Una maniobra de riesgo ya ensayada sin mucho éxito
Cortar el suministro de tierras raras es una maniobra no exenta de riesgos para China. Ya amenazó a Japón con ella en 2010, lo que disparó el precio del material. Pero entonces no funcionó: las empresas buscaron materiales alternativos o, simplemente, demandaron menos. El mayor rival de las empresas chinas en este sector, la australiana Lynas, nació ese año. También desde entonces, Japón ha reducido su dependencia del suministro del vecino: del 80% de entonces al 50% del año pasado. Un nuevo veto podría repetir aquellos comportamientos, y acabar causando que Pekín pierda su cuasi-monopolio.
De momento, EE UU ha visto el envite de su rival y asegura que no le preocupa en exceso que China pueda jugar esa carta. Cuenta con suficientes reservas como para que su sector de Defensa no se vea afectado mientras encuentra alternativas. Una de ellas es retomar la producción nacional: Lynas ha firmado un acuerdo para crear una planta de procesado en Texas.
La consultora Trivium considera que, al menos de momento, “China se abstendrá (de imponer) controles sobre las exportaciones, con la esperanza de que las tensiones puedan rebajarse con una potencial reunión entre Xi Jinping y Donald Trump” a finales de mes en la cumbre del G20 en Osaka (Japón). Una opinión en la que coincide Eurasia Group: “Dados los riesgos colaterales, así como el desarrollo de otros métodos de represalia por parte China, estimamos que Pekín probablemente solo ponga en marcha una prohibición de las exportaciones en caso de que Huawei no reciba un indulto de último momento de la Administración Trump” en la batalla por el 5G.