oro, cinco de plata y cuatro de oro) a lo largo de tres Juegos: Melbourne 56, Roma 60 y Tokio 64. Phelps se retiró después de Río 2016 con un botín de 28 metales. Larisa abandonó la gimnasia en 1966 con 32 años; hoy tiene 83. Está en Madrid porque ha sido galardonad­a por el diario As con el Premio Leyenda que recogerá esta noche en una gala en que todas las distincion­es serán para mujeres, desde Edurne Pasaban, a Carolina Marín, Gisela Pulido, la selección de baloncesto... Latynina conserva la mirada coqueta y la sonrisa de su época de gimnasta. No habla inglés y su yerno, Rostik, que nació en Venezuela, hace de traductor. Pregunta. ¿Qué vida lleva? Respuesta. Mi ritmo de vida es acorde a mi edad [se ríe]. Cuando estoy tumbada tengo un montón de planes en la cabeza, pero en cuanto me levanto los planes empiezan a reducirse… Vivo en el campo, en una pequeña aldea a dos horas de Moscú.

P. ¿Qué le dijo a Phelps cuando se encontraro­n en Londres?

R. Mi primera impresión fue que es un joven muy atractivo, muy simpático y con sentido del humor. Lamentable­mente yo no hablo inglés y él no habla ruso. Por lo tanto, la comunicaci­ón fue un poco limitada. Le regalé una réplica en cerámica de una medalla conmemorat­iva.

P. ¿Cómo se consiguen 18 medallas olímpicas?

R. Yo nunca me había puesto esa cifra como meta, simplement­e hacía lo que me decía el entrenador.

P. ¿Así de fácil?

R. Cuando salía al tapiz intentaba hacer de la mejor manera lo que había aprendido en los entrenamie­ntos. ¿Conseguir medalla? Eso ya dependía de los jueces.

P. Dicho así parece fácil…

R. Mi entrenador me decía: ‘Si haces el ejercicio como tú sabes y no consigues medalla, vamos a trabajar más’.

P. ¿Simone Biles podría alcanzarla?

“El premio de la primera medalla fue comprar un coche sin lista de espera”

“Nunca me sentí una heroína. Me enteré del récord solo en 1978”

R. No sé, porque comparado con antes la carrera deportiva de un deportista es muy corta. La gimnasia se ha puesto muy complicada. Me gusta mucho lo que hace Biles. Me gustaría que fuera un poco más alta [mide 1,42m], me impone mucho y me fascina su capacidad de salto y rebote. Lo que le dan sus piernas en los saltos y en los ejercicios en el suelo es impresiona­nte. Cuando la veo en las paralelas, me gustaría que sus ejercicios fueran más limpios, que los pies fueran más rectos.

P. ¿Cómo era la gimnasia de su época?

R. Cuando yo empecé el suelo era de madera, luego fueron poniendo una alfombra muy fina; después entre la alfombra y el piso empezaron a colocar una franja para amortiguar. Todo era mucho más rígido, había muy poco rebote.

P. ¿Los entrenamie­ntos cómo eran?

R. Entrenábam­os tres veces a la semana… ahora se entrenan tres veces al día.

P. ¿Dónde tiene las medallas? R. ¡Es secreto!

P. ¿En qué consistían los premios?

R. En Melbourne gané seis y recibí un premio en dinero. Era aproximada­mente lo que costaba un coche. Me dieron el derecho de comprar un coche sin ponerme en lista de espera, porque en la Unión Soviética todo era deficitari­o.

P. ¿Qué recuerda de su infancia en Jersón, en la orilla del río Dnieper?

R. Recuerdo la Segunda Guerra Mundial y todas las cosas horribles que viví. Recuerdo los sótanos a los que teníamos que ir corriendo a esconderno­s cuando había bombardeos, recuerdo las bombas. Ojalá nadie en edad infantil tenga que pasar por esos momentos tan horribles.

P. Su padre falleció en la batalla de Stalingrad­o. Usted era una niña. ¿Quién y cómo le explicó lo que es una guerra?

R. Nadie me lo explicó. Lo vi con mis ojos. Tengo todavía la imagen grabada de cuando los alemanes entraron en Jersón. Era junio, hacía mucho calor y había mucho polvo en el aire, recuerdo que llegaron en sidecar. Era la primera vez que yo veía eso. Los manejaban oficiales, con uniformes verde oliva y gafas grandes de lentes oscuras, llevaban algo metálico pegado en el pecho. Esa imagen la tengo plasmada en mi memoria. Mi mamá decidió que lo mejor era que me fuera de Jersón, a un pueblito en las afueras con sus familiares. Me hizo una mochila y la rellenó de pan seco. Cuando me lo puso, perdí el equilibrio y me caí de espaldas. Me acuerdo de lo mucho que lloró porque el pan seco se trituró. Tengo imágenes horribles de la guerra en mi memoria; las viví en la niñez pero siguen ahí. Siempre trato de evitarlas.

P. ¿La gimnasia fue su refugio?

R. Sí, cuando practicaba ballet y gimnasia las imágenes de la guerra desaparecí­an.

P. ¿Se sintió una heroína?

R. Nunca. Para empezar me enteré de que tenía el récord de medallas olímpicas en 1978. Hasta entonces yo no sabía nada de heroísmo y leyenda.

P. ¿Cómo se enteró?

R Recibí una copia de un artículo publicado en Checoslova­quia. Había una lista de deportista­s con medallas olímpicas y vi que mi nombre estaba el primero. El segundo era Paavo Nurmi y el tercero Mark Spitz.

 ?? / ÁLVARO GARCÍA / CORDON PRESS ?? Larisa Latynina, el pasado sábado en Madrid. A la izquierda, en los Juegos Olímpicos de Roma 1960.
/ ÁLVARO GARCÍA / CORDON PRESS Larisa Latynina, el pasado sábado en Madrid. A la izquierda, en los Juegos Olímpicos de Roma 1960.
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