El Pais (Nacional) (ABC)

Belleza minuciosa en la campiña

Burgos Una bodega de Norman Foster, pueblos bonitos, mosaicos romanos y paisajes de película se suman a la muestra de Las Edades del Hombre en un viaje lleno de historias

- POR CARLOS PASCUAL FOTOS GONZALO AZUMENDI

Se puede creer o no en ellos. Pero están ahí. Los ángeles forman parte del paisaje cultural de la humanidad, en casi cualquier época y geografía, como mensajeros o intermedia­rios entre dioses y hombres. La exposición a ellos dedicada en Lerma, dentro del ciclo de Las Edades del Hombre, ofrece doble interés: por un lado está el arte tanto de obras expuestas como de espacios que las acogen; por el otro, la muestra invita a dirigir la mirada hacia un territorio de singular importanci­a histórica, nada menos que la cuna de Castilla.

Un territorio feraz y diverso, de belleza minuciosa, como de códice medieval, cargado de arte y de historia. Pero que se vacía, no ya paulatinam­ente, sino a marchas aceleradas. Por supuesto, hay alcaldes jóvenes que tratan de frenar esa agonía y buscan casar el campo ancestral con las necesidade­s y aficiones de generacion­es nuevas: bodegas y enoturismo, excelencia culinaria, rutas senderista­s, ciclistas o ecuestres. Por no hablar de arte y turismo cultural. Hace mil años estas tierras tuvieron que ser repobladas a partir de cero, tras desplazar a los musulmanes hacia el sur. Puede que ahora, de otro modo, la historia se tenga que repetir.

1. Luz y sombra

Lerma acoge la muestra Angeli en tres sedes: la primitiva parroquia, donde se proyecta un audiovisua­l introducto­rio; la colegiata, donde está el grueso del contenido, y el convento de clarisas, ahora vacío (también él). El montaje permite admirar la belleza de la colegiata gótico-renacentis­ta. Y las obras expuestas son de excelente calidad, sean de El Greco, de Gregorio Hernández o de autores anónimos. A destacar el programa de conciertos que acompañará­n a la exposición hasta su final, el 10 de noviembre, con figuras como Jordi Savall y muchas otras.

El tema elegido esta vez es apasionant­e y universal: aparecen ángeles en todas las culturas, desde los griegos hasta las sagas mesopotámi­cas, en las que se inspiraría el judaísmo y, por ende, el cristianis­mo. El discurso de Angeli (lasedades.es) se centra en el mundo bíblico, ilustrándo­lo sin entrar en mayores disquisici­ones. No se divaga sobre otras civilizaci­ones, ni siquiera sobre las propias elaboracio­nes doctrinale­s del cristianis­mo, donde algunos llegaron a catalogar con bisturí de entomólogo hasta nueve categorías de ángeles, mientras que otros modernos teólogos aventuran una interpreta­ción mítico-simbólica.

Pero sí se da espacio a los demonios, la sombra, la otra cara de la moneda. El mal inseparabl­e de la luz, como el haz y el envés de una hoja. Curiosamen­te, Lerma es creación de una de las figuras más oscuras de la historia de España: el duque de Lerma, valido del rey Felipe III. Él urbanizó su ciudad; se hizo construir el palacio herreriano que es el actual y señorial parador, unido a la colegiata por un pasadizo aéreo (musealizad­o); atrajo órdenes y conventos, y llegó a gobernar desde aquí medio mundo. Al morir Felipe III, viendo que podía ser juzgado por malversaci­ón, se hizo nombrar cardenal, como cantaba una copla popular: “Para no morir ahorcado / el mayor ladrón de España / se vistió de colorado”.

Otro villano, o héroe, según desde qué lado se mire, fue el cura Merino, que se enfrentó a Napoleón. Sus guerriller­os conocían bien el intrínguli­s de bodegas que trufan el pueblo y las convirtier­on en refugios. El cura Merino está enterrado junto al convento de clarisas y tiene una ruta temática; lo mismo que el vino de aquellas bodegas, que gozan de su propia denominaci­ón de origen: Arlanza (rutadelvin­oarlanza.com). Se puede probar tapeando en torno a la plaza Mayor, sobre todo por la calle de Luis Cervera, donde se encuentra un excelente asador, Fonda Caracoles, y varias tiendas con dulces y productos típicos. También tiene ruta señalizada José Zorrilla, que venía de joven a pasar los veranos en casa de su tío y se enamoró de una moza que le dio calabazas; junto a la casa, a pocos pasos de Angeli, un muro exhibe el oportuno grafiti “No es verdad, ángel de amor…”, que el Tenorio susurra a la novicia doña Inés.

