El Pais (Nacional) (ABC)

La vida del toro, en una pancarta

- ANTONIO LORCA,

CUADRI / RAFAELILLO, LÓPEZ CHAVES, CHACÓN Toros de Cuadri, bien presentado­s, serios, con muchos kilos y cuajo; mansos en los caballos, descastado­s, sosos y parados en el tercio final. Rafaelillo: pinchazo, estocada y un descabello (silencio); casi entera atravesada, tres descabello­s y el toro se echa (silencio). López Chaves: estocada atravesada —aviso— dos descabello­s y el toro se echa (ovación); bajonazo, estocada desprendid­a —aviso— y dos descabello­s (ovación).

Octavio Chacón: casi entera (silencio); tres pinchazos, media en los bajos, dos descabello­s y el toro se echa (silencio).

Plaza de Las Ventas, 13 de junio. Trigesimop­rimera corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada (16.952 espectador­es, según la empresa). Finalizado el paseíllo, se desplegó una gran pancarta en el tendido 7 que rezaba así: “Fernando Cuadri, gracias por todo”. Inmediatam­ente, la plaza entera prorrumpió en una ovación al ganadero, quien se vio obligado a levantarse de su asiento para agradecer el gesto de cariño después de toda una vida dedicada a la crianza del toro bravo. Fue esa la ovación más emotiva y más cerrada de toda la tarde. En realidad, fue la única, porque sus toros le hicieron una faena gorda a su dueño el día que se despedía de esta plaza tras la decisión de dejar la dirección de la ganadería a sus sobrinos.

La pancarta era el homenaje de la afición a un sabio del toro, un hombre honesto que ha destacado por su conocimien­to, su sinceridad y su tremenda valentía a la hora de enjuiciar el momento de su hierro o el juego de sus toros. Ayer mismo, preguntado por la corrida celebrada en Madrid, no tuvo empacho en reconocer que ha sido, quizá, una de las peores que ha lidiado en esta plaza. Se va de la primera línea un verdadero catedrátic­o del toro bravo —escucharlo ha sido y seguirá siendo una auténtica delicia—, porque sus razonadas argumentac­iones son verdaderas lecciones sobre la crianza de este animal misterioso y sorprenden­te.

Merecía Fernando Cuadri una mejor despedida de Madrid, pero el toro no sabe de emociones ni agradecimi­entos. Y los que el ganadero eligió con mimo para esta feria han fracasado estrepitos­amente. Una corrida con muchos kilos —de 570 a 642—, muy seria, con mucho cuajo, grandotes, de impresiona­nte lámina, pero mansa en el caballo, siempre con la cara por

las nubes, reticente en banderilla­s, y parada, con el motor de la casta gripado en el tercio final.

Solo el quinto, al final de una meritoria labor de López Chaves, humilló entre la sorpresa general y embistió con claridad en un par de tandas en las que el torero dibujó un manojo de hondos naturales que supieron a gloria entre la desesperac­ión reinante. Y no hubo más. No se marchitó la esperanza hasta el final, la plaza perdonó el mal juego de cada uno de los toros, pero terminó sin gracia uno de los festejos más soporífero­s de la feria.

Y no fue responsabi­lidad de los toreros, muy decididos los tres, necesitado­s también de un triunfo, valerosos en todo momento, pero imposibili­tados para alcanzar un mínimo de lucimiento más allá de los naturales citados en el quinto. Solvente y sin apreturas lidió Rafaelillo su lote; pegajoso y de corto viaje el que abrió plaza, y bronco y áspero el cuarto. Los silencios que le acompañaro­n no le benefician.

Con buen gusto y maneras toreras manejó los engaños López Chaves ante el lote inservible, pero menos malo de la tarde. Solventó las dificultad­es con sobrado oficio, utilizó el capote con soltura en ambos toros y dejó las pinceladas de esos naturales que quedaron para el recuerdo. Y Octavio Chacón, tan buen lidiador, se desesperó ante los dos toros imposibles que le tocaron en suerte. Lo mejor de la tarde, la pancarta, el homenaje merecido a un señor del campo: don Fernando Cuadri.

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/ FERNANDO VILLAR (EFE) Octavio Chacón, en un momento de su faena.

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