Ceuta, en la encrucijada migratoria
La ciudad ejemplifica el dilema entre el modelo policial de la ‘Europa fortaleza’ y el proteccionista de derechos
Hubo un tiempo no muy lejano en que la línea que separa Ceuta de Marruecos no estaba fortificada. Donde hoy brilla un gigante de metal de ocho kilómetros dotado de la última tecnología apenas había unos metros de alambre mugriento a ras de suelo. Los ciudadanos de uno y otro lado —en algunos casos familiares— eran verdaderos vecinos, convivían más y transitaban de forma cotidiana por un territorio con delimitaciones difusas más allá de los mapas. ¿Quién pensaba en el pequeño estraperlo que suponía volver al lado marroquí con un transistor o una licuadora? ¿O regresar al lado español con fruta, verdura o pescado fresco y barato? Nada extraordinario en una frontera que marca uno de los mayores escalones en el nivel de vida del mundo.
Hace un cuarto de siglo, en 1996, todo cambió con el levantamiento de una valla que no ha dejado de crecer. Su objetivo, frenar desde entonces la creciente llegada de inmigrantes, especialmente subsaharianos con intención de dar el salto a la Europa continental. Se había desmoronado ese sistema de frontera permeable. El principal detonante fueron los graves incidentes de 1995, cuando dos centenares de inmigrantes subsaharianos se enfrentaron a la policía. Hubo 79 heridos, una treintena de ellos agentes, y 150 detenidos. Ceuta —y España— nunca volvió a ser la misma. La llegada de unas 10.000 personas, casi todos marroquíes, entre el 17 y el 18 de mayo pasados, empujados por las autoridades del reino alauí, es algo que nunca se había visto.
“La presión migratoria en Ceuta empieza en los años noventa y ha ido creciendo. La emigración es usada como una herramienta política y la ciudad es un tapón”, describe el vicepresidente segundo del Gobierno de Ceuta, Carlos Rontomé, del PP. Se refiere a un territorio “desbordado” en sus recursos económicos, humanos y materiales. Eso impide que “los ceutíes puedan disfrutar de una vida similar a la de otros españoles”. “En un espacio pequeño, de 19 kilómetros cuadrados y 85.000 habitantes, es una barbaridad soportar
El socialista De Lucas critica que Interior opte por la salida “menos costosa”
el 10% de los menores no acompañados de España”, añade.
Lo vivido estos meses desde la crisis bilateral de mayo, cerrada por el rey de Marruecos en un discurso el viernes, pone de manifiesto la tensión existente entre dos modelos: el de la seguridad y policial que impera en la Europa fortaleza frente al humanitario y social que se asienta en una prolija legislación en defensa de los derechos. Reflejo de ello son los desencuentros por las devoluciones de menores dentro del propio Gobierno de coalición, entre el Ministerio del Interior en manos socialistas y el ala de Unidas Podemos.
“Si el menor expresa su preferencia no hay tu tía”, afirma refiriéndose a la ilegalidad de llevarse a los niños sin informe y contra su criterio el senador socialista Javier de Lucas, experto en migraciones. Lucas es consciente de que su contundencia puede molestar dentro del PSOE. Sabe que el Gobierno está dividido en este asunto, pero lanza un dardo al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por elegir “la solución más sencilla y menos costosa”, que es apostar por devolver a los migrantes frente a las dificultades de gestionar el problema. “Sorprende que alguien que es magistrado y con formación judicial fuerce tanto el marco legal”, observa De Lucas.
Este senador socialista, también catedrático de Filosofía de la Universidad de Valencia, insiste en que “la posición más dura e incomprensible es la de Interior”. Considera que en un país con una baja tasa de natalidad “hay un problema de fondo que es el reto demográfico”. Lucas defiende, al igual que el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, la reforma del reglamento de Extranjería para mejorar el horizonte de las pensiones y las prestaciones sociales.
La psiquiatra marroquí Amina Bargach lleva décadas empapada en la realidad de los menores de Tetuán, la urbe más próxima a Ceuta. Por eso conoce tan de cerca la “transcripción del rol” que supone que, como las leyes impiden a los adultos dar el salto, sea el menor el que asuma la función de sacar adelante a la familia.
Situación insostenible
“Hay muchas tensiones” con “un modelo de seguridad que está inflamado y en hipérbole”, entiende José Antonio Alarcón, director de la Biblioteca Pública del Estado en Ceuta y director del Instituto de Estudios Ceutíes. “Estamos condenados a entendernos pese a que hay quien está por cerrar la frontera definitivamente”, señala en referencia a Vox.
El Gobierno ceutí se defiende argumentando que la situación es insostenible y que la afrenta de Rabat el pasado mayo supone algo “distinto” a crisis anteriores, según su vicepresidente Carlos Rontomé, conocido sociólogo y profesor universitario antes de dar el salto a la política. “Es una llegada masiva consentida por las autoridades marroquíes de adultos y menores”, recuerda para justificar la “solución excepcional aplicada”, cuya legalidad defiende, pese a que no se realizaron los preceptivos informes individuales de los menores. “Se han puesto todos los medios para atender a esta población que llega en masa, pero es comprensible que la ciudad recibiera del Estado apoyo y que no sea siempre la ciudad el tapón”, reclama el vicepresidente ceutí.
Alarcón opina que “la irresponsabilidad” de Marruecos en mayo “hace más difícil defender el modelo de convivencia, por todo el rechazo que ha causado. Estamos manteniendo a miles de personas que se quedaron en la ciudad y que suponen un problema social unido a la pandemia”.
Mientras los ojos están puestos en Ceuta, Melilla y Canarias, el mayor número de entradas irregulares se producen por el aeropuerto de Barajas con personas que llegan con visado de turista y se quedan, explica De Lucas. La realidad demuestra que el choque es global, desde el cierre de la frontera de Irún hasta la valla que acaba de empezar a levantar Lituania en su frontera con Bielorrusia. Además, el conflicto en Afganistán asegura mantener muy vivo el debate en los próximos meses con miles de refugiados. En este sentido, comenta De Lucas, un país como España —junto a Italia y Grecia— sufre “la falta de solidaridad de otros Estados europeos, que tratan de que sean los países receptores los que gestionen el problema”.
El hachazo que supone el Estrecho de Gibraltar hace que Ceuta mire a Marruecos. “La frontera supone una economía simbiótica para ambos lados”, reconoce Alarcón. El golpe de gracia llegó con el cierre total de la frontera por el coronavirus. En Castillejos, de donde sale gran parte del trasiego mercantil, la precariedad se ha disparado y la gente quiere huir. Basta con abrirles la puerta.
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