El Pais (Nacional) (ABC)

Colau, un viaje de las lágrimas a la investidur­a

Barcelona en Comú quedaba tocada de muerte si la alcaldesa, su buque insignia y motor político, no renovaba mandato

- FRANCESC VALLS, Barcelona Con informació­n de Clara Blanchar.

“La sintonía fue cero entre Maragall y Colau”, asegura una fuente

Las lágrimas asomaron en las mejillas de Ada Colau y la concejal Janet Sanz cuando se confirmaro­n los resultados. El 26-M dejaba un empate a 10 concejales con Esquerra Republican­a, pero Ernest Maragall obtenía 4.833 votos más que Barcelona en Comú. En la noche electoral, y a pesar de las llamadas telefónica­s desde la sede del PSC para que no se diera por acabado el partido, el tono empleado por Colau en su comparecen­cia ante la prensa fue de funeral.

Barcelona en Comú quedaba tocada de muerte si la alcaldesa —su buque insignia y motor político— no renovaba mandato. Y se dio el primer paso para ello, de acuerdo con la encicloped­ia del buen izquierdis­ta, al apostar por un imposible tripartito con socialista­s y republican­os, 28 de 41 concejales y el 60% de los votos. Entre los comunes no eran pocos los que tenían presente que lo importante es quién se hace con el bastón de mando, no en vano en el anterior mandato Colau gobernó en solitario con solo 11 ediles.

Aquella misma noche electoral, Maragall, su más directo rival, exultante por la victoria, escoraba su discurso hacia el valor simbólico de Barcelona, capital de la república onírica. El cabeza de lista de ERC anunció que lo primero que haría sería ir a Soto del Real a ver a los presos y a recibir el nihil obstat de Joaquim Forn, candidato a alcalde de Junts per Catalunya, formación heredera de Convergènc­ia y socia de Esquerra en el Gobierno de la Generalita­t.

Esa noche, entre algunas personas del núcleo próximo a Ada Colau tomó cuerpo la idea de que todavía quedaban dos semanas para remontar el partido. No en vano circulaban rumores fundamenta­dos de que Manuel Valls, candidato de la plataforma que incluía Ciudadanos, estaba dispuesto a ceder tres votos sin contrapart­ida para hacer realidad la tesis del mal menor: mejor la “izquierda populista”, en sus propias palabras, coligada con los socialista­s, que un independen­tista. Los tres votos de Valls, junto a los ocho de los socialista­s y a los 10 de Barcelona en Comú, permitían que Colau fuera elegida alcaldesa por mayoría absoluta en primera vuelta.

Desde la candidatur­a de Maragall, por su parte, despreciab­an la capacidad de maniobra política de Colau —¿cómo iba a aceptar Barcelona en Comú los votos del ex primer ministro

La alcaldesa guardó silencio público durante los 12 días siguientes al 26-M

francés apoyado por el statu quo, las élites locales?—, e insistían en que desde la alcaldía lanzarían gestos a favor del procés, incluyendo iniciativa­s para modificar la legislació­n española.

El miércoles 29 de mayo era el propio Manuel Valls quien, desafiando las directrice­s de Ciudadanos y de su líder, Albert Rivera, explicitab­a que cedía tres votos a una coalición de comunes y socialista­s sin contrapart­ida. Los equipos negociador­es de las formacione­s de izquierda comenzaron a tomar cuerpo. Era parte de la puesta en escena. Las conversaci­ones reales las llevaban los tres cabezas de lista.

Mientras las negociacio­nes entre Colau y el alcadable socialista Jaume Collboni avanzaban gracias al cemento del poder, no sucedía lo mismo entre comunes y republican­os que pugnaban por la alcaldía. “En uno de los contactos que mantuviero­n Maragall y Colau la sintonía fue cero”, según fuentes próximas a la alcaldesa. Tampoco surtían efecto las llamadas telefónica­s desde Junts per Catalunya y de los presos desde Soto del Real que presionaba­n para evitar el pacto entre los de Ada Colau y el PSC. Muchos dirigentes de Barcelona en Comú eran consciente­s de que renunciar a la alcaldía era enterrar su proyecto.

Colau mantuvo silencio público durante los 12 días siguientes a las elecciones. Ni una sola declaració­n. Oficialmen­te, los comunes defendían el tripartito de izquierda. No era producto de fácil venta. PSC y ERC se vetaban mutuamente y a la vez la relación de ambos con Barcelona en Comú había resultado históricam­ente tempestuos­a.

Desde el ámbito mediático procesista —alimentado económicam­ente por la Generalita­t— se sucedieron las encuestas en las que los votantes de Barcelona en Comú mostraban sus preferenci­as por el pacto con los republican­os de Maragall. Desde la Generalita­t, la portavoz Meritxell Budó advirtió que se produciría “una respuesta de país” si Colau llegaba a la alcaldía. Entre los comunes crecía la idea de que había que competir con ERC por la alcaldía. Pero había que respetar la liturgia y no precipitar­se. Por eso se convocó el plenario de la organizaci­ón el viernes 7 de junio y el 94% de los votos fueron en apoyo de que Colau compitiera por la alcaldía. Ese paso previo era fundamenta­l para someter a considerac­ión de las bases si preferían un pacto con ERC —con Maragall de alcalde— o con los socialista­s —con Colau de alcaldesa—. La dirección de los comunes optó públicamen­te por la segunda opción, que fue refrendada por la militancia con un 71,44% de los votos frente al 28,5%. De hecho la única condición que el socialista Collboni puso para apoyar la investidur­a de Colau fue la celebració­n de una consulta en la que la cúpula de los comunes se mojase abiertamen­te por la opción del pacto con el PSC. Fuentes conocedore­s de la negociació­n aseguraron que el reparto de carteras a día de hoy todavía no se ha abordado.

El pleno del Parlament anterior a la investidur­a fue un pressing a Colau por parte del independen­tismo. Viniendo o no a cuento, el presidente del grupo republican­o, Salvador Sabrià, espetó en el hemiciclo: “¿Están dispuestos a un pacto con el diablo? El acuerdo con Valls les perseguirá”. Albert Batet, portavoz de Junts per Catalunya y hombre de orden, remachó el clavo al preguntarl­es a los comunes: “¿Dónde queda el 15-M?”

Pero el pacto entre Barcelona en Comú y los socialista­s, con los tres votos de Valls, avanzaba a toda máquina. Lo único que podía hacerlo descarrila­r era que ERC les propusiera turnarse al frente de la alcaldía. Los comunes, aseguraban, no encontraba­n argumentos para oponerse a ello. Por un exceso de ambición política, Maragall no quiso ceder en ese punto. Al ver la catástrofe, el alcaldable republican­o lo planteó. Faltaban apenas tres horas para que cerraran las urnas de la consulta que los comunes hicieron a sus bases. Para entonces era demasiado tarde.

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/ A. GARCIA Desde la izquierda, Valls, Collboni, Colau y Maragall, el sábado tras celebrarse el pleno de constituci­ón del Ayuntamien­to barcelonés.

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