El Pais (Nacional) (ABC)

El nuevo botellón es el 4G

Los jóvenes cambian sus formas de ocio gracias a Internet. Se reúnen en la calle para bailar con YouTube o fotografia­rse

- PABLO CANTÓ, Barcelona

Cuando no salen, sus planes giran también en torno a la Red

Antes quedaban en lugares con wifi; ahora solo dependen del móvil

Las afueras de los museos son un punto de encuentro común en Barcelona

Dos altavoces conectados a teléfonos móviles compiten por ver cuál suena más alto en el patio del Centro de Cultura Contemporá­nea de Barcelona. Alrededor, una veintena de adolescent­es bailan mientras los turistas se paran a observarlo­s. Parece que llevan años yendo a academias de danza, pero aseguran que no han pisado ninguna. “Hemos aprendido aquí, viendo YouTube”, cuentan Keesha, Chenoa y Aaron (de 15, 17 y 22 años, respectiva­mente) mientras toman aire entre canción y canción. “Primero, memorizamo­s los pasos viendo videoclips a cámara lenta, y luego los ensayamos”, explican. La tecnología es el pegamento de esta reunión. Lejos de aislarlos en casa, sus smartphone­s los ponen a bailar en plena calle. Su plan de fin de semana, al igual que el de muchos jóvenes, solo necesita dos cosas: amigos y un móvil con conexión a Internet.

Hace poco más de una década, conectarse a la Red implicaba estar bajo techo, anclado a un módem y un ordenador de sobremesa. Pero la situación ha cambiado para las nuevas generacion­es. Los bailarines del Centro de Cultura Contemporá­nea de Barcelona, por ejemplo, se organizan a través de un grupo de WhatsApp en el que hay gente de diferentes edades, zonas e institutos de Barcelona. “No quedamos a una hora determinad­a, solo avisamos de que vamos a venir para que más gente se una”, cuentan.

Lejos de la imagen de apocalipsi­s tecnológic­o que proyectan algunos expertos, Internet ha ayudado a vertebrar nuevas comunidade­s y formas de ocio que no se quedan en lo digital. “Nosotros nos conocimos a través de una cuenta de Instagram”, cuenta Fidel Millán, de 17 años, que ha quedado con tres amigos —Ángel, Fátima y Albert— en el Museo de Arte Contemporá­neo de Barcelona. Allí, los jóvenes se hacen fotos unos a otros, escuchan música juntos o comentan memes que han visto en Instagram o Twitter.

Ni Fidel ni ninguno de sus amigos viven cerca de este museo. No han quedado aquí porque vayan a visitar una exposición, sino porque a este lugar “viene mucha gente de gustos alternativ­os: skaters, aficionado­s a la moda, al trap…”. Se juntan allí por el ambiente. Dicen que cuando salen, beben “poco o nada”, como cada vez más europeos, según el estudio que la Organizaci­ón Mundial de la Salud publicó el pasado noviembre sobre comportami­entos adolescent­es asociados al alcohol. Aunque en España los datos son escasos y no dibujan una tendencia clara, el informe recoge que en Europa los adolescent­es no solo beben menos que en la última década, sino que cada vez hay más abstemios.

Antes de que cualquiera pudiera “tirar de 4G” en su teléfono, muchos jóvenes decidían su lugar de reunión basándose en otro criterio básico: que hubiera conexión wifi. En Madrid, los puntos de encuentro de ese botellón de wifi eran, principalm­ente, la plaza de los Cubos y Ópera, ambas con varias redes abiertas de restaurant­es cercanos. En Barcelona, el centro comercial La Maquinista y la Apple Store. Este último punto fue el más mediático debido al reportaje publicado por la revista de tendencias Playground sobre los swaggers, adolescent­es que se reunían a hacerse selfis, escuchar reguetón y lucir sus estilismos.

Que hubiese wifi dejó de ser decisivo para decidir el lugar de la quedada a medida que la banda ancha móvil fue haciéndose más asequible y popular. Entre 2008 y 2017, según los datos recopilado­s por la revista digital de telefonía móvil Xataka, el precio del giga (de datos descargado­s) pasó de 35 euros a 1,30 euros. En cinco años (de 2008 a 2017) el número de líneas de banda ancha móvil se ha duplicado en España, según datos de Telefónica. En nuestro país, en 2018 ya había 114 líneas de este tipo por cada 100 habitantes.

Con la democratiz­ación del Internet móvil, el botellón de wifi dio lugar al de 4G. Ahora pueden quedar donde quieran y las citas ya no son necesariam­ente tan multitudin­arias. Fidel cuenta que él era muy joven cuando se popularizó la Apple Store como lugar de reunión, pero no cree que se hubiera sentido cómodo allí. “A mí me da mucho respeto juntarme con grupos tan numerosos y con gente que no se conoce entre sí”, dice.

También en casa

Hacerse fotos es otro plan para pasar la tarde. En plaza de Cataluña, a menos de un kilómetro del Museo de Arte Contemporá­neo de Barcelona, un grupo de chicas ha quedado solo para retratarse. “Es para ir subiéndola­s a Instagram a lo largo de la semana”, comentan. También se hacen selfis, pero dicen que prefieren tomarse las fotos entre ellas “porque la calidad de la cámara frontal no es tan buena como la trasera”.

La autoestima también se puede construir online y proveer de herramient­as para solucionar problemas a este lado de la pantalla. Fidel, que estudia segundo de Bachillera­to, cuenta que durante la ESO sufrió “rechazo” por parte de sus compañeros de clase. En su caso, todo mejoró cuando comenzó a conocer a gente por Internet. Han acabado convirtién­dose en sus amigos. De hecho, casi ninguno de los presentes lo llama Fidel, sino por el nombre que utiliza en Internet, Kvrpv (Karpa).

¿Y cuando se quedan en casa? Los planes con amigos en el hogar también giran en torno a Internet. “A veces quedamos para jugar online, ver cómo juegan otros o ver vídeos de YouTube”, cuenta Ángel Sicilia, amigo de Fidel. Cuando están con otros jóvenes, sus favoritos son “las recopilaci­ones de vines [vídeos muy cortos de contenido humorístic­o]. “Triunfan siempre”, dice. Da igual si lo que toca es quedarse en casa, reunirse para ver vídeos como quien va al cine, salir a hacerse fotos, a bailar o a buscar ropa de segunda mano... El invitado que no falla en ninguno de los planes es Internet. Pero no es el único.

 ?? / JUAN BARBOSA ?? Albert, Fidel, Fátima y Ángel consultan sus móviles en una cancha de baloncesto junto al Centro de Cultura Contemporá­nea de Barcelona.
/ JUAN BARBOSA Albert, Fidel, Fátima y Ángel consultan sus móviles en una cancha de baloncesto junto al Centro de Cultura Contemporá­nea de Barcelona.
 ?? / J. B. ?? El grupo de amigos se conoció a través de Instagram.
/ J. B. El grupo de amigos se conoció a través de Instagram.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain