Municipios para el cambio
Cambio climático y desigualdades. Estos son los dos grandes retos de política pública que enfrentan las ciudades en todo el mundo. En ambos, los núcleos urbanos encierran tanto buena parte de las causas como las soluciones. La forma de organización política más antigua de las que sobreviven se erige como la más moderna, también en España: si 2015 fue el año del cambio para el poder municipal, del momento en que una nueva generación de líderes y votantes ponían estos retos a la cabeza de sus prioridades, 2019 ha consolidado a las ciudades como instrumentos para el cambio, más que por él.
Cuando echamos cuentas más allá de Madrid, resulta que de los 80 núcleos principales, dos tercios mantendrán un Gobierno con la misma orientación que antes. La mayoría (70%) de izquierda o mixtos. Son una minoría menor al 10% los que giran a la derecha. Prácticamente todos lo hacen con la participación de Ciudadanos, que aspira a asegurar unas políticas que, sobre el papel, son lo suficientemente distintas a las de Vox como para que requieran acuerdos separados con el PP: así ha sucedido en Madrid.
Es además en el nivel municipal donde el partido naranja ha cerrado los pactos mestizos: las demandas del votante urbano, pero sobre todo el camino emprendido por las políticas en ciudades grandes y medianas, sobrepasan la dinámica de dos bloques cerrados que se ha establecido en la política española.
No es novedad que las lógicas locales sean distintas a las nacionales. Parece normal que los problemas de Zaragoza, Valladolid o Telde sean lo suficientemente distintos como para garantizar variación en los acuerdos programáticos. Al mismo tiempo, el carácter nítidamente urbano de los grandes retos asegura que el conjunto de la política en las ciudades sea distinto. Favoreciendo, quizás, un centro de gravedad que se parece más al que observamos en el transversal acuerdo barcelonés que a la polarización estatal.
Este centro de gravedad lleva al menos cuatro años generando medidas de considerable impacto urbanístico. Las políticas en las ciudades producen efectos muy palpables para los ciudadanos, que observan en vivo cómo cambia su entorno físico. Por ello, si están bien diseñadas, ganan apoyos de manera transversal. Lo inesquivable de las modificaciones en el tejido urbano asegura menos partidismo, y más pragmatismo, en el voto. Así que las nuevas alcaldías deberán ser cuidadosas al interpretar el mandato ciudadano. Porque la demanda de cambio tiene menos que ver con los colores y los bloques y más con reorientar el instrumento más inmediato de que disponemos para enfrentar los retos.