Guatemala encara una nueva etapa con los desafíos de la corrupción y la migración
La revolución ciudadana de 2015 insufló a la joven democracia guatemalteca aires de renovación. Las manifestaciones pacíficas en una de las regiones más convulsas del mundo propiciaron el encarcelamiento del presidente Otto Pérez Molina y la llegada al poder del humorista Jimmy Morales, quien ondeaba la bandera de la antipolítica. Prometió cumplir con las demandas de gran parte de la población. Cuatro años después, aquel sueño se evaporó y el horizonte, tras las elecciones de ayer, no parece halagüeño.
Los guatemaltecos votaron ayer para elegir a un presidente, un vicepresidente, 160 diputados al Congreso, 20 diputados al Parlamento Centroamericano y la renovación de las corporaciones de los 340 municipios del país. Aunque ayer por la tarde aún no había resultados definitivos, el desafío para el próximo mandatario es mayúsculo: atajar la corrupción o ahondar en el debilitamiento de una frágil democracia, existente desde 1985.
Pero ninguno de los candidatos con posibilidades de victoria —la más que probable segunda vuelta está prevista para agosto— parecen querer abanderar un proyecto reformista. Todas las encuestas colocaban a Sandra Torres como la candidata con más opciones de pasar a la segunda vuelta. A Torres, que perdió ante Jimmy Morales los últimos comicios, le seguía Alejando Giammattei, del partido Vamos, que aspira por cuarta vez a la presidencia, cada vez con un partido diferente. La mayor parte de los sondeos situaban en tercer lugar a Roberto Arzú, sin más credenciales que ser hijo del expresidente Álvaro Arzú. Su programa de gobierno se basa en la pena de muerte y en sacar a los militares a la calle.
La única que planteó un cambio, la exfiscal Thelma Aldana, no ha podido concurrir a las elecciones, después de que se anulara, no sin controversia, su candidatura. El último año ha sido particularmente convulso en el país centroamericano. A finales de agosto, Jimmy Morales anunciaba que no renovaría el mandato de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig), el organismo de la ONU que combate a la corrupción, referente y envidia en toda la región.
La corrupción no es el único reto para Guatemala. El país se enfrenta a una pobreza endémica, en medio de un contexto económico desfavorable. La migración de miles de familias hacia Estados Unidos y el pulso que Donald Trump ha echado a México y a Centroamérica para que frenen ese éxodo supone un reto mayúsculo. Hasta ahora, ninguno de los tres países de la región afectados —El Salvador, Honduras y Nicaragua— ha hecho nada por frenar la salida de sus ciudadanos.