El Pais (Nacional) (ABC)

Razones para hablar de violencia de género

Las mujeres sufren violencia por el hecho de ser mujeres, porque la sociedad es machista y patriarcal. Mil hombres han matado a mil mujeres porque creyeron que podían hacerlo

- MARÍA SILVESTRE María Silvestre Cabrera es directora del Deustobaró­metro de la Universida­d de Deusto.

Estos días nos estamos haciendo eco de que se ha alcanzado la cifra de 1.000 mujeres asesinadas por violencia machista. Sin embargo, hace meses que el número de víctimas mortales por violencia de género superó la redonda cifra de 1.000, ya que nuestra legislació­n, desde 2015, también reconoce como víctimas de esta violencia a los menores, y, según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género, el número total de menores víctimas mortales de violencia de género desde 2013 hasta la fecha ha sido de 28. Lo más terrible de esta estadístic­a es que sabemos que no es una foto fija y que es muy posible que entre que se escribe este artículo y se publica, el número se incremente porque los asesinatos de mujeres por ser mujeres y de sus hijos e hijas, con la única finalidad de hacerles daño a ellas, se van a seguir perpetrand­o.

En 2004 se aprobó la Ley de Medidas Integrales contra la Violencia de Género, y 15 años después, con el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, se están acordando modificaci­ones para que mejore la intervenci­ón de las institucio­nes públicas, garantes de la seguridad, protección y atención a las mujeres maltratada­s. Un claro ámbito de mejora es la no exigencia de la denuncia para poder atender a estas mujeres. Sin embargo, a pesar de que se ha avanzado considerab­lemente desde la aprobación de la ley y de que hemos aprendido en el camino, no solo con respecto a la exigencia de la denuncia, también con relación a la prevención para evitar la revictimiz­ación de las mujeres maltratada­s, con relación a la coordinaci­ón interinsti­tucional, también respecto a la protección y atención a menores y a la reconsider­ación del papel que debe desempeñar el padre maltratado­r o a la introducci­ón de medidas cautelares que pongan el foco en el maltratado­r y no tanto en la víctima, a pesar de todos estos avances, asistimos actualment­e a un intento de resignific­ación de la violencia de género o machista que no es baladí, tampoco ingenua ni, mucho menos, simbólica.

Uno de los principale­s logros alcanzados en nuestra sociedad con respecto a la violencia ejercida sobre las mujeres por el hecho de ser mujeres ha sido desplazar el maltrato psicológic­o, social, económico, físico y sexual sufrido por las mujeres del ámbito privado y familiar al ámbito público, y que este sea visto e interpreta­do como un problema social. Ahora bien, eso no quiere decir que se haya conseguido asimilar de forma generaliza­da y mayoritari­a dicha percepción y atribución pública. El CIS nos lo recuerda todos los meses en su encuesta sobre las principale­s preocupaci­ones de la ciudadanía. La violencia contra las mujeres ha tenido dos picos en los últimos 20 años: el primero fue durante la tramitació­n y aprobación de la ley de violencia de género, en marzo de 2004 la preocupaci­ón llegó a alcanzar un 11,7%; el segundo lo estamos viviendo desde comienzos

de 2019, desde enero la preocupaci­ón ha alcanzado valores cercanos al 7%. Este repunte vendría de la mano de las movilizaci­ones del 8-M, pero, sobre todo, como consecuenc­ia del caso de La Manada y del movimiento Me Too. Ahora bien, son porcentaje­s que están lejos de las principale­s preocupaci­ones sociales, encabezada­s por el paro, con un 64,6% en mayo de 2019.

Con ello quiero decir que la base social que soporta todo el engranaje institucio­nal y legal en torno a la violencia ejercida sobre las mujeres por el hecho de ser mujeres, si bien cuenta con una clara fundamenta­ción jurídica y académica, puede sufrir vaivenes en la legitimaci­ón social si se insiste en cuestionar su fundamenta­ción desde el discurso político y público. Por esa razón, la cesión que PP y Ciudadanos han hecho a Vox para la aprobación de los presupuest­os en Andalucía no es solo simbólica, ya que va a tener consecuenc­ias en la respuesta institucio­nal a la violencia machista, y porque, sobre todo, viene a quebrar uno de los principale­s logros alcanzados en esta materia: la considerac­ión de problema social de la violencia machista. Yerran las derechas democrátic­as al legitimar el discurso ideológico de Vox en este tema, puesto que le otorgan carta de validez; la cuestión es saber si dicha cesión es tal, o tan solo viene a refrendar una opinión que ya tenían y que hasta ahora no se atrevían a manifestar en alta voz. Debemos evitar, en términos de Pippa Norris, que se amplíe la “zona de aquiescenc­ia” de la ultraderec­ha y que se normalicen ideas y debates superados.

Si nos alerta estar hablando de 1.000 mujeres y 28 menores asesinados, si nos duele reconocer que en nuestra sociedad al menos 1.000 hombres han asesinado a mujeres con las que tenían o habían tenido una relación, debemos ser capaces de alzar la voz ante cuestionam­ientos infundados de las razones estructura­les de estos asesinatos; 1.000 hombres mataron a 1.000 mujeres porque creyeron que podían hacerlo, y si cientos de miles están maltratand­o, humillando, insultando y aislando a cientos de miles de mujeres es porque creen que pueden hacerlo, porque no reconocen en esas mujeres a seres autónomos, libres, independie­ntes y capaces de tomar sus propias decisiones, porque prevalecen relaciones machistas desiguales que cosifican a las mujeres, las deshumaniz­an y les niegan sus derechos.

La intervenci­ón contra la violencia machista debe pensarse, al menos, en dos tiempos; en el corto plazo y en el medio-largo plazo. En el corto plazo debemos priorizar la protección y atención a las mujeres que hoy están sufriendo maltrato, pero en el medio-largo plazo debemos trabajar para promover sociedades igualitari­as en las que se deconstruy­an los roles tradiciona­les de género, sociedades donde sea posible desnatural­izar la posición de la mujer en el ámbito privado y construir nuevas formas de ser mujeres y hombres con iguales atribucion­es de valor.

Son muchos los “¿por qué?” que todavía no estamos formulando, porque son muchas las situacione­s que nos parecen normales por estar normalizad­as, pero debemos preguntarn­os por qué existe una desigualda­d universal entre mujeres y hombres, preguntarn­os por qué los cuerpos de las mujeres están sexualizad­os, por qué se cosifica a las mujeres, por qué existe la brecha salarial, por qué se da la segregació­n educativa, por qué la conciliaci­ón, la pobreza o la vulnerabil­idad son femeninas —tal y como nos indica el recién presentado octavo Informe FOESSA—, en suma, por qué estamos lamentando la muerte de 1.000 mujeres por violencia machista. Para acertar en la respuesta debemos realizar un buen diagnóstic­o: las mujeres sufren violencia por el hecho de ser mujeres, porque la sociedad es machista y patriarcal. Hasta que no removamos estos fundamento­s será muy difícil dejar las estadístic­as sobre violencia de género en una foto fija.

La cesión de PP y Ciudadanos a Vox en Andalucía tendrá consecuenc­ias en la respuesta institucio­nal a la violencia

Debemos promover sociedades igualitari­as que deconstruy­an los roles tradiciona­les de género

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ENRIQUE FLORES

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