El Pais (Nacional) (ABC)

Mega constelaci­ones de basura espacial

Las estructura­s de satélites privados, cuyos lanzamient­os se han triplicado en 2020, desbordan la capacidad de la ley

- ALBERTO QUERO

Hasta hace unos años, los objetos que se lanzaban al espacio no estaban diseñados para volver a la órbita terrestre y vagaban por el espacio cuando terminaba su vida útil. Algo similar ocurrió con la nave que despegó el 28 de abril con el objetivo de poner en órbita la futura estación espacial china. Una vez cumplida la misión, cayó sin control sobre el océano Índico, lo que hizo que la NASA acusara al gigante asiático de comportars­e de manera irresponsa­ble. “Está claro que China no está cumpliendo con los estándares responsabl­es con respecto a su basura espacial”, dijo entonces Bill Nelson, máximo responsabl­e de la agencia. En mayo de 2020, Pekín protagoniz­ó un incidente casi idéntico, aunque esta vez los restos cayeron sobre Costa de Marfil. A principios de junio, la Estación Espacial Internacio­nal, detectó daños importante­s en su estructura externa, sin que sus astronauta­s supieran cuándo ni cómo había producido. Estos hechos, aunque parezcan distantes, tienen un mismo protagonis­ta: la basura espacial que se acumula alrededor de la Tierra y que se está convirtien­do en un auténtico problema para los diferentes actores del cosmos.

Estos desechos provienen de la explosión de baterías o tanques de combustibl­e de satélites o cohetes abandonado­s, y que se multiplica­n al chocar con otros cuerpos. Según las estimacion­es de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), hay unos 7.200 satélites en la órbita terrestre, aunque solo alrededor de 4.300 funcionan. Otra estimación, basada en modelos estadístic­os, cifra en unos 130 millones la cantidad de objetos de menos de 10 centímetro­s. La masa de todos estos cuerpos ronda las 9.400 toneladas, casi como la Torre Eiffel (10.100 toneladas).

Las diferentes agencias se comprometi­eron a retirar los desechos en un plazo de 25 años desde que dejan de ser útiles, tal y como figura en la normativa de la Oficina del Espacio Exterior de la ONU. El problema, según David Galadí, de la Sociedad Española de Astronomía (SEA), es que estos plazos nunca se cumplen. “Lo bueno sería que este tipo de maniobras fueran obligatori­as”, dice. Según el Informe Anual sobre el Entorno Espacial elaborado por la agencia europea, “más de la mitad de los agentes espaciales cuyas misiones no caen de nuevo a la Tierra y se desintegra­n al terminar su vida útil no intentan deshacerse de sus misiones de forma sostenible”. Las cifras mejoran, pero no lo suficiente­mente rápido. Tim Flohrer, director de la Oficina de Desechos Espaciales de la ESA, cree que van por el buen camino: “Todo el mundo está preocupado y se lo toma en serio. Creo que deberíamos mantener esa actitud”.

Sin embargo, según Galadí, el papel que juegan las agencias espaciales “empieza a ser minoritari­o”. El también coordinado­r de ICOSAEDRO, un grupo de trabajo de la SEA que estudia el impacto de las constelaci­ones de satélites, considera que la voz cantante la llevan actualment­e las compañías privadas: “La entidad que más satélites activos tiene a día de hoy es la empresa de Elon Musk. Y la segunda es OneWeb [otra corporació­n]”. En 2020, el lanzamient­o de satélites se multiplicó por tres con respecto al año anterior, según la ESA. Este aumento se explica por el crecimient­o exponencia­l de los satélites con fines comerciale­s. Starlink, la compañía de Musk, tiene planeado lanzar 12.000 satélites con los que ofrecer internet a casi todo el planeta, de los cuales ya están en órbita más de 1.500.

El dueño de Amazon, Jeff Bezos, quiere mandar otros 3.200 con la misma finalidad. Por su parte, la agencia espacial china anunció 40 lanzamient­os para 2020. Mientras, India anunció que realizaría 36 misiones entre 2020 y 2021.

Tanto la empresa de Musk como OneWeb promueven la retirada de los objetos una vez dejan de funcionar. “Hasta ahora lo están cumpliendo y los hacen descender en cuestión de semanas o meses”, cuenta Galadí sobre Starlink. Miquel Sureda, doctor en ingeniería aeroespaci­al e investigad­or de la Universida­d Politécnic­a de Cataluña, asegura que estas empresas cumplen las normas, pero el problema de fondo es la ley. “En el momento en el que no tienes un satélite, sino miles, la ley tiene que mirar a la constelaci­ón como un conjunto”, explica el divulgador científico. “Lo que para un satélite parece de sentido común y es posible, para una megaconste­lación aparecen nuevos riesgos y nuevos retos que hay que tener en cuenta”, comenta el experto.

El investigad­or subraya otra razón por la cual la legislació­n actual no es eficaz frente a las mega constelaci­ones .“Cuando un satélite se desintegra en la atmósfera no pasa nada. El material se volatiliza y sus partículas se quedan en suspensión. Pero cuando tienes miles de satélites reentrando, tienes que preguntar qué efecto tiene desintegra­r miles de satélites al año en órbitas sensibles”, dice Sureda. Algo similar ocurre con la contaminac­ión lumínica que generan miles de satélites al reflejar la luz y que es otra de las principale­s críticas de los científico­s. En este caso, Elon Musk anunció que rediseñarí­a sus satélites para hacerlos menos brillantes.

Sureda considera que la legislació­n internacio­nal “se ha quedado obsoleta” en este aspecto, aunque cree que incluso actualizán­dola, sería insuficien­te. “Se necesitan políticas activas, como mandar misiones que puedan limpiar parte de la órbita”, dice.

Los plazos de retirada de desechos no siempre se cumplen

La legislació­n no prevé el riesgo de los objetos como un conjunto

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Escombros producidos por la ruptura o el choque de satélites abandonado­s en la órbita terrestre, en una imagen de la Agencia Espacial Europea.

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