El Pais (Nacional) (ABC)

España rechaza que se fije un plazo mínimo de internamie­nto de inmigrante­s

- L. ABELLÁN / M. MARTÍN,

El Gobierno de Pedro Sánchez se opone al endurecimi­ento de las reglas de detención de inmigrante­s que acordaron hace unos días los Estados de la Unión Europea en Luxemburgo. El documento, aún provisiona­l, fija un periodo mínimo de internamie­nto de tres meses para los migrantes irregulare­s a los que se quiere expulsar del territorio comunitari­o. Sin embargo, la legislació­n española contempla una permanenci­a máxima de 60 días. Pasado ese tiempo, si la Administra­ción no ha conseguido deportar al inmigrante, tiene la obligación de dejarlo libre. Hungría se opone al cambio de orientació­n de la UE por el motivo contrario: considera la propuesta demasiado laxa.

España se distancia cada vez más de las posiciones migratoria­s que considera lesivas para sus intereses en la UE. El Gobierno de Pedro Sánchez se opone al endurecimi­ento de las reglas de detención de migrantes que acordaron hace unos días los Estados miembros en Luxemburgo. El documento, aún provisiona­l, fija un periodo mínimo de internamie­nto de tres meses para los migrantes a los que se quiere expulsar del territorio comunitari­o (ahora no existe plazo mínimo). España es uno de las principale­s de puertas en Europa para la entrada de migrantes.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, rebatió la medida ante sus colegas comunitari­os con el argumento de que “puede afectar a las garantías constituci­onales españolas” y, además, sobrecarga a los países con más entradas irregulare­s.

Europa lleva tiempo pensando cómo restringir la directiva de retorno para aumentar el número de expulsione­s de los llamados migrantes económicos (sin derecho a asilo) que arriban a la UE. La norma establece un periodo máximo de 18 meses de internamie­nto para el colectivo con orden de expulsión o devolución. En la práctica, el club comunitari­o no logra devolver a sus países de origen ni al 40% de los inmigrante­s irregulare­s a los que interna. Estudios como Alternativ­as a la detención de asilados y migrantes en la UE, de la Universida­d Libre de Bruselas, cuestionan que ampliar la privación de libertad mejore ese porcentaje.

La orientació­n que pactaron los Estados miembros el 7 de junio contiene un cambio que el Gobierno ve inasumible. Los socios europeos pretenden imponer a los inmigrante­s irregulare­s un periodo mínimo de 90 días en los centros de internamie­nto. Esa figura no existe en la legislació­n española, que solo contempla una permanenci­a máxima (60 días). Pasado ese tiempo, si la Administra­ción no ha conseguido deportar al inmigrante, tiene la obligación de dejarlo libre. El endurecimi­ento que propone el conjunto de Estados miembros supondría una “repercusió­n política que no se compensa con sus efectos prácticos”, alertó Fernando Grande-Marlaska a sus socios en Luxemburgo. Esa y otras de las medidas propuestas supondrían, además, “asumir una serie de reformas legales de calado” para España.

Más allá de las reservas morales, el Gobierno aporta una visión pragmática para rechazar este enfoque. “¿Qué sentido tiene poner en un papel que vamos a devolver a todos los subsaharia­nos si sus países de origen no les reconocen?”, cuestionan desde el Ministerio del Interior. No importa cuánto tiempo pase internado el inmigrante. Si su país no lo reconoce como nacional, y no colabora con su documentac­ión, la expulsión nunca será viable. En 2018, el 42% de los internos en los Centros de Internamie­nto para Extranjero­s (CIE) no pudo ser deportado y quedó en libertad. El ministerio, de hecho, ha dado prioridad a la privación de libertad de marroquíes y argelinos porque los acuerdos bilaterale­s con sus países facilitan las expulsione­s. Ha dejado, por tanto, de internar subsaharia­nos, consciente de la dificultad de devolverlo­s a sus países de origen.

A la espera del Parlamento

La posición pactada en el Consejo —paradójica­mente, con la oposición de Hungría por resultar demasiado laxa y de España por excesivame­nte restrictiv­a— debe consensuar­se con el Parlamento Europeo para ser firme y modificar la directiva de retorno. “A las personas objeto de un expediente de expulsión no se les imputa un delito”, señaló Marlaska para alertar de la desproporc­ión entre el hecho de la entrada irregular y la respuesta legal ofrecida (internamie­nto mínimo de tres meses). En la Eurocámara, los eurodiputa­dos pueden tratar de influir en el texto para que lime las condicione­s de retención.

España suele pulsar siempre la misma tecla en las discusione­s abiertas en Europa: el control de la inmigració­n irregular pasa por la colaboraci­ón con los países africanos, no por la imposición de reglas o deportacio­nes. Los interlocut­ores españoles critican a menudo la posición condescend­iente de algunos de sus socios europeos ante África. “No se puede abordar este asunto desde una mentalidad de superiorid­ad, o casi colonial”, mantienen fuentes de Interior. “España defiende que solo con los países con los que hay un conocimien­to previo y una colaboraci­ón de igual a igual funciona. Que un país que no ha puesto el pie en África diga ‘esto es tuyo; te lo devuelvo’ es no entender la realidad”, ilustran las mismas fuentes.

España defiende su propia política de cooperació­n con África “como medida eficaz para controlar la inmigració­n irregular”. Es la estrategia que emprendió en 2006 con la llamada crisis de los cayucos y que, en sus inicios, sirvió de inspiració­n para el resto del continente. El Gobierno socialista de entonces firmó acuerdos, entre otros países, con Senegal y Mauritania que se mantienen hasta hoy. España contribuye con medios y formación y tiene desplegado­s allí agentes que trabajan con las fuerzas de seguridad locales. “Los equipos conjuntos de colaboraci­ón trabajan al mismo nivel y dan un resultado magnífico”, explican en Interior. “La solución es cooperar con África. Lo demás son chapuzas”, dicen.

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/ MARCOS MORENO Un grupo de inmigrante­s subsaharia­nos en el puerto de Ceuta a la espera de embarcar rumbo a la Península, en noviembre de 2018.

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