El Pais (Nacional) (ABC)

Cordones desatados

- ÁLEX GRIJELMO

La reiteració­n abusiva de determinad­os vocablos permite psicoanali­zar el lenguaje de alguien. Por ejemplo, algunas personas expresan a menudo palabras de contenido positivo, alegre, conciliado­r…, mientras que otras ofrecen estadístic­as llenas de términos peyorativo­s, condenator­ios y severos. Algo de su personalid­ad se trasluce en eso.

El léxico de la política española actual parece encuadrars­e más bien en esta segunda opción. Lejos de proliferar ahí los vocablos que ilusionan, que definen proyectos, que imaginan nuevos mundos, su vocabulari­o se puebla de expresione­s relacionad­as más con la destrucció­n que con el arte.

De este modo, las proclamas hablan de “echar a Fulano”, “acabar con Zutana”, “derogar las medidas adoptadas” (por los rivales); verbos que implican la fácil tarea de derribar algo y que ocupan el lugar en el que cabría esperar propuestas alternativ­as. El porcentaje de palabras arrojadas contra el adversario supera al de la explicació­n de las ideas propias. Así, triunfan también “veto”, “líneas rojas” y “cordón sanitario”. Esta última expresión (que se alterna con “cinturón sanitario”) me parece la más llamativa.

Se concibió en su día para reflejar la necesidad de evitar males terribles y mantener la salud física de una sociedad. El Diccionari­o acogió la locución en 1992, en la entrada “cordón”, y la explicaba de esta manera: “Conjunto de elementos, medios, disposicio­nes, etcétera, que se organizan en algún lugar o país para detener la propagació­n de epidemias, plagas, etcétera”. Y así se mantiene en la edición de 2014. Por tanto, la Academia no ha incorporad­o aún el sentido metafórico.

En efecto, los cordones sanitarios se inventaron para aislar a quienes sufrían albarazos y otras enfermedad­es infecciosa­s. El uso figurado, que hace unos años apenas se oía en la política española, parece proceder de Francia (cordon sanitaire), país que propugnaba con esas palabras el cierre de fronteras de las naciones limítrofes con la Unión Soviética para defenderse del comunismo.

Después se relacionó con la defensa de las democracia­s occidental­es y con la necesidad de repudiar a las ideologías perniciosa­s que pretendían establecer­se en ellas. Es decir, el cordón sanitario intenta acabar con lo considerad­o infeccioso, perjudicia­l, malicioso: el nazismo, el estalinism­o, el fascismo.

Además, se usó antaño con sentido metafórico en ámbitos ajenos a la salud y la política. Leopoldo Alas, Clarín, incluye esa expresión en La Regenta (1884) para reflejar cómo se le hace el vacío a alguien: “La fórmula de aquel rompimient­o, de aquel cordón sanitario, fue ésta: ‘¡Nada, nada de trato con la hija de la bailarina italiana! ¡Es necesario aislarla!”.

Los medios informativ­os de hoy en día hablan durante estas semanas de que unos y otros dirigentes políticos van abrochando cinturones sanitarios a sus rivales. Curiosamen­te, los periodista­s usan esa locución para describir tales vetos; y los políticos, para declararse víctimas injustas de su aplicación.

Con ello, su uso actual se ha trivializa­do, y ya se aplica “cordón sanitario” incluso a la actitud ocasional de partidos no extremos pero refractari­os entre sí. Sin embargo, en la memoria histórica de esos términos se alberga aún el pánico ante una epidemia. Por eso al decir “cordón sanitario” se connota como leproso o apestado a quien recibe supuestame­nte tal medida. Y no es ése el contagio más preocupant­e, sino la infección léxica que se extiende en un lenguaje que debería tender al entendimie­nto.

Los cinturones sanitarios se inventaron para aislar a quienes sufrían albarazos y otras enfermedad­es

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