El mérito de la alumna que llegó de Ucrania
El expediente de Lia en 4º de la ESO es brillante a pesar de que hace ocho meses esta refugiada desconocía el castellano
Lia Motrechko llegó a España hace ocho meses, con sus padres y su hermano, huyendo de la inestabilidad política de Ucrania, su país natal. No hablaba una palabra de castellano. Este último trimestre ha sacado algún que otro 10 en lengua española, una asignatura en la que su media ha sido de 7. Es la nota más baja de un expediente cuajado de sobresalientes que le ha valido el reconocimiento como una de las mejores estudiantes de 4º de la ESO de Sevilla. “Estoy sorprendida y emocionada”, afirma esta chica de 14 años refugiada, de enorme sonrisa, a las puertas de su colegio, el instituto Torreblanca, a donde llegó en diciembre de 2018, desde Gran Canaria.
“Cuando vino no hablaba español, pero en dos semanas ya se hacía entender”, cuenta su tutor y profesor de Matemáticas, Javier Rojas. Ella misma no sabe cómo pudo aprender el idioma tan rápido. “Empecé a leer el libro de Historia, algunas palabras las entendía porque sabía inglés y eran parecidas, para el resto utilizaba un traductor”, explica.
El Torreblanca está acostumbrado a recibir refugiados. En la clase de Lia —“4º de ONG” la llama su tutor— hay cuatro alumnos hijos de exiliados. La cercanía del centro de refugiados propicia la inscripción en este instituto, donde los profesores utilizan sus ratos libres para enseñar castellano a los alumnos extranjeros. Lia no precisó de ese apoyo extra, “porque siempre estaba con un libro en la mano”, asegura Rojas.
Esta excepcionalidad ilustra la singularidad que ha rodeado los primeros meses de Lia en España.
“Me siento muy adulta, con 12 años ya me interesaba la política”, dice Lia
“Ella es lo que tanto tiempo esperas y no existe”, afirma un profesor
Su capacidad de adaptación ha sobrepasado las expectativas de los profesores. “Es lo que tanto tiempo esperas y añoras y que no existe”, sintetiza Rojas. La menos sorprendida es la protagonista. “Siempre he sacado buenas notas, para mí estudiar era un hobby, como hacer deporte”, señala, aunque reconoce que jamás había imaginado que iba a recibir un premio en España por sus resultados académicos.
Una zona conflictiva
La actitud de Lia ha sido esencial para jalonar un expediente extraordinario en circunstancias extraordinarias. Pero el centro que ha sido escenario de su ejemplo de superación no es un mero escenario. El Torreblanca está ubicado en la barriada que lleva su nombre, una de las zonas más humildes y conflictivas de Sevilla. Bajo la dirección de Carmen Domínguez, el instituto se ha convertido en epicentro para derrotar la desigualdad de oportunidades y romper con un determinismo que parece abocar al fracaso a sus jóvenes. “El de Lia no es un caso aislado, aquí hay muy buenos expedientes”, asegura la directora. “Nuestros alumnos conviven con problemas sociales y al conocer a niños refugiados se dan cuenta de que hay más personas que también los sufren. Eso permite desarrollar su faceta más humanitaria”, dice Domínguez.
El pasado de Lia la ha curtido, obligándola a madurar más deprisa. España no es su primer exilio. Nació en Crimea, donde creció hasta que, en 2014, Rusia se anexionó la península. Su familia se mudó a Jersón, a orillas del Mar Negro, a la espera de que la situación en Ucrania mejorara. Su padre iba encadenando empleos, el último como agricultor, “Cuando vimos que eso no pasaba, mis padres decidieron abandonar el país”, explica la joven.
Desde finales de 2018, vivían en el centro de refugiados de Torreblanca hasta que hace dos semanas se mudaron a una casa en Sevilla. “Me tomo estos meses como una experiencia que me ha hecho apreciar lo que tenía y lo que tengo”, explica Lia.
La joven ha hecho buenos amigos con los que prefiere no compartir su pasado en Ucrania. Solo cuando lo rememora se le borra su sonrisa perenne. Ella es consciente del abismo que la separa de sus compañeros. “Me siento más adulta. Con 12 años ya estaba interesada en la política y en lo que pasaba en el mundo”. Esa madurez se percibe en la claridad con la que aborda su futuro, una seguridad extraña en jóvenes de su edad: “Quiero estudiar en España y en EE UU y hacer Relaciones Internacionales para ser diplomática y ayudar a que Ucrania sea un país mejor”.