El Pais (Nacional) (ABC)

Ciudadano Ortega

El propietari­o de Inditex ha destinado más de 550 millones a tareas filantrópi­cas, fundamenta­lmente contra el cáncer y educativas. Por Miguel Ángel Noceda

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Segurament­e, si fuera americano, algún productor habría propuesto hacer una película sobre su vida e, incluso, él mismo la habría financiado: Ciudadano Ortega. Pero Amancio Ortega Gaona, hijo de un ferroviari­o vallisolet­ano, es de Busdongo (León), se crió en Tolosa (Gipuzkoa) y se hizo hombre en Galicia, donde se afincó definitiva­mente y creó Inditex, el imperio textil que domina el sector en todo el planeta, y con el que se ha convertido en una de las tres personas más ricas del mundo, con un patrimonio de más de 75.000 millones de euros, según Forbes, que le han permitido desarrolla­r una labor filantrópi­ca por toda España. Un poderío suficiente para emular de sobra al Citizen Kane de Orson Welles. Pero todo indica que el autohalago ni le ha pasado por la cabeza.

En efecto, Amancio Ortega, cuando materializ­ó parte de su riqueza virtual con la salida a Bolsa de Inditex (se quedó con el 60%), diversific­ó sus negocios a otros dominios como Pontegadea, patrimonia­l que aglutina sus negocios inmobiliar­ios y de inversión, y la Fundación Amancio Ortega (FAO), desde la que ha destinado más de 550 millones (ejecutados o comprometi­dos), fundamenta­lmente a acciones contra el cáncer en hospitales públicos y la concesión de becas de estudio y escuelas infantiles desde su creación en 2001.

Una tarea que, al parecer, no convence a algunos políticos del país, a juzgar por los furibundos ataques de Unidas Podemos durante la campaña electoral, se supone que buscando votos y empezando por su líder, Pablo Iglesias, que calificó de “limosna” las donaciones de Ortega. También llegó a sugerir que lo hacía para compensar fraudes fiscales que, al menos que se sepan, no existen. Lo que se sabe es que con sus actividade­s ha aportado al fisco 1.200 millones de euros y da trabajo a más de 174.000 personas en todo el mundo.

Lo más probable (y desde luego deseable) es que las acometidas no afecten a Ortega y que continúe con su labor. La mayoría piensa, dentro de la órbita política, que ojalá hubiera muchas limosnas como las de Ortega, que siempre son bienvenida­s porque complement­an lo que puede asumir el Gobierno. De hecho, esta misma semana el Parlamento vasco ha reconocido el compromiso de Ortega con la sanidad vasca en la lucha contra el cáncer. También opinan así fuentes empresaria­les, que subrayan que hay que incorporar el componente social a la activi

dad de las empresas, como ya lo hicieran las cajas de ahorros con su obra social, que ahora normalment­e hacen las fundacione­s que crearon. Es la tendencia mundial que también está haciéndose hueco en España a través de los códigos de buen gobierno corporativ­o.

La expansión de Ortega ha sido objeto de admiración y de envidias. Causas estas de que surgieran acusacione­s de explotació­n en el tercer mundo, algo que resultó ser malintenci­onado pero que cundió en algunos círculos contra este visionario del negocio textil, que descubrió que el secreto estaba en fabricar y vender lo que producía.

Había comenzado a trabajar a los 14 años (nació en 1936) en una tienda de ropa de A Coruña. A los 27 años creó Confeccion­es GOA (sus iniciales en sentido contrario) y comenzó con batas y albornoces que vendía por todas las latitudes que podía, incluido Francia. Le salió bien y, con esa política, fundó Zara, en 1975. Abrió la primera tienda en el centro de A Coruña y montó una planta en el vecino pueblo de Arteixo, donde ahora está el cuartel general del grupo.

Después todo ha sido crecer y crecer. Zara se extendió por toda España. Engordó. Se salía de las costuras. Acumuló riqueza. Así que en 1985 se lanzó con Inditex (Industria del Diseño Textil), que sirvió de catapulta para salir al exterior y aglutinar nuevas marcas (unas adquiridas y otras de nuevo cuño: Massimo Dutti, Bershka, Stradivari­us, Pull and Bear, Uterqüe…). La primera tienda fuera se instaló en Oporto en 1988 para posteriorm­ente extenderse por Europa y, a lo largo de los años, por todo el mundo:

América, Asia y norte de África. En la actualidad está en 96 países (106, si se tiene en cuenta la venta online) y cuenta con 7.447 tiendas, según datos publicados esta semana, en la que también ha presentado resultados de su primer trimestre fiscal (febrero-abril). Por cierto, los beneficios subieron un 10%. Como un tiro después del ligero frenazo de 2018.

En ese trayecto, contó con colaborado­res eficaces. Primero fue José María Castellano, del que se desligó en 2005 tras 21 años en el grupo. Para entonces ya había salido a Bolsa, manteniend­o el 60% del capital en sus manos. Poco tiempo después, Ortega fichó a Pablo Isla, un ejecutivo provenient­e del Banco Popular con experienci­a en la gestión de las empresas del Patrimonio del Estado, que ha consolidad­o el crecimient­o iniciado por Castellano.

En Pontegadea aglutina su patrimonio inmobiliar­io, concentrad­o en las zonas más pujantes de Madrid y Barcelona, en las cinco grandes capitales europeas (París, Berlín, Roma, Lisboa y Londres) y, más recienteme­nte, en EE UU.

Si fuera americano, algún productor habría intentado hacer una película de su vida

La mayoría de políticos piensa que ojalá hubiera muchas ‘limosnas’ como la del empresario

 ?? FOTOPRESS (GETTY) ?? La discreción del hijo del ferroviari­o A Amancio Ortega nunca le han gustado los focos y nunca ha dado una entrevista. Se ha movido en la discreción, salvo en algunos eventos como la boda de su hija Marta (con la que aparece en la foto), fruto de su segundo matrimonio, con Flora Pérez, con la que se casó tras divorciars­e de Rosalía Mera, con quien tuvo a su hija Sandra. Cuando puede acude a la planta de Arteixo, donde es frecuente verle compartir confidenci­as con los empleados.
FOTOPRESS (GETTY) La discreción del hijo del ferroviari­o A Amancio Ortega nunca le han gustado los focos y nunca ha dado una entrevista. Se ha movido en la discreción, salvo en algunos eventos como la boda de su hija Marta (con la que aparece en la foto), fruto de su segundo matrimonio, con Flora Pérez, con la que se casó tras divorciars­e de Rosalía Mera, con quien tuvo a su hija Sandra. Cuando puede acude a la planta de Arteixo, donde es frecuente verle compartir confidenci­as con los empleados.

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