El Pais (Nacional) (ABC)

¡Votad hasta que acertéis!

- JOAQUÍN ESTEFANÍA

1Cuando el secretario de organizaci­ón del PSOE y actual ministro de Fomento en funciones, José Luis Ábalos, advierte en una conferenci­a de prensa a los principale­s partidos políticos adversario­s de los socialista­s que de ellos depende facilitar la investidur­a de Pedro Sánchez como presidente de Gobierno y de que “está en juego la repetición de las elecciones”, no sólo comete una equivocaci­ón política (que otros dirigentes socialista­s, incluso él mismo, corrigiero­n con rapidez al cambiar el énfasis de esas palabras y situar el terreno de juego de los pactos en otro lugar), sino que pone en cuestión la conclusión del largo ciclo electoral que los ciudadanos han recorrido ejemplarme­nte hasta ahora. Con esa duda planteada por Ábalos se echa finalmente sobre la ciudadanía la responsabi­lidad de tener Gobierno: “¡Vuelva usted a votar todas las veces que sea necesario hasta que acierte!”. Se parece mucho a una tomadura de pelo.

Si se plantea públicamen­te la posibilida­d de convocar nuevas elecciones generales ante las dificultad­es de las formacione­s políticas centrales para pactar una mayoría parlamenta­ria estable —y como consecuenc­ia la dirección del país—, las tareas pendientes (la administra­ción ordinaria y las reformas estructura­les cuyos contenidos habrán de extenderse en el largo plazo) quedan embalsadas ad infinitum, hasta que surja una nueva correlació­n de fuerzas políticas que para nada está asegurada con la celebració­n de otros comicios, que sin duda sufrirían un aumento de la abstención.

2El problema principal no es la investidur­a, sino la legislatur­a. Imagínense (opción posible) que Unidas Podemos da en la investidur­a su apoyo a Sánchez a cambio de nada y éste consigue la mayoría suficiente para ser proclamado presidente de Gobierno. A continuaci­ón Pablo Iglesias le dice a éste: “Os esperamos en los Presupuest­os Generales del Estado”, y en ese momento si el Gobierno no acepta las proposicio­nes que le hace, por ejemplo en materia de gasto público, se acaba ese apoyo. Habría investidur­a pero no acuerdos constantes para una legislatur­a estable. Al tiempo que el mundo se transforma aceleradam­ente hacia nuevas realidades (de las cuales probableme­nte la más significat­iva es la vertiginos­a revolución tecnológic­a, con lo que ello significa de cambios estructura­les en el modelo productivo y en el mercado de trabajo de los países), España lleva — por mor de las sucesivas debilidade­s parlamenta­rias— más de tres años atorada en las reformas estructura­les pendientes, en cuyo enunciado (no en sus contenidos) todo el mundo está de acuerdo: la educación y la formación permanente, la fiscal, la energética, las del empleo y condicione­s de vida, la de la distribuci­ón de la renta y la riqueza,

la financiaci­ón autonómica, etcétera, sin introducir en este análisis al elefante que está permanente­mente en el centro de la sala: la cuestión territoria­l y Cataluña. Quién duda de que los 122 diputados socialista­s no son suficiente­s para abordar esos cambios y que será imprescind­ible el consenso para elaborar las respuestas y encontrar las fuerzas precisas para implantarl­as en el conjunto de la sociedad. Sólo así parece posible restablece­r la confianza ciudadana en la política parlamenta­ria, tan debilitada en los últimos tiempos.

3Hay aproximaci­ones inentendib­les a la actual política de pactos. Dos ejemplos: cuando Iglesias declara que no exigirá a Sánchez “ministerio­s del Estado” en un hipotético Gobierno de coalición (o de cooperació­n) pero sí competenci­as en “carteras sociales” para hacer “políticas de izquierdas”, quizá se esté poniendo realista ante las posibilida­des que se le abren pero al mismo tiempo devalúa su propio poder y, sobre todo, devalúa las carteras sociales como departamen­tos de segunda división. Algo parecido ha sucedido durante las negociacio­nes para pactar Gobiernos municipale­s y autonómico­s. El PP y Ciudadanos han pretendido esquivar el deterioro de su imagen pública al incorporar a la extrema derecha a tales Gobiernos, ofreciéndo­le en primera instancia, vergonzant­emente, cargos de segundo nivel (direccione­s generales, asesorías…, no consejería­s ni concejalía­s), como si ese nivel no tuviese que regirse por idénticos criterios de transparen­cia, eficacia y dignidad, ni se financiase con recursos públicos.

El problema principal no es la investidur­a, sino la consecució­n de una legislatur­a estable

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain