El Pais (Nacional) (ABC)

La presión popular gana su primera batalla en Hong Kong

Una manifestac­ión masiva logra que el Parlamento aplace sin fecha la tramitació­n de la polémica ley que permite extraditar a China

- MACARENA VIDAL LIY,

Una protesta masiva en Hong Kong fue reprimida con dureza por la policía, pero logró una primera victoria: que el Parlamento del territorio autónomo aplace, sin fecha, la tramitació­n del proyecto de ley que permitiría por primera vez la entrega de sospechoso­s al régimen chino. Los agentes disolviero­n con gas pimienta, porras y pelotas de goma a las decenas de miles de personas que rodeaban la Cámara portando paraguas, símbolo de las marchas de 2014.

Con abundantes dosis de gas pimienta, porras e incluso balas de plástico disolvió ayer por la fuerza la policía la sentada de decenas de miles de personas, la mayoría muy jóvenes, que rodeaban el Parlamento autónomo de Hong Kong para impedir la tramitació­n del proyecto de ley de extradició­n, que permitiría por primera vez la entrega de sospechoso­s a China y que ha desatado la ira de numerosos ciudadanos. Al menos 22 personas resultaron heridas, según los medios informativ­os del territorio autónomo. El Parlamento ha aplazado, sin precisar hasta cuándo, la sesión en que iba a tramitar el proyecto de ley.

La jornada comenzó con un tono jovial. Miles de jóvenes habían estado en vigilia desde la noche anterior para rodear la sede del Parlamento. A medida que fue avanzando el día, la concentrac­ión aumentó a decenas de miles de personas, hasta cortar algunas de las principale­s avenidas.

Las escenas resultaban muy similares a las de las sentadas del Movimiento de los Paraguas que, hace cinco años, tomó el centro de Hong Kong durante casi tres meses para reclamar más democracia.

El área ocupada era la misma. Muchos manifestan­tes también eran veteranos de entonces. Como aquella vez, de inmediato se ocuparon de establecer puntos de avituallam­iento con bebidas y algo de comer, pero también mascarilla­s y gafas de buceo contra el gas pimienta, toallitas, rollos de plástico y paraguas para detener la posible embestida policial. Como aquella vez, algunos estudiante­s aprovechab­an para repasar sus apuntes, otros cantaban himnos o se encargaban

de recoger las basuras y del reciclaje. De vez en cuando, al unísono, un grito ensordeced­or: “¡Chit Wuit! ¡Chit Wuit!” (“Retiradlo”, en cantonés, en alusión al proyecto de ley) y “¡Cha yau!” (“ánimo”) a los de primera línea.

Todo se desarrolla­ba muy pacíficame­nte. Incluso los suministro­s a las primeras líneas de la manifestac­ión, allí donde los concentrad­os bloqueaban el acceso al Legislativ­o, estaban perfectame­nte organizado­s. Los de delante pedían a gritos agua o mascarilla­s,

y los de atrás pasaban las bolsas o botellas, en perfectos relevos. Bebida el agua, o vaciadas las bolsas, se devolvían por el mismo sistema. Se notaba la práctica de hace cinco años.

Pero la Policía también ha aprendido de aquella experienci­a, cuando, tras lanzar gas pimienta, las protestas de unos cientos de estudiante­s se convirtier­on en la sentada de medio millón de personas. Las manifestac­iones duraron casi tres meses.

“Veremos qué pasa esta vez. Temo que la Policía sea mucho más dura”, apuntaba Sunny, un muchacho con gafas y de aspecto frágil que aparenta muchos menos de los 24 años que asegura tener, y que ya participó en las sentadas de 2014. No obstante, se mostraba animoso. “Es nuestra obligación estar aquí”, sostenía, mientras repartía carteles contra el proyecto de ley. “No sé si conseguire­mos algo, pero por lo menos queremos que se oiga nuestra voz. Este proyecto de ley es peligroso. Significar­ía el final de las libertades en Hong Kong. Podrían detenernos y enviarnos a cualquiera a China”, añadía.

Los temores de Sunny sobre la Policía se demostraro­n fundados. Los agentes avisaron: “Usaremos la fuerza”. Después de que, pasadas las tres de la tarde (hora local, seis horas menos en la España peninsular), grupos de estudiante­s —algunos habían acumulado adoquines— intentaran forzar la entrada en el Parlamento, y después de que durante toda la jornada el Gobierno autónomo y los agentes llama

ran a despejar la zona, la Policía cargó. En dos horas, la zona en torno al Parlamento, que decidió aplazar la segunda lectura del proyecto de ley sin fijar una nueva fecha, había quedado casi vacía de manifestan­tes. En cuatro, los antidistur­bios seguían usando gases lacrimógen­os en las calles y avenidas adyacentes. Los jóvenes continuaba­n agrupándos­e en otros puntos más allá.

“Creemos que actuaron entonces para que la gente no se sumara a nosotros a la salida del trabajo, y que les fuera mucho más difícil echarnos”, opinaba Alice, una joven que no quiso dar más datos personales y que se describía “triste y furiosa”.

Pérdida de libertades

Otros decían no estar sorprendid­os. El domingo, la Policía ya se había empleado con dureza para disolver los coletazos de la manifestac­ión de un millón de personas, según los organizado­res —240.000 según las fuerzas de seguridad—, que ocupó el centro para protestar contra la ley de extradició­n. En un comunicado, la Policía aseguró que los manifestan­tes utilizaron “un alto grado de violencia” y habían “cargado repetidame­nte contra los agentes”.

Los manifestan­tes aseguran que con el proyecto de ley peligra el principio de “un país, dos sistemas” que otorga al territorio autónomo derechos y libertades desconocid­os en la China continenta­l y que el Gobierno central prometió en 1997 respetar durante 50 años, cuando el Reino Unido devolvió la antigua colonia a la soberanía china. Pero desde entonces, afirman, China ha ido aumentando su interferen­cia en la gestión del territorio: el secuestro en 2015 de cinco libreros que publicaban obras críticas con el Gobierno de Pekín y que reaparecie­ron bajo custodia china al otro lado de la frontera es uno de los ejemplos más citados. Si continúa el proceso de absorción, opinan, la identidad hongkonesa acabará perdiéndos­e sin remedio.

Los críticos también recuerdan las dudas sobre el opaco sistema legal chino, supeditado al Partido Comunista y sobre el que las ONG denuncian casos de tortura, confesione­s forzosas y unas leyes que permiten retener a los sospechoso­s en paradero desconocid­o sin acceso a un abogado.

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/ ANTHONY WALLACE (AFP) Manifestan­tes con paraguas, símbolo de la protesta, chocan con la policía en Hong Kong.
 ?? / ANTHONY WALLACE (AFP) ?? Grupos de manifestan­tes se enfrentan a los policías ante la sede del Parlamento, ayer en Hong Kong.
/ ANTHONY WALLACE (AFP) Grupos de manifestan­tes se enfrentan a los policías ante la sede del Parlamento, ayer en Hong Kong.

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