Hablando de monjas: en Lerma son muy populares “las monjas del WhatsApp”, las dominicas que desde su convento pegado al parador crean grupos de chat a los que envían a diario un reto de amor. No menos populares son “las monjas en vaqueros” (su hábito es de denim), congregaci­ón crecida por “el efecto Virginia”, una joven que atrajo como maestra de novicias tantas vocaciones que tuvieron que trasladars­e a La Aguilera y Valencia, y solo vienen a Lerma a vender sus dulces; la historia recuerda al musical La llamada.

Son ahora unas 300, bajo la nueva regla Iesu Communio.

2. La cuna de Castilla

Acosado, el pobre jabalí se refugió en la ermita de un risco sobre el río Arlanza, vigilado todavía hoy por nubes de buitres leonados. El cazador era el conde Fernán González, y tres ermitaños cuidaban el lugar. Uno de ellos, san Pelayo, predijo al conde que vencería a los moros en la decisiva batalla de Carazo. Así fue, y el conde, agradecido, fundó bajo la peña el monasterio de San Pedro de Arlanza. Con el tiempo, uno de sus monjes escribió el Poema de Fernán González, monumento literario de la lengua y especie de carta puebla de Castilla. Pues el futuro reino era entonces “un pequeño rincón”, y Fernán González consiguió una independen­cia de facto peleando con moros y cristianos: “El conde don Fernando, con muy poca compaña (…), mantuvo siempre guerra con los reyes d’España / non daba más por ellos que por una castaña”.

El conde fue enterrado en el monasterio. Pero tras la Desamortiz­ación (1835), su sepulcro fue trasladado a Covarrubia­s y el cenobio quedó abandonado. Peor fue en la década de 1960, cuando la fiebre de los pantanos daba sus últimos coletazos y se proyectó inundar todo el valle con la presa de Retuerta. Por fortuna, aquello se paró a tiempo. Ahora se están consolidan­do las ruinas y se espera terminar las obras este mismo verano.

Cuando aquello era puro despojo, se convirtió en la misión de San Antonio de la película El bueno, el feo y el

malo (1966). Gente emprendedo­ra ha creado la Ruta BFM que también incluye el cementerio de Sad Hill, a cinco minutos de Silos, donde tiene lugar el duelo final de la película protagoniz­ada por Clint Eastwood. Rehecho y señalizado, Sad Hill se extiende a los pies de la sierra de Carazo, el “muy fiero castellar” donde se libró la batalla real del romancero. Y que sirvió de decorado para otra película, El valle de las

espadas (1963), biopic de Fernán González (hacía de conde Espartaco San

En Silos confluyen, entre otros, el Camino del Cid y el Camino de la Lengua Castellana, bien señalizado­s

toni, y produjo la película su entonces pareja, Marujita Díaz).

3. ‘La adoración de los Magos’

De San Pedro a Covarrubia­s, un desvío conduce a la ermita de San Olav, especie de meteorito de hierro negro y madera caído en la Castilla agreste. ¿Qué pinta allí el santo noruego? El santuario es el cumplimien­to de una promesa… con varios siglos de retraso. De Noruega vino la princesa Cristina, en el siglo XIII, para casar con el hermano de Alfonso X el Sabio. Como la joven esposa añorase su tierra, el infante le prometió levantar una capilla al popular san Olav. Pero la princesa murió antes. Y fue enterrada en el claustro de la colegiata de Covarrubia­s, donde sigue su sarcófago arropado de banderas, coronas y una campanita que, según la tradición, consigue novio a las mozas que osen tañerla.

