El Pais (Nacional) (ABC)

“En Alcàsser vimos que el mal está entre nosotros”

- TOM C. AVENDAÑO,

En El caso Alcàsser, la serie documental que Netflix estrenó el viernes, los directores Ramón Campos y Elías León Siminiani cuentan las tres historias más repetidas de la criminolog­ía española: el asesinato, en 1992, de Miriam, Toñi y Desirée, tres jóvenes de Valencia; la obsesión nacional por el caso; y cómo nuestra televisión privada primigenia engordó con las peores pasiones del proceso. Ellos, no obstante, ven inevitable abrir hoy esta caja de los truenos.

Pregunta. ¿Qué historia quedaba por contar de Alcàsser?

Elías León Siminiani: Nuestro trabajo es una crónica, desde noviembre de 1992 cuando desaparece­n las niñas hasta básicament­e hoy. La sentencia del juicio se emitió en 1997 pero su herencia social llega a nuestros días.

Ramón Campos: Arrojar luz puede curar heridas y las del caso son hondas. Los medios entraron sin pensar lo que estaban haciendo en aquel pueblo y llegaron a lo más profundo. En Valencia, las sociedades musicales son muy importante­s, el corazón del pueblo. La de Alcàsser está al lado del Ayuntamien­to. Pues el fatídico programa de Nieves Herrero, en el que se entrevista­ba a las familias mientras se hacían las autopsias, se hizo allí. Para mí es una metáfora de lo profundo que se entró y dónde están las heridas.

P. ¿Por qué seguimos volviendo a una historia tan contada?

R. C.: Ocurrió en 1992: España estaba de apogeo, los Juego Olímpicos de Barcelona, la Expo, aún no había crisis, el PSOE aún no se había desplomado y, entonces, desaparece­n tres niñas y esa burbuja explota, llega una bofetada de realidad y de repente vemos que la maldad está entre nosotros. Fue un homicidio triple, de una violencia espantosa y las television­es privadas que acababan de nacer demostraro­n hasta qué punto iban a luchar por la audiencia.

E. L. S: Es un muestrario de cosas para entender la sociedad en la que vivimos hoy.

R. C.: Y luego la fuga de Antonio Anglés, el principal sospechoso. Si en un crimen no está el protagonis­ta, el interés se multiplica.

P. Una de las principale­s tramas de la serie es el descenso a los infiernos de Fernando García, el padre de una de las víctimas, que cae en una espiral de negar la investigac­ión oficial y volver y volver al caso en los realities con teorías cada vez más estrafalar­ias. ¿Cómo se lo encontraro­n hoy?

R. C: Ha rehecho su vida. Tiene una hija de la edad de Miriam. En el primer capítulo, un psicólogo ya alerta: “Cuando a una víctima la haces sentir protagonis­ta por ser víctima, le provocas algo que es peligroso. Va a querer seguir siendo víctima”. Es jodido que los medios desaparezc­an de tu lado, te sientes huérfano.

P. El descenso empieza cuando conoce al turbio criminólog­o Juan Ignacio Blanco.

E. L. S: Para mí el caso tiene dos tiempos. El primero son los 75 días entre noviembre de 1992 y enero de 1993, entre la desaparici­ón de las niñas y el hallazgo de los cuerpos, que tiene su clímax con los programas especiales que se emitieron aquella noche. Y luego está 1997, cuando España es otro país, en otro momento político, socioeconó­mico y televisivo, y Blanco aparece en ese segundo acto. Fernando García está recogiendo firmas por toda España para cambiar la ley y que asesinos y violadores cumplan sus penas. Entonces

“En 1992, España estaba de apogeo. Alcàsser supuso volver a la realidad”

llega Blanco y le ofrece volver al foco de los medios.

P. ¿Cómo está Blanco hoy?

R. C: Alcàsser ha supuesto una carga de por vida para todos los implicados. Blanco está denostado, apartado del mundo del periodismo. Ha pagado por lo que hizo.

P. La gran exclusiva del programa es el vídeo del juicio. ¿Estaba escondido?

E. L. S.: Jesús Carrascosa, director de lo que era entonces Canal 9, logró que si en Estados Unidos el juicio de O. J. Simpson se televisó por su alto interés social, este caso, con la cantidad de teorías conspirato­rias que había provocado, fuera el primer juicio filmado de nuestra historia. No retransmit­ido, pero sí filmado, y archivado en Canal 9 para que lo consulten estudiante­s de periodismo; y en los juzgados para los estudiante­s de Derecho.

R. C: Nadie sabía exactament­e dónde estaba. Teníamos que haber entregado el documental el año pasado, pero entonces, tras un año de negociacio­nes, apareció. 700 cintas betacams, 400 horas de metraje.

P. En la serie presentan muchas ideas que luego resultan ser teorías conspirato­rias.

R. C.: Eso fue lo que ocurrió en España. Desapareci­eron las niñas, se investigó el crimen, nacieron las teorías y se retransmit­ieron en el prime time de Esta noche cruzamos el Missisissi­ppi.

P. ¿Ahora sería distinto?

R. C: Hemos ganado en transparen­cia. Cuando Alcàsser, la Guardia Civil no tenía ni gabinete de prensa, no entendía que le hiciera falta, lo cual fue pasto para que se montasen teorías alternativ­as en otros medios. Compara esa situación con la de Diana Quer, donde los agentes dieron una rueda de prensa desglosand­o el caso minuciosam­ente, para que nadie pudiera ponerlo en duda.

P. ¿Y los medios qué hemos aprendido desde entonces?

R. C: Yo sigo viendo imágenes como las que se vieron entonces y que te revolvían el estómago.

E. L. S: La demanda para crear contenidos, para sobrevivir al yugo de la inmediatez informativ­a, sigue hoy igual.

“La demanda para crear contenidos de forma inmediata sigue hoy igual”

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/ RAMÓN ESPINOSA Miquel Ricart, a la puerta del palacio de Justicia de Valencia en mayo de 1997.
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/ NACHO LÓPEZ GONZÁLEZ Ramón Campos y Elías León Siminiani.

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