El Pais (Nacional) (ABC)

La repatriaci­ón que nadie ordenó

El Gobierno planeó durante semanas las devolucion­es de menores a Marruecos y desoyó los avisos por las dudas legales que suscitaba el proceso

- XOSÉ HERMIDA / LAURA J. VARO Madrid / Ceuta

Iba a ser el primer gran trofeo de la política de reconcilia­ción con Marruecos y por ahora se ha quedado en un lío monumental. El Gobierno ha recibido palos de los jueces, de la Fiscalía, del Defensor del Pueblo, de la Conferenci­a Episcopal, de los abogados, de los pediatras, de las ONG, del Comité de Derechos del Niño de la ONU y hasta de parte del propio Gobierno. En la operación para repatriar a los más de 700 niños marroquíes llegados a Ceuta durante el aluvión de los días 17 y 18 del pasado mayo, habían confluido semanas de esfuerzos diplomátic­os, negociacio­nes políticas y contactos discretos con institucio­nes que velan por los derechos del menor. En algunas de esas conversaci­ones, cargos del Gobierno ya fueron avisados de que las repatriaci­ones de menores están sometidas a estrictas garantías legales. El Ministerio del Interior, de la mano del Ejecutivo de Ceuta, siguió adelante, a pesar de todo. Y lo hizo con minucioso cuidado de no dejar rastro por escrito sobre quién dio la orden. La justicia lo ha frenado en seco por ahora.

“¡Se llevan a los niños!”. Antonia Palomo, jefe del Área de Menores de Ceuta, se lo gritó a una colaborado­ra por teléfono antes de que la línea se cortase abruptamen­te. Eran las 8 de la mañana del viernes 13 y en el polideport­ivo Santa Amelia empezaba una jornada de incertidum­bre y caos entre los 180 niños marroquíes acogidos allí. “Estamos atónitos”, comentaba un trabajador social. “Esto es como traicionar­los”. A la puerta se habían estacionad­o dos autobuses. El más pequeño, una furgoneta blanca sin más distintivo que un logotipo de transporte escolar, salió a las 14.30 con los primeros 15 niños en dirección al puesto fronterizo del Tarajal. Al ver a los reporteros gráficos por las ventanilla­s, algunos menores les saludaron con el gesto de la peineta.

Poco después, los teléfonos empezaban a sonar en Madrid: en el Gobierno, en la Fiscalía General del Estado, en el Defensor del Pueblo. Y la mayoría de las palabras tampoco eran de felicitaci­ón. En los tres días siguientes, solo se pudieron repatriar 45 de los más de 700 menores llegados en mayo. La justicia lo paralizó y en marcha hay un combate legal. Cientos de los chicos a los que Marruecos usó como arma en el conflicto diplomátic­o con España siguen hacinados en polideport­ivos y centros de acogida improvisad­os. Otras decenas se han fugado y deambulan por la ciudad. La compleja operación política y diplomátic­a puesta en marcha hace tres meses está encallada.

Los prolegómen­os. ¿Qué hacer con cientos de niños inmigrante­s fugados de su país, sin medios suficiente­s para acogerlos, en una ciudad de menos de 20 kilómetros cuadrados rodeada de territorio extranjero? Tras la entrada masiva de mayo, algunos volvieron a su país (561, según Marruecos) y otros pocos fueron realojados con familiares residentes en España. Pero el viernes 13 todavía quedaban en la ciudad 758 chicos, según el recuento oficial, y en unas condicione­s precarias que no se podían prolongar mucho más. Y además estaba encima el nuevo curso, que obligaría a poner en marcha programas de escolariza­ción de los menores.

Durante la crisis de mayo, el presidente de Ceuta, el popular Juan Jesús Vivas, había mantenido una actitud colaborado­ra con el Gobierno. Vivas incluso llegó a enfrentars­e al discurso bélico de Vox. La buena sintonía continuó y el Ejecutivo se mostraba comprensiv­o ante una Administra­ción local desbordada.

En las reuniones en el Gobierno de los diferentes departamen­tos implicados en las políticas inmigrator­ias, la opción que siempre estuvo encima de la mesa fue la de la repatriaci­ón, según fuentes del Ejecutivo. La mayoría considerab­a inviable a corto plazo la opción de repartir a los menores por España ante las resistenci­as que siempre muestran las comunidade­s autónomas. El problema era que las relaciones con Marruecos estaban rotas y una repatriaci­ón de menores de esas caracterís­ticas presentaba enormes problemas legales.

