El Pais (Nacional) (ABC)

Llega la montaña

Fabio Jakobsen consigue su segunda victoria en el esprint de La Manga, antes de que la carrera aborde dos puertos en Almería que rozan los 2.000 metros de altitud

- CARLOS ARRIBAS

El pelotón es un animal que se adapta al medio con buen gusto. Los días de paisaje feo, aquellos en los que el desprecio de los humanos por la belleza de las bellas vistas, visiones que destroza con sus construcci­ones, alcanza su culmen, el pelotón se adormece y se mimetiza, y quizás atontado por el sol del agosto inclemente, se desliza lento hacia La Manga desde Santa Pola, entre campos desérticos de los que brotan chalets color tierra seca, polvorient­os, y campos de golf amarillent­os, como los poblados fantasmas que el avance de la construcci­ón del ferrocarri­l del Far West dejaba plantados camino de California, invadidos por la arena y por el recuerdo de un esplendor prometido y nunca alcanzado, y la arqueologí­a minera de La Unión, sus lámparas y sus cantes. Ya en la lengua de tierra entre el Mediterrán­eo y la gran laguna salada, el olor a petróleo en el puerto, a agua estancada en las calles, tanto coche, tanto barquito, el grupo, y la brisa que sopla a favor y seca las espaldas empapadas de los corredores, parece despertar. Acelera hacia el esprint inevitable, hacia el duelo cotidiano Jakobsen-Philipsen, que se produce tan seguro como que el sol sale por Palos, mientras siga amaneciend­o, lo que no es tan seguro, y se pone por San Vicente, donde se disfruta el ocaso bebiendo una Sagres.

Y, aunque por medio se meta el peligroso italiano Alberto Dainese, gana Fabio Jakobsen, que empata a dos victorias en la Vuelta 21 con el belga, su rival ahora y en el futuro, que le pertenece a ambos esprínters jóvenes. Le lanza a Jakobsen el francés Florian Sénéchal, cuyo sueño perturba el recuerdo del 5 de agosto de 2020 en Katowice, la visión de Jakobsen tirado en el suelo, el rostro cubierto de sangre irreconoci­ble, solo los ojos, y su gesto instintivo, el del francés, de bajarse de la bicicleta rápido y levantarle la cabeza al caído para evitar que se ahogara con su propia sangre. Contaba Sénéchal que en cuanto le levantó la cabeza, Jakobsen escupió sangre y la vida volvió a su mirada. Son inseparabl­es desde entonces, y Sénéchal, que le salvó la vida, le ayuda a ganar, a recuperar el espíritu. Y ganan los dos en La Manga. Y menos de un segundo después de ver, ya desde el fondo del pelotón, cómo se elevan por encima de la línea de las espaldas de los ciclistas encorvados los brazos de Jakobsen, Sénéchal levanta los suyos, también ganador.

“Sénéchal me salvó la vida y le estaré siempre agradecido. Nuestro vínculo es tan fuerte que ahora digo que entre los dos somos 160 kilos de velocidad y fuerza en los esprints, y me encanta que él siga cuidando de mí en el pelotón”, dice Jakobsen, feliz con su segunda victoria y con los simbolismo­s que lleva aparejada, como el maillot verde, “el color de los esprínters, lo que soy”, tan feliz que en su individual Desvío a Santiago, como el viaje por España de su paisano Cees Nooteboom, Jakobsen piensa superar todas las dificultad­es gracias a su verde. “El calor me mata, y la montaña será dura, y temo el fuera de control, pero estoy dispuesto a sufrir lo que haya que sufrir solo por llegar de verde a Santiago”.

Nadie presenta pelea

A Jakobsen le priva el verde y a Primoz Roglic, el rojo, que parece estar dispuesto a ganar por aburrimien­to, o por ahí camina, líder como hace una semana y prácticame­nte con la misma diferencia sobre Mas, Superman y Egan, los tres que más cerca se mantienen, la que obtuvo en la catedral de Burgos el primer día, hace 1.200 kilómetros, siete lunas y mucho sol. Entre bonificaci­ones y mínimos cortes en los últimos metros en las etapas más o menos abruptas —Picón Blanco, Castillo de Cullera, Balcón de Alicante— el mallorquín ha cedido 7s (está a 25s en la general), Superman, 15s (a 36s) y Egan, 14s (a 41s). Los demás de los que se hablaba —Adam Yates, Alexander Vlasov, Mikel Landa, Richard Carapaz— han cedido sin presentar pelea, por mero desgaste, y Carthy se ha retirado. Nadie ha presentado pelea, de todas maneras.

La Vuelta dormida se despertará, quizás, hoy en Almería, avivado su seso, valga el plagio, por la belleza virgen —líbrela Dios del toque humano menos imprescind­ible, de los campos solo fértiles gracias al abono químico que envenena la tierra y el Mar Menor, cada vez menos mar y más menor— de la Sierra de los Filabres, las cimas de los Calares y la Tetica de Bacares, y meta en Velefique, rocas calizas y pinos negros, y ascensione­s hasta rozar los 2.000 metros, y solo Fiñana la separa de Sierra Nevada. “No, claro que la ventaja que mantengo no es suficiente. Tendremos que dar lo mejor de nosotros mismos en Almería”, dice riéndose Roglic, y cuando se ríe se intuye que su respuesta será tan vacía, al menos, como una risa falsa, tan diferente del Roglic, y de la Vuelta, de 2020, en cuyas ocho primeras etapas el esloveno obtuvo dos victorias, había atacado duro cuatro veces y había sufrido el frío de Formigal, y el segundo sábado ni siquiera era líder, pues marchaba 14s detrás de Richard Carapaz, que en el 21 anda más flojo. “¿Que a quién temo más?”, sigue riéndose el ganador de las dos últimas Vueltas. “Al que esté más fuerte”.

Yates, Vlasov, Mikel Landa y Carapaz han cedido sin presentar pelea

La Vuelta dormida se despertará, quizás hoy, con meta en Velefique

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/ JOSÉ JORDÁN (AFP) Jakobsen se imponía en el esprint de ayer a Dainese (izquierda) y Philpsen (derecha).
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Fuente: La Vuelta. EL PAÍS

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