El BCE quiere convertirse en su otro banco
El euro digital, la nueva divisa europea, puede amenazar los depósitos bancarios de las entidades comerciales o limitarse a ser una forma de pago más
El euro digital abre caminos inexplorados al mundo financiero. El Banco Central Europeo (BCE) anunciaba a finales de julio su puesta en marcha no antes de 2026, abriendo desde ahora un proceso de investigación que se dilatará durante tres años. De momento, no hay grandes certezas sobre la moneda digital europea que nace como respuesta al uso masivo del dinero electrónico —aumentado por la pandemia de la covid-19— y a la amenaza de iniciativas privadas como la de Facebook, con sus 2.400 millones de usuarios, de poner en marcha su divisa digital (diem), así como por la competencia en este terreno de países como China y Suecia, entre otros, que ya hacen pruebas reales con sus monedas digitales.
Poco tienen que ver con las criptodivisas como bitcoin y su larguísima lista de réplicas, que no se han consolidado como un medio de pago y cuyo valor fluctúa a merced de los mercados. Un euro digital será igual que un euro físico y estará emitido y respaldado por el Eurosistema (BCE y los bancos centrales nacionales) que todos los ciudadanos y empresas podrán utilizar. No se pretende que sustituya al euro físico, sino que lo complemente con sus ventajas de rapidez, seguridad y bajos costes en las transacciones.
Una de las principales claves es la de dónde tendrán los ciudadanos o las empresas estos euros digitales: en la banca en general o en el propio BCE. Luis Fernando Utrera, subdirector del máster en Bolsa y Mercados Financieros del IEB, apunta a que las divisas digitales de los bancos centrales (CBDC) democratizarán el uso del banco central porque ofrecerán refugio cuando alguien quiera pasar su dinero de una cuenta bancaria tradicional a otra bajo el paraguas del banco central (el BCE en este caso). “Lo que puede ser tan bueno como peligroso: competencia con los bancos, desintermediación que rompería el equilibrio entre depósitos y créditos, y una potencial volatilidad en los balances difícil de manejar. En caso extremo, las CBDC pueden suponer el replanteamiento del sistema financiero global”, explica.
Para evitar que el dinero de los depósitos bancarios terminase convertido a euros digitales, Fabio Panetta, miembro del comité ejecutivo del banco central, ha sugerido que se establezca un límite de unos 3.000 euros digitales que pueda tener cualquier persona, o que se apliquen tipos de interés profundamente negativos por en
El proceso de investigación de la nueva divisa durará al menos tres años
Campuzano (AEB): “Su acceso se realizaría a través de entidades supervisadas”
cima de ese nivel para desalentar las grandes acumulaciones de la divisa digital en casos, por ejemplo, de crisis bancarias. Pero parece claro que los euros digitales podrían depositarse en el BCE. Algo que todavía está por decidir, pero que refleja el Report on a digital euro, publicado en octubre de 2020 y en el que resume la visión del Eurosistema sobre una moneda digital comunitaria, que sería pasivo del BCE, en formato digital, como complemento al efectivo y los depósitos actuales y para su uso en pagos minoristas.
Algo que no tiene tan claro la Asociación Española de Banca (AEB). Su portavoz, José Luis Martínez Campuzano, lo explica: “Será en principio un instrumento complementario al efectivo y al dinero bancario actual, de forma que el sector privado pueda, a partir de él, ofrecer nuevas propuestas de valor”. Y añade: “El acceso a la moneda se realizaría a través de las entidades supervisadas, como un medio de pago accesible en toda la zona euro. Para el BCE es prioritaria la estabilidad financiera, que pasa por garantizar la labor de intermediación y financiación del sector bancario y la transmisión de la política monetaria”, concluye.
Así, la Federación Bancaria Europea (EBF) que preside la española Ana Botín pidió recientemente por carta poder “colaborar estrechamente” en esta fase de investigación iniciada por el BCE y mostró su preocupación por el cambio profundo que puede representar la nueva divisa para sus negocios. Una preocupación que comparte Thibault Gobert, ejecutivo de ventas de Spectrum Markets: “Un enfoque centralizado basado en cuentas proporcionadas directamente a los clientes minoristas por el Eurosistema no sería inteligente, ya que perturbaría significativamente las actividades de los bancos comerciales”, concluye.
Anonimato
Otra de las incógnitas que plantea el euro digital es si éste será o no anónimo, teniendo en cuenta que actualmente el efectivo sí lo es. Roberto Scholtes Ruiz, director de estrategia de UBS en España, ve un prometedor futuro para las CBDC, que se acabarán imponiendo en las transacciones financieras y económicas. Pero se pregunta si la información que acumulen los blockchain (libro de registros a prueba de manipulaciones) será anónima o podrá ser utilizada por las autoridades fiscales o judiciales. Y esta decisión es clave para competir con otras monedas electrónicas como los stablecoins (divisas diseñadas para cotizar con menores fluctuaciones) así como las volátiles criptodivisas.
Para Scholtes, “salvo que el euro digital tenga grandes desventajas desde el punto de vista de la privacidad, el tipo de criptodivisa más directamente amenazado serán los stablecoins, en tanto que algunas de las que tienen precio fluctuante podrían mantener cierta relevancia como activos especulativos y de ocultación de fondos”. Un tema que preocupa mucho en esta fase de investigación del BCE para no convertir el euro digital en financiador de actividades ilícitas o para ocultar la riqueza.
Las últimas dudas del euro digital apuntan al inversor y si esta divisa tendrá tipos de interés diferentes a los del euro normal. Raúl López, gerente de Coinmotion España, no cree que el euro digital se convierta en un producto de inversión, más bien habría que verlo como una evolución de los medios de pago actuales en Europa.