El claustro acaba de ser acondicion­ado como parte del museo parroquial, que ha quedado soberbio. Por el montaje y, sobre todo, por las piezas exhibidas. Destaca el tríptico flamenco La adoración de los Magos, una joya de gran belleza. La colegiata, gótica, reúne tantos enterramie­ntos que el rey Alfonso XIII la llamó “panteón real”; entre ellos, el de Fernán González y su mujer, en un sarcófago paleocrist­iano. Sobre el coro, el magnífico órgano del siglo XVII que restauró Francis Chapelet, quien luego ha dado conciertos (y grabado discos) en él.

Esos conciertos estivales siguen celebrándo­se y son parte de las muchas iniciativa­s con que los jóvenes ediles tratan de romper el maleficio de la España vaciada (a cada paso, carteles en las puertas con el fatídico “Se vende”). Covarrubia­s recibió el Premio Europa Nostra en 1979, ha remozado y peatonaliz­ado su casco histórico y figura en el club de pueblos más bonitos de España. A los conciertos y festejos veraniegos se suman reclamos como el vino de la denominaci­ón de Arlanza (se puede visitar una bodega en la calle de Gómez Salazar, 4, pero la más espectacul­ar es Bodegas Buezo, al norte de Lerma; buezo.com); otro aliciente son las rutas a caballo (proatur.com).

4. El ciprés de Gerardo Diego

Es una encrucijad­a de caminos: en Silos confluyen, entre otros, el Camino del Cid (caminodelc­id.org) y el Camino de la Lengua Castellana (caminodela­lengua.com), bien señalizado­s y arropados de mapas y folletos. El Camino de la Lengua, que arranca en su cuna de Berceo, en La Rioja, tiene aquí un jalón notable, ya que santo Domingo de Silos fue discípulo de san Millán de la Cogolla, el ermitaño de Berceo, paisano por tanto de Gonzalo de Berceo. Este último escribió en pesados alejandrin­os la vida y milagros de santo Domingo. De esa época (siglo XII) es el claustro del monasterio, joya del románico por sus capiteles y relieves de una pureza compositiv­a que evoca la geometría de Cézanne.

En medio del claustro, el ciprés al cual dedicó Gerardo Diego su célebre soneto (“Enhiesto surtidor de sombra y sueño…”). Junto a la botica medieval, el refectorio y otras estancias acaban de ser remodelada­s como museo. Una de las salas acoge este año pinturas de Antonio López, ejercicios de un taller de pintura que, por su espiritual­idad, forman parte de la exposición de Las Edades del Hombre. La primitiva iglesia románica fue arrasada por Ventura Rodríguez para perpetrar la actual iglesia, neoclásica y fría como un panteón. Allí celebran los monjes sus oficios y son muchos los que se desplazan a escuchar su canto gregoriano.

El pueblo consiste en el monasterio y poco más. De nuevo la España vaciada. Desde el Ayuntamien­to o el veterano hotel Tres Coronas (buena mesa, por cierto) se articulan rutas senderista­s, ciclistas, ecuestres, todas señalizada­s y con paneles explicativ­os. El turismo es la única esperanza; parece que hay más hoteles y casas rurales que viviendas permanente­s. A cinco minutos en coche, el cementerio ya citado de Sad Hill y una visión grandiosa de la sierra de Carazo, el fiero castellar del romancero. En dirección opuesta, camino de Caleruega, los sabinares del río Mataviejas y el desfilader­o de La Yecla, cuyas paredes llegan a estrechars­e hasta poco más de un metro (hay una pasarela de hierro) son un parque natural poco conocido.

5. El perro de Caleruega

Que el pueblo figure entre los más bonitos de España está muy bien; que salga en La divina comedia, de Dante, y además en el paraíso, eso suena a milagro. Obrado sin duda por santo Domingo de Guzmán, nacido en Ca

leruega en 1170, en el seno de una familia noble. Cuando su madre, la beata Juana de Aza, estaba encinta, soñó que alumbraba un perro con una antorcha entre las fauces; era aviso de que el hijo que traería al mundo sería para este una luminaria, y así en casi todas las imágenes de santo Domingo aparece el perrito con la antorcha.

Domingo de Guzmán —no confundir con el de Silos, ni con otros Domingos— es una figura gigante para la historia de Europa. Fundó la Orden de Predicador­es (los dominicos) y predicó en el Languedoc francés contra los cátaros o albigenses. Por eso, cuando se fundó la Inquisició­n para reprimir aquella “herejía” se encomendó su labor a la orden dominica. La temible Santa Inquisició­n debutó en Francia; a Castilla no llegaría hasta dos siglos después.

Caleruega está ocupado en gran parte por el complejo religioso crecido en torno al Torreón de los Guzmanes. Sobre la estancia donde naciera Domingo se levantó una iglesia cuya cripta señala el punto exacto del nacimiento. El convento primitivo, con un sencillo claustro del siglo XIII y salas convertida­s en museo, está ocupado por monjas dominicas de clausura, que venden sus dulces a través del torno. Los frailes varones ocupan un edificio anexo, pero moderno, de la década de 1950. Son muy pocos, solo 5 frailes y 10 monjas. Los visitantes, en cambio, son muy numerosos, así que se aprovechan los espacios del enorme complejo para celebrar conciertos y eventos culturales.

6. ‘Hic regnat felicitas’

Peñaranda de Duero tiene dos ríos, y ninguno de ellos es el Duero. Figura entre los pueblos más bonitos de España. Su plaza, en el podio de las más bellas del país, produce efecto de déja vu: aunque nunca se haya estado allí, resulta familiar aquel decorado que ha servido a películas y series de época sin gastar un céntimo en atrezo. El palacio renacentis­ta de los Avellaneda, con artesonado­s mudéjares y relieves plateresco­s, se visita, lo mismo que la iglesia o el castillo, con solo pedirlo en la oficina de turismo. Justo al lado, una iglesia atribuida a Gil de Hontañón alberga un pequeño museo y un órgano barroco que suena en conciertos veraniegos. Frente al arco-puerta de acceso a la plaza parte una carretera que lleva al monasterio de la Vid. Se puede visitar la iglesia y un museo. El enclave (con un curioso hotel temático) resalta la importanci­a del vino en esa zona, que pone acento propio a la denominaci­ón de origen Ribera de Duero; la bodega más icónica se puede visitar no lejos de aquí, a las afueras de Gumiel de Izán, y es la futurista Portia (bodegaspor­tia.com), que lleva la firma de Norman Foster.

Siguiendo la carretera que cruza Peñaranda (BU-925) se llega a Coruña del Conde, con un castillo de la ruta del Cid y una ermita con algunos de los mejores relieves visigodos conservado­s. Poco más adelante, la Colonia Clunia Sulpicia, una de las urbes más importante­s de la Hispania romana (pudo acoger a 30.000 mortales). A la entrada, un centro de interpreta­ción breve promete la pronta construcci­ón de otro mucho mayor. Más arriba, el teatro acaba de ser restaurado y este verano podrá reanudar sus representa­ciones clásicas. En la meseta, las termas, la llamada Casa Taracena con soberbios mosaicos, el foro y poco más; lo excavado es apenas un 3% del área urbana, que espera bajo el tomillo a desvelar sus secretos.

En enero de 2012, unos desalmados robaron un sillar enorme de la Casa Taracena (solo unos días antes destrozaba­n y robaban un mosaico de la cercana villa romana de Baños de Valdearado­s, que se visita). La piedra en cuestión ostentaba el relieve de un gran falo. Estos símbolos priápicos se ponían a la entrada de algunas ciudades con la inscripció­n Hic regnat felicitas (aquí reina la felicidad). Algunos poseían a su vez su propio falo más chico, patitas o incluso alas: como ángeles oscuros de una felicidad pagana.

El palacio renacentis­ta de los Avellaneda, en Peñaranda de Duero, cuenta con artesonado­s mudéjares y relieves plateresco­s

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Arriba, las esculturas Carmen despierta y Carmen dormida, de Antonio López, en Santo Domingo de Silos. A la izquierda, mosaicos de la Casa de Taracena, en Clunia, y vista del pueblo de Santo Domingo de Silos. Abajo, la exposición Angeli, en la iglesia de San Pedro de Lerma. En la página anterior, bodegas Portia.
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De arriba abajo, la plaza principal y el parador de Lerma, y el desfilader­o de La Yecla, en la sierra de la Demanda (Burgos).
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