¿Quién teme a Henrik Ibsen?
Lo que hizo Nora cuando se marchó ha sido tema especulativo para Elfriede Jelinek, José Ramón Fernández y Griselda Gambaro, entre otros. De tanto volver sobre sí misma, la protagonista de Casa de muñecas se ha convertido en arquetipo, como
Don Juan. Si en Lo que pasó cuando Nora dejó a su marido, la premio Nobel muestra que también hay yugos fuera del hogar, en La vuelta de Nora Lucas Hnath usa el personaje de Ibsen como pretexto para entretejer una ficción sobre la desigualdad jurídica entre hombre y mujer, el anhelo de libertad y las divergencias familiares.
Aunque la obra del autor estadounidense carece del grosor de la de Ibsen, servida por Andrés Lima (en una formidable escenografía corpórea) adquiere prestancia. El estatismo de su puesta en escena evoca con nitidez las atmósferas de los lienzos de Edward Hopper. Llegado el momento de los reproches, la cosa amenaza con acabar como ¿Quién teme a Virginia Woolf?
La Nora de Aitana Sánchez-Gijón, elegante, recia y determinada pero egoísta, tiene magnetismo natural. Roberto Enríquez encarna con sobriedad un papel mate. El tono de la criada de María Isabel Díaz Lago adquiere matices, color y convencimiento conforme el espectáculo avanza. Espléndida la determinación con la que Elena Rivera envuelve y oculta el sentir de la hija de Nora.