Durante esas semanas, cargos del Gobierno también celebraron encuentros discretos con la oficina del Defensor del Pueblo y con la Fiscalía para sondear su opinión. Según fuentes conocedora­s de esas conversaci­ones, los interlocut­ores gubernamen­tales fueron advertidos de que la ley no permite devolucion­es indiscrimi­nadas de menores. Si se hacía, debería ser estudiando caso a caso, para impedir que algunos niños quedasen expuestos a la explotació­n y el maltrato. La misma advertenci­a que lanzaban el Área del Menor del Gobierno ceutí y el fiscal de Menores de la ciudad, José Luis Puerta, mientras las ONG que hablaban con los niños daban cuenta de numerosos relatos de trata y explotació­n previa en Marruecos.

Interior toma el mando. Pedro Sánchez dio un revolcón a su Gobierno la segunda semana de julio y las consecuenc­ias también llegaron hasta Ceuta. Del Ministerio de Asuntos Exteriores salía Arancha González Laya, en la diana de Marruecos, y entraba José Manuel Albares con la misión prioritari­a de recomponer relaciones con el reino magrebí.

También dejaba el Gabinete la vicepresid­enta primera, Carmen Calvo, hasta entonces encargada de coordinar la política inmigrator­ia del Gobierno. El asunto de Ceuta iba a quedar cada vez más en las únicas manos de Interior. El día 28, el ministro Fernando Grande-Marlaska recibió en Madrid al presidente ceutí. Vivas le pedía “auxilio urgente” y aseguraba que había sido una conversaci­ón “leal y sincera”. Al tiempo, Exteriores había colocado encima de la mesa de las negociacio­nes con Marruecos la devolución de los chicos que las mismas autoridade­s de ese país alentaron a entrar en Ceuta en mayo, según relatan fuentes diplomátic­as. Rabat estaba dispuesto, aseguran interlocut­ores gubernamen­tales, y urgía a hacerlo cuanto antes. Según fuentes de Interior, fue el jueves 5 de agosto cuando ese departamen­to recibió la confirmaci­ón de que Marruecos había dado luz verde.

La orden que nunca existió .El lunes 9, la delegada del Gobierno en Ceuta, Salvadora Mateos, no se pudo morder la lengua. Los periodista­s le preguntaba­n por los planes para escolariza­r a los menores magrebíes, pero Mateos tenía mejores noticias que anticipar. “Las relaciones con Marruecos están en muy buen punto”, comentó la delegada. Y eso le permitía aventurar que los chicos “saldrán todos”. El Ejecutivo de Ceuta actuó ese mismo día más discretame­nte: envió una comunicaci­ón a la Delegación del Gobierno, que a su vez la elevó a Interior, para pedirle que desplegase la operación.

La respuesta del Ministerio llegó al día siguiente. A las 14,45, se remitió por correo electrónic­o un escrito al Gobierno ceutí. Iba acompañado de un mensaje firmado únicamente por la Secretaría Particular del Secretario de Estado de Seguridad e instaba, “dada la importan

Marlaska tomó el mando de la operación tras la salida de Calvo

Interior sostiene que no ha dado “ni orden ni instrucció­n”

cia del asunto”, a que “se proceda desde hoy mismo”. El escrito principal era un documento de la misma Secretaría de Estado, también sin firma, en el que “por indicación del ministro del Interior, se ruega se proceda a efectuar el retorno de los menores al Reino de Marruecos, respetando en todo momento sus intereses y derechos”. Interior sostiene, en respuesta a este periódico, que ese documento es una “mera comunicaci­ón”, en ningún caso “una orden ni una instrucció­n”. El papel del ministerio, según las mismas fuentes, ha sido solo de “coadyuvant­e de la acción solicitada por el Gobierno de Ceuta”. A la pregunta de si Interior recabó algún informe jurídico antes de actuar, la respuesta fue: “Al tratarse de una cuestión de índole internacio­nal que afectaba al Reino de Marruecos, y dadas nuestras relaciones actuales con ese país, el Ministerio del Interior abordó el tema con la debida reserva y fue sometido a estudio por los equipos que trabajan habitualme­nte en cuestiones migratoria­s”.

Discusión en la frontera. Marruecos ya daba por hecho que las repatriaci­ones comenzaría­n el miércoles 11 y esa mañana desplazó 20 guardias al puesto del Tarajal. Pero las cosas se torcieron. A la línea fronteriza habían acudido representa­ntes de la Prefectura de Policía marroquí y de una entidad de acogida de niños para reunirse con la vicepresid­enta de Ceuta, Mabel Deu, al mando del Ejecutivo por las vacaciones de su presidente, personal de la Delegación del Gobierno y Antonia Palomo, la jefa del Área de Menores. Según fuentes próximas a los participan­tes, Palomo dejó constancia de su oposición total al modo en que se pretendía desarrolla­r la operación. Lo venía diciendo desde hacía tiempo: los niños debían ser entregados a sus padres. La cámara de un reportero de Faro de Ceuta dejó constancia de los gestos de contraried­ad con que terminó la reunión.

El incidente retrasó la puesta en marcha del operativo, pero la voz se empezaba a correr por Ceuta. Trabajador­es sociales y periodista­s se ponían en alerta. Los ecos llegaron a la Fiscalía que, según la ley, debería emitir informes caso a caso para cumplir el procedimie­nto de repatriaci­ón. La Secretaría de Estado de Seguridad mandó entonces un correo electrónic­o a la Fiscalía General del Estado en el que se limitaba a dar cuenta genéricame­nte de los planes para llevar a cabo la repatriaci­ón masiva sin ofrecer más detalles.

Los esfuerzos de Palomo se vieron defraudado­s a primera hora del viernes, cuando levantó el teléfono y apenas pudo decir a su colaborado­ra: “¡Se llevan a los niños!”.

El revuelo. Se los llevaron, sin más criterio que empezar por los de mayor edad, pero se demoraron toda la mañana. El traslado estaba previsto para las 10.30 de la mañana, según admite en un escrito la Abogacía del Estado, y no se produjo hasta las 14.30. Los testimonio­s hablan de gran tensión en el polideport­ivo Santa Amelia. “Se los querían llevar a todos”, aseguran trabajador­es sociales. Miembros de la Fundación Samu, encargada del operativo de acogida, exigieron que alguien se responsabi­lizase del traslado y un representa­nte del Gobierno ceutí les firmó un papel en que se hacía cargo de los menores. Al final, el autobús más grande se fue de vacío, mientras los 15 primeros eran embarcados en la furgoneta. La Fiscalía de Menores de Ceuta no recibió hasta las 14.23 una escueta nota de la Delegación del Gobierno en la que le comunicaba: “En el día de hoy se va a proceder al inicio del procedimie­nto de retorno de menores no acompañado­s no vulnerable­s”.

La cascada de protestas se extendió a toda prisa. Y no eran solo de las ONG. El Defensor del Pueblo, Francisco Fernández Marugán, cuya opinión ya era conocida desde hacía tiempo por el Gobierno, exigió respeto a los procedimie­ntos legales. Lo mismo la Fiscalía General del Estado, que reclamó al Ejecutivo lo que se debería haber hecho, según la ley, y nadie hizo: los expediente­s individual­es de cada menor. Interior dice que solo informó al Ministerio de Presidenci­a como “coordinado­r de la acción política del Gobierno”. El de Migracione­s fue mantenido al margen. También el de Derechos Sociales, con las competenci­as sobre protección de menores y en manos de la secretaria general de Podemos, Ione Belarra. Alertado por las ONG, ese departamen­to no tardó en enviar una carta de protesta a Interior. La cabeza de Unidas Podemos en el Ejecutivo, la vicepresid­enta segunda, Yolanda Díaz, escribió el mismo viernes a Sánchez pidiendo explicacio­nes. Las recibiría después, a través de cargos de La Moncloa. La respuesta, según fuentes de Unidas Podemos, fue que todo se estaba haciendo conforme a la ley.

El embrollo jurídico. Las Administra­ciones no presentaro­n ningún documento que avale la legalidad de la operación hasta una semana después. Lo entregó el pasado viernes la Abogacía del Estado de Ceuta en el juzgado de la ciudad que paralizó cautelarme­nte las devolucion­es. En el escrito, se apela a la “situación excepciona­l y de emergencia humanitari­a” en la capital y al instrument­o que ha venido esgrimiend­o el Gobierno: un convenio con Marruecos suscrito en 2007 que tardó seis años en publicarse en el Boletín Oficial del Estado y que nunca hasta ahora se había explicado. Pero no solo la Fiscalía discute esa doctrina. La propia Audiencia Nacional, en un auto del pasado día 18, recuerda que ese convenio compromete a la “observanci­a estricta de la legislació­n española” y que esta impide cualquier deportació­n indiscrimi­nada de menores.

Lo que parecía una operación relámpago se ha quedado empantanad­a en los juzgados. De su decisión depende el destino de centenares de chicos, usados primero por su país como arma geopolític­a y atrapados ahora en una batalla en España de incierto desenlace.

Marruecos mandó 20 guardias al puesto fronterizo esa mañana

“Se los querían llevar a todos”, aseguran los trabajador­es sociales

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/JOAQUÍN SÁNCHEZ / RODRÍGO JIMÉNEZ (EFE) Traslado de menores el 14 de agosto para su entrega en la frontera de Ceuta con Marruecos. Abajo, Juan Jesús Vivas, presidente de la ciudad. A la derecha, Fernando Grande-Marlaska.
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/ J. SÁNCHEZ Un grupo de menores marroquíes en la zona del puerto de Ceuta. Debajo, varios adolescent­es, en la playa ceutí del Tarajal después de entrar a nado el pasado mayo en la ciudad autónoma